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A 50 años de la conquista de Osuna

NEW YORK -- "América Latina ha tenido ayer su día de mayor gloria en los courts de tenis, mientras Australia aparece eclipsada, junto con los Estados Unidos. Por primera vez, un jugador de México se quedó con el título amateur estadounidense cuando Rafael Osuna, con una combinación casi incomparable de claridad táctica y tiros artesanales, derrotó a Frank Froehling III, de Coral Gables (Florida) por 7-5, 6-3, 6-2".

El relato escrito de Allison Danzig en el New York Times testimonia lo que ocurrió hace exactamente 50 años, un 8 de septiembre de 1963: en una tarde neoyorquina calurosa, ante 11 mil espectadores que colmaron el estadio del West Side Tennis Club en Forest Hills, el mexicano Rafael Osuna se convirtió en el primer tenista latinoamericano en ganar un título de Grand Slam en el single masculino. Ese mismo día, la brasileña María Esther Bueno también se quedó con la corona femenina del US Championships (lo que hoy se conoce como US Open), para lograr así un doblete hasta hoy inédito para la región en los grandes torneos del tenis internacional.

"Tengo un recuerdo fantástico de Rafael. El Pelón Osuna. Era mi amigo. Nosotros viajábamos juntos, jugábamos juntos. Era un jugador creativo, que creció tenísticamente en California. Yo pasé mucho tiempo con él", cuenta hoy Bueno, quien llegó a Flushing Meadows como analista de la cadena brasileña SporTV. Ella está acostumbrada a los homenajes. En el viejo Forest Hills ganó 8 veces, cuatro en singles y otras tantas en dobles. Pero reconoce que este 50º aniversario de su título y el de Osuna tiene un toque especial. Dos latinoamericanos coronándose un mismo día, brillando con un juego creativo, inteligente, ofensivo, efectivo.

"El joven Osuna no tiene mucho para mostrar. De 1,77, con un caminar desgarbado, él carga con sus hombros encorvados y su barbilla hacia arriba. Tiene ojos grandes y tristes, una nariz huesuda, dientes torcidos y un cabello negro brillante. Cada vez que entra a un court, parece un jovencito que está por recibir una paliza. El resultado es que la afición se vuelca instantáneamente para su lado".

De esta manera Osuna era "pintado" por el periodista Walter Bingham en las páginas de la revista Sports

Illustrated de agosto de 1962. Ya en aquellos tiempos el Pelón era una figura del tenis. Había llegado a las semis de Forest Hills '61, y ese año ganaría el doble del US Championships, además de llevar a México a la final de la Copa Davis. "Osuna es excitante de ver. Tiene reacciones increíblemente rápidas. También tiene balance, toque y velocidad, los atributos de un campeón. Es primero un atleta, y luego un tenista", remataba Bingham.

El mexicano, ex joven maravilla en el tenis de mesa, llegó a aquel Campeonato de Estados Unidos de 1963 con el título de dobles de Wimbledon bajo el brazo. Ante la ausencia de Rod Laver, quien había decidido convertirse en profesional (por aquellos tiempos, quienes cobraban por jugar al tenis no podían disputar los Grand Slams, que eran exclusivos para amateurs), el torneo no tenía un favorito excluyente. Y cuando el australiano Roy Emerson fue eliminado temprano en el certamen, el camino de Osuna hacia el título quedó allanado.

"Rafael era uno de los mejores peleadores que había en el tenis. No tenía tiros fuertes. Su saque no era una cosa espectacular, ni su derecha o su revés. Pero tenía un corazón grandísimo y una agilidad tremenda en los pies. Estratégicamente, la cabeza que tenía era increíble", cuenta Charlie Pasarell, contemporáneo de Osuna a mediados de los ´60 y hoy integrante del Salón de la Fama del Tenis, como el Pelón.

