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Lágrimas y abrazos

Bajo el mando de José Mourinho, el Real Madrid volvió a ganar la liga española tras 4 años de sequía Cesar Manso/AFP/Getty Images

BRISTOL -- Madrid, 22 de mayo de 2010. Noche cálida, casi de verano, en Madrid. El Inter de Milán acaba de adjudicarse su tercera Copa de Europa en el Estadio Santiago Bernabéu. Tercer título de la temporada. En el aparcamiento del estadio madridista se vive una imagen recordada durante años por los aficionados interistas. Abrazo entre Marco Materazzi y José Mourinho. Las lágrimas de ambos delatan la emoción del triunfo y la pena del adiós. Nada está confirmado en ese instante. Sin embargo, los que bien conocen al técnico portugués saben que ese tipo de escenas delatan al hombre duro en los banquillos, vestuarios y salas de prensa y blando en las distancias cortas que concede a la amistad y la familia.

Apenas unas horas más tarde ya todo es oficial. Una semana después Jorge Valdano presenta al nuevo entrenador del Real Madrid para las siguientes cinco temporadas.

Después de un año de críticas, enfrentamientos y polémica, José Mourinho cerraba como a él quería una nueva etapa en su vida profesional.

Levantando los brazos. Lo tenía planeado. No quería cometer en Milán el error que tiempo atrás había tenido en Londres. Allí, tras levantar la historia del Chelsea, tuvo que salir por la puerta de atrás. No. De Italia se iría por la de delante. Así lo tenía planificado y lo cumplió.

Madrid, 19 de enero de 2012. Día gélido de invierno en Madrid. Todos los periódicos llevan en sus portadas el desastre de la noche anterior en el Estadio Santiago Bernabéu. El Real Madrid de José Mourinho había salido humillado por el Barcelona de Pep Guardiola en el partido de ida de los cuartos de final de la Copa del Rey. El marcador de uno a dos era lo de menos. La imagen dada por el equipo llega a asustar tanto a los responsables del club que empiezan a pensar en el cese del entrenador. El departamento de medios del club empieza a lanzar señales de que el técnico está viviendo sus últimos días en el Paseo de la Castellana.

Un año antes el Real Madrid había salido campeón precisamente frente al Barcelona en la final de la misma competición. Cuando llegó Mourinho al Real Madrid el objetivo era desbancar al equipo catalán del trono del futbol europeo en el que llevaba tiempo instalado. Aquel era el primer paso. El segundo era el título de liga que estaba en camino.

Una semana después el futbol exhibido en el empate a dos del partido de vuelta jugado en el Camp Nou impresiona a los más críticos con el entrenador portugués. El marcador no sirve para seguir adelante en la competición pero si para salvar la posición del técnico que continua con su equipo vivo en Liga y en Champions. José Mourinho, que ha soportado una presión salvaje durante los días previos, aquella noche empieza a madurar una idea, la de marcharse del Real Madrid igual que lo hizo del Inter. Con la Copa de Europa en las manos.

Madrid, 25 de abril de 2012. Día lluvioso de primavera en Madrid. José Mourinho sabe que está a dos partidos de cumplir su objetivo. Un año antes había logrado la Copa del Rey. La liga estaba muy cerca esa temporada. Y la Champions pasaba por vencer al Bayern de Múnich esa noche antes de la gran final. El plan previsto en la cabeza del técnico se cumplía de manera precisa, aunque solo los más cercanos eran conscientes de ello.

El partido arranca bien. Penalti a favor a los seis minutos y Cristiano Ronaldo hace que los blancos empiecen a preparar el viaje a la final. A los catorce minutos, dos a cero. Los aficionados empiezan a ver brillar la décima Copa de Europa. Sin embargo todavía en la primera mitad, Robben se venga de su salida del Real Madrid y marca el tanto que empata la eliminatoria. La noche se pone tensa. El reloj corre y nadie consigue hacer más goles. Se acaba el partido, se acaba la prórroga y llegan los penaltis. José Mourinho se arrodilla en el verde del estadio. Su plan empieza a torcerse cuando Cristiano Ronaldo falla. Kaká tampoco marca. Y Sergio Ramos regala un balón al graderío.

Aquella madrugada José Mourinho sale derrotado pero no hundido. Decide retrasar un año sus planes. Solo un año. Sabe que de nada valen los dos títulos arrebatados al Barcelona. Sabe que su carácter y sus propios errores en público y en la intimidad del vestuario le van a complicar la siguiente temporada. Pero su orgullo le impide dejar el trabajo a medias. Seguirá buscando su tercera Copa de Europa y la décima del Real Madrid. Luego adiós.

Esta historia tendrá su final muy pronto. Un final conocido por todos los protagonistas. Un final definido y cerrado. En el último año solo ha variado un aspecto. Un año antes pocos sabían de las intenciones del entrenador. Esta vez todos lo saben. Con décima o sin décima José Mourinho ha decidido marcharse del Real Madrid. No se aguantan más. Ni el club al técnico, ni el técnico al club. El divorcio de este matrimonio de conveniencia es total. Errores de orgullo por ambos lados de la pareja han terminado por romperla.

Solo quedan las fotos de las paredes, hay que repartir los muebles y que el camión de la mudanza venga y lo haga sin tardar. Como en toda separación habrá lágrimas. Falta por saber si serán de emoción con la "orejona" entre las manos o de rabia en el umbral de la puerta de atrás del Bernabéu. Falta por saber a quién se abrazará José Mourinho ese día y de quién serán las lágrimas.