<
>

Chávez entrenador: ¿Error o acierto?

Julio César Chávez Junior asegura que se siente cómodo con la relación con su padre Jeff Bottari/Getty Images

Ha sido una de las grandes novedades del fin de semana: Julio César Chávez Jr. le pidió formalmente a su legendario padre que se haga cargo de su esquina. ¿Error, acierto o inicio de un nuevo culebrón? En la primera perspectiva no parece ser una decisión técnica, más bien parece una solución emotiva, destinada a resolver las divergencias familiares. "Le dije: 'Si quieres ayúdame, pero formalmente, porque si no, a veces confundes a mi entrenador'", indicó Chávez Jr. Definitivamente el Junior apaga el incendio, pero nadie garantiza que no esté con ello encendiendo una hoguera mucho mayor.

Los Chávez han superado duras batallas, unidos y manejando la procesión interna dentro del ámbito familiar. El mayor debió superar su reconocida adicción al alcohol y las drogas, de las que confesó haber salido gracias a su hijo, el que tampoco se ha librado de los problemas personales. En noviembre del 2009, tras vencer a Troy Rowland dio positivo por haber ingerido un diurético con Furosemida, una sustancia prohibida. Luego fue detenido en Los Ángeles por conducir en estado de ebriedad. Después fallo su prueba de dopaje luego de su derrota ante Sergio Martínez tras resultar positivo de marihuana.

La vida familiar los une en los momentos buenos y en los momentos malos, pero también los une antes, durante y después de cada pelea. Y esto último parece ya ser un exceso o la gota que desborda el vaso. Los gritos de Chávez padre durante cada pelea, sus intromisiones en el trabajo de los entrenadores y su alteración emotiva en cada pelea de su hijo, se volvió una imagen inevitable en las pantallas de televisión.

Si a eso le sumamos la presión mediática que su apellido provoca encima de la concentración de Chávez Junior, nos encontramos en presencia de un cóctel difícil de digerir que tuvo su explosión días atrás cuando el hijo decidió prescindir de su padre en la esquina. Sin embargo la medida duró muy poco, enseguida le ofreció ser su entrenador y las paz regresó a la relación familiar.

Y la pregunta que todos nos hacemos es si un padre pasional, sin capacidad probada como entrenador pese a su pasado como boxeador, que no garantiza le pueda transmitir la frialdad y equilibrio emocional adecuado a su pupílo durante la pelea, pueda dirigir a su hijo desde la esquina. A mi juicio no puede y no debe. Los componentes emotivos, el entorno familiar, la pasión desmedida, el dinero o el más natural de los sentimientos: el amor de un padre por su hijo, hacen inviable cualquier estrategia en un púgil que aspira a grandes cosas.

Es verdad que los casos en que padres dirigen a sus hijos campeones, son incontables. Algunas de esas asociaciones han funcionado bien, pero los ejemplos malos más conocidos serían suficientes para señalar esa costumbre como negativa. Ejemplos como los deFloyd Mayweather Jr. o Shane Mosley.

En el caso de Floyd, durante los primeros años de su carrera tuvo serias desavenencias con su padre, las que se ventilaron públicamente y con tanto rencor que Floyd Sr. en 2008 estuvo a punto de entrenar a Oscar de la Hoya para que derrotara a su hijo en una revancha que luego fue cancelada.

Shane Mosley, por su parte, despidió a su padre dos veces durante su carrera, alegando siempre que no estaban en la misma sintonía. Otra reyerta familiar que terminó en la justicia y donde el dinero jugó un rol fundamental, se produjo entre el boricua Miguel Angel Cotto y su tío Evangelista, que lo dirigió durante varios años.

No obstante, hay casos que sirven para pensar sobre el aporte paterno positivo. Este fin de semana, asistimos a la consagración en San Antonio de Omar "La Panterita" Figueroa como campeón interino ligero del CMB. Su carrera nació a la sombra de su padre, verdadero mentor e inspiración del joven monarca. Tal es así que cuando recibió el cinturón de campeón su primera reacción fue colocárselo a su progenitor.

Figueroa Sr., que lo entrenó desde los seis años de edad, es parte de la esquina de su hijo, pero fue fácil apreciar su nula intervención durante la batalla, excepto cuando correspondía en su tarea como auxiliar, y el total respeto que demostró por el trabajo del entrenador titular, Joel Díaz. No dudo que todo lo bueno que muestra Omar Figueroa Jr. se sustenta en esa buena armonía de la esquina.

Hay ejemplos de todo tipo, pero el sentido común es el primer argumento para apuntar como nada recomendable la presencia de un padre dirigiendo las peleas de su hijo en un deporte como el boxeo. A eso sumemos la personalidad de cada uno, el peso de los problemas personales y las circunstancias inoportunas, porque a veces, un hijo puede rechazar al padre una orden que no rechazaría de un entrenador sin vínculo sanguíneo. Y esa posibilidad puede suceder en la esquina de los Chávez tan pronto como su próxima batalla ante Bryan Vera. Por ello, el Junior no tomó una buena decisión y su padre comete un error, al no dar un paso al costado. Es una presunción y ojalá que me equivoque.