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La encrucijada financiera de los JJ.OO

Organizar unos Juegos Olímpicos se ha vuelto cosa de ricos, debido a los altos costos que conlleva su organización AP Photo/Morry Gash

La organización de unos Juegos Olímpicos es algo que en estos tiempos está absolutamente vedada para los países pobres.
Aún cuando parte de los gastos incurridos en la preparación puedan recuperarse en un tiempo medianamente lógico, las naciones más pobres no cuentan con los fondos que les permitan asumir semejante compromiso.

Sólo los países desarrollados o las economías emergentes, como Brasil, Corea del Sur o China, pueden darse el lujo de albergar la magna cita cuatrienal con menos riesgo de que le suceda lo que a Grecia, cuyos Juegos en Atenas en el 2004 son vistos por muchos economistas como parte de la génesis de su actual crisis.

En el caso de Londres, la empresa crediticia Visa evaluó como positivo el impacto que tanto a corto como a mediano plazos tendrá en la capital británica la celebración de estos Juegos del 2012, a pesar del costo estimado de 11 mil millones de dólares, la mayor parte de ellos provenientes de fondos públicos.

En primera instancia, se calcula que el ingreso que generará el turismo en las semanas previas y durante los Juegos permitirá recuperar el 18 por ciento de los gastos, o lo que es igual, unos 1,980 millones de dólares.

La cifra podría parecer irrisoria en comparación con todo lo empleado para organizar la lid, pero de antemano significa que casi uno de cada cinco dólares estará de vuelta en las arcas británicas tan pronto se apague la llama olímpica.

Pero la mayor recuperación podría estar en el sector inmobiliario, si Londres logra atraer inversiones en la zona Este, donde se construyó la villa olímpica y que podría representar una alternativa de vivienda a personas de clase media que no han podido hasta ahora establecerse en la capital, debido al alto costo de los inmuebles.

Los expertos creen que Londres se habrá transformado lo suficiente como para atraer inversionistas que tendrían un impacto positivo por lo menos durante los próximos tres años, hasta el 2015.

Unas 100 mil personas que beneficiarían de esta situación y su presencia en la urbe londinense sería el detonante de una frenética actividad económica en las nuevas áreas construidas, que generaría ingresos tanto en concepto de pagos por servicios, como en recolección de impuestos.

Pero no todo es color de rosa. Aunque estos Juegos se organizaron con poco más de un cuarto del presupuesto de Beijing 2008 y con un tercio de lo que costarán los invernales de Sochi (Rusia) en el 2014, los expertos creen que nunca se llegará a recuperar la totalidad de la inversión.

El economista Andrew Zimbalist, estudioso del impacto económico que tiene la organización de eventos deportivos, considera que más resultado da preparar un campeonato de un solo deporte, que estos magnos encuentros multidisciplinarios.

Para Zimbalist, según explicó en un artículo que escribió para el Fondo Monetario Internacional, las ganancias por organizar eventos deportivos de gran escala son bajas o casi nulas.

Los beneficios son mayormente en mejora de infraestructura, pero no en dinero para los gobiernos, tanto locales de la ciudad organizadora, como nacional.

Desde los Juegos de Montreal, en 1976, hasta la fecha, la única edición que ha tenido un superávit inmediato fue la de Los Angeles 1984, pues la ciudad aceptó la sede siempre y cuando el gobierno local no tuviera compromisos financieros.

Montreal preparó sus juegos con 124 millones de dólares y terminó con una deuda de 2,800, que terminó de pagar 30 años después.

Entonces, ¿qué hacer? ¿Dejar de organizar los Juegos para no comprometer el futuro financiero de las sedes?
La respuesta es no. En este mundo tan desigual, le toca a los ricos sacrificarse por mantener vivo el ideal olímpico.