Esa agilidad, sumada a su tenis ofensivo, llevaron a Rafael a vencer al máximo favorito del torneo, el estadounidense Chuck McKinley (campeón de Wimbledon '63), en semifinales. Pero en el encuentro decisivo, fue una estrategia fuera de libreto la que le permitió a Osuna convertirse en el primer y único mexicano en ganar un título de Grand Slam en singles. ¿Qué hizo Osuna en aquella tarde agobiante de Forest Hills? Levantar la pelota al cielo. Una y otra vez.

"La final del single masculino fue inusual por la táctica que decidió seguir Osuna", escribió Danzig. "Su gran problema era cómo devolver el servicio violento de Froehling. El saque había sido clave en la sorprendente victoria del joven alto de la Florida ante Roy Emerson, el favorito a quedarse con el torneo".

Entonces, lo que Osuna ideó para contrarrestar el arma de su rival, fue responder al servicio del estadounidense de forma totalmente heterodoxa, como lo describe la crónica de Sports Illustrated de aquella final.

"Parado más lejos de la línea de base que cualquier otro tenista que recordemos, Osuna se permitía más tiempo del habitual para lidiar con el saque de Froehling", relató Bingham en las páginas del semanario. "Cuando uno de esos cañonazos sorteaba la red, él lo devolvía hacia arriba, una y otra vez. Semejantes tácticas le permitieron romper el servicio más poderoso del tenis en seis oportunidades durante tres sets, y aplastar las esperanzas de Estados Unidos de lograr un título en el US Championships".

Una mezcla perfecta de globos en los games de servicio de su rival, con una estrategia de saque y volea cuando le tocaba servir, le permitieron a Osuna destruir a su rival como tantas veces había hecho con otros contrincantes, como el puertorriqueño Pasarell. "Jugué con él varias veces. Y yo siempre creía que debía vencerlo. Pero él me ganaba porque era más inteligente. En general, Rafael trataba de llegar a la red lo más pronto posible. De repente uno sacaba, estaba llegando a la malla, y se lo encontraba a él allí, porque había hecho una devolución y había subido".

Hace 50 años, a la hora de recibir su trofeo, Osuna compartió escenario y fotos con Bueno, quien esa tarde derrotó a una leyenda del tenis femenino: la australiana Margaret Smith. "Aquel título fue uno de varios que conseguí aquí, en Nueva York. Pero ese fue especial porque le gané a ella, que era lo máximo de lo máximo", recuerda hoy María Esther. "Gané el primer set 7-5, y en el segundo iba perdiendo 4-1. Pero desde ese momento solo volví a ceder 4 puntos, y me llevé el segundo set por 6-4. Disfruto de esos recuerdos. Y cincuenta años son cincuenta años".

En esta edición del US Open, los organizadores decidieron recordar por segunda vez a Osuna. Ya lo habían hecho en 1969, apenas semanas después de la trágica muerte del Pelón en un accidente aéreo. Ahora, la memoria del mexicano fue celebrada el pasado lunes 2 de septiembre, en el inicio de la jornada nocturna, cuando se proyectaron en las pantallas del estadio Arthur Ashe imágenes de Rafael.

"Me es difícil hablar sobre él, porque es muy duro perder a un amigo, a alguien joven", confiesa Bueno. "Era un gran amigo. Él estudió en USC, y yo en la UCLA. Éramos enemigos de universidad, y nos enfrentamos muchas veces. Todos quedamos tristísimos luego de aquel accidente", reconoce Pasarell. Ambos fueron habitantes de un mundo del tenis muy diferente al actual. "En primer lugar, no había prize money –explica la brasileña--. Una diferencia "pequeña": de no cobrar nada a millones. Pero yo creo que el tenis de esa época era mucho mejor, porque era de menos violencia, más inteligencia, más cabeza. Y por todo eso, era más bonito para observar".

A aquel tenis jugaba Rafael Osuna, el precursor que en aquel lejano 1963 plantó una semilla de gloria para el tenis de nuestra región. "Osuna derrotó a Froehling y María Bueno dio la sorpresa en las finales del US (Championships)", tituló el New York Times un día como hoy, pero hace 50 años. El subtítulo escogido es aún más contundente: "Las estrellas latinas ganan en sets consecutivos".