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Loria vuelve a asaltar a Miami a mano armada

Jeffrey Loria y José Reyes bromearon el 7 de diciembre de 2011 al llegar el dominicano a Marlins AP Photo/LM Otero

El invierno pasado, Jeffrey Loria esperó a las doce en punto en la noche en que se abrió la agencia libre para cortejar a José Reyes con 106 millones de dólares.

Un año después, el dominicano está haciendo las maletas desde el cálido Miami a la fría Toronto.

Loria escogió un martes 13 para completar el desmantelamiento de los Marlins de Miami, que ya había iniciado a mitad de la campaña pasada, cuando se deshizo de Hanley Ramírez, Aníbal Sánchez y Omar Infante.

Ahora, junto con Reyes, envió a los Azulejos a sus dos principales lanzadores, el derecho Josh Johnson y el zurdo Mark Buerhle, además del cátcher John Buck y el multifacético Emilio Bonifacio.

A cambio, recibió a los infielders cubanos Yunel Escobar y Adeiny Hechevarría, al jardinero Jake Marisnick y a los pitchers Henderson Ávarez, Justin Nicolino y Anthony DeSclafani.

De alguna manera, con Escobar y Hechevarría, Loria lanza una bomba de humo para tratar de complacer a una parte de la fanaticada que pide peloteros cubanos en la franquicia miamense como gancho para atraer público al nuevo estadio.

Pero en realidad, Loria vuelve a burlarse de la ciudad que le construyó el flamante parque en el corazón de la Pequeña Habana.

Escobar no es precisamente el tipo de pelotero que meta gente en las gradas, pues su problemas de actitud le han impedido desarrollar el potencial deportivo que tiene, mientras que Hechevarría apenas mostró destellos de su talento con los Azulejos en el 2012 y está lejos de ser un jugador establecido.

Jeffrey Loria no merece tener un equipo de Grandes Ligas y los fanáticos de Miami no merecen que se les trate de manera tan irrespetuosa.

Que luego no venga a quejarse si en el 2013, el Marlins Park está menos concurrido que velorio de pobre.

Su suerte es que siempre hay personas que se sobreponen una y otra vez a tantas decepciones y traiciones, porque su amor por el béisbol es mayor que las mezquindades del propietario de los Marlins.

Cada franquicia es un negocio privado, pero las Grandes Ligas, como organismo rector, no debería permitir semejante asalto a mano armada por un delincuente de cuello blanco.

Porque así hay que llamar las cosas. Esto es lo que año tras año ha venido haciendo Loria con el equipo, embolsillándose el dinero y tratando de engañar al mundo con la imagen de franquicia pobre.

En el 2012 gastó su plata porque no le quedaba más remedio, con el estreno de estadio, pero muy pronto sacó las uñas y confirmó el viejo refrán de que la cabra siempre tira para el monte.

Con estos movimientos, se sacó de encima el pago de unos 167 millones de dólares que tenía comprometidos en los contratos de Reyes, Buerhle, Johnson y Buck, más lo que habría conseguido Bonifacio en el arbitraje salarial.

Entonces, con estos truenos, es inexplicable que las Grandes Ligas impidan que un tipo tan apasionado y verdadero amante del deporte, como Mark Cuban, sea propietario de una franquicia.

Ese es el Cuban que arreglaría a los Marlins, más allá de Escobar y Hechevarría.