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Teoría y romance de las dos ruedas

espn.com

MÉXICO --
Regresar del trabajo, correr a cambiarse, sacar la bici y comenzar a rodar entre los coches, reunrse en el parque con otros locos iguales, agarrar un carril de la calle y salir a que dé el viento en la cara...

Se ve buena la aventura pero yo era una simple espectadora, ciclista de tele. Simpatizante de las dos ruedas y orgullosa following del @giroditalia. Pero no tenía bicicleta. En realidad, la última vez que recuerdo haberme subido a una fue en la preparatoria a comprar algo a la tienda, y eso fue hace como 15 años (no hagan cuentas). Después tuve un vocho, después ya no, después me mudé a la capital de México y todo era (es) caminar, metro, metrobus, combicafeteras, tren, trabajar, dejar niños en la escuela, ir por ellos y ver ciclistas sortear coches pensando "santa maradona, los van a planchar".

La bicicleta es contagiosa. Un día alguien compró la suya y la presumió, y yo dije que sería padre tener una y que hace 15 años que no andaba en dos ruedas. Lo dije por decir, en realidad no pensaba volver a subirme, no tenía tiempo. Pero conseguí una, verde, bonita, le pusimos nombre (Baikita) canasta, timbre, foquitos, y la dejé estacionada por días. Me entusiasmé con una rodada nocturna y 20 minutos antes de la hora de salida me arrepentí. Intenté ir a otra, pedí permiso en el trabajo para salir antes, salí y me caí en el camino. Sin cadena, con un pantalón roto y un buen raspón en la rodilla regresé a casa caminando arrastrando la bici y el casco. Me agüité.

Ya no hago la historia más larga. Como en las películas, en algún momento las cosas tienen que salir bien, sobre todo cuando las coincidencias son felices: Hoy es mi cumpleaños y ayer por la noche me invitaron a otra rodada nocturna a un museo, que después supe que organizaba la revista @apolorama. Y de nuevo la duda 20 minutos antes de salir "¿vamos? ¿sí vamos o nos quedamos?"

Regresé del trabajo, corrí a cambiarme, saqué la bici y comencé a rodar entre los coches. Me reuní en el parque con otros 200 locos iguales.

Aquí se hace una pausa porque en el parque, ya reunidos, esperamos y esperamos a que un fotógrafo reuniera a muchas parejas ciclistas y les tomara fotos mientras las parejas se besaban. ¡Ay, qué bonito! Yo y otros forever alone los vimos y abrazamos nuestras bicis. Otros besaban a sus hijos, a sus perros, otros se reían, todos esperábamos. Yo quería rodar.

Me reuní con otros 200 locos iguales, agarramos un carril (a veces dos) de la calle y salimos a que el viento nos dé en la cara.

Me advirtieron que iríamos a un paso "moderado", "20 o 30 km/hr". Yo, que en mis mejores momentos alcanzaba los 15 km/hr, me animé. No fuimos a esa velocidad, aunque tampoco sé qué velocidad alcancé. La ruta era de casi ocho kilómetros, cuando yo sólo había hecho dos o tres (una vez hice cinco y me estaba deshaciendo) cada vez que me animaba a salir. Además era "panorámica", desde la colonia Condesa al palacio de Bellas Artes. Había luna llena, el clima era templado, las calles estaban casi vacías (excepto por los automovilistas que tenían que pararse y nos la mentaban con el cláxon) y nos fuimos. Corrí y corrí tanto como pude, me sentí segura, ágil, rápida, cansada y sobre todo, feliz.

Un museo y un regreso a contrarreloj después por la vía rápida, la perspectiva cambia. Ya no es sólo caminar, metro, metrobús, combicafetera y tren. Ya no es sólo levantarse temprano, ir a la escuela, ir al trabajo, regresar cansada y ver televisión. Ahora la Baikita está ahí, pidiendo que la saquen a pasear, y esperando otra bici más para no rodar sola.