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Una cuadra de pasión

BELO HORIZONTE -- Son 100 metros de pasión. Una cuadra donde confluyen las culturas, donde vive el fútbol, donde se respira Mundial.

Para los escépticos que creían que la Copa sólo se vivía en Río de Janeiro, la aparentemente silenciosa Belo Horizonte les tenía guardada una sorpresa.

El lugar es Plaza Savassi, el tradicional punto de encuentro en pleno centro de la ciudad. Específicamente Rúa Antonio de Albuquerque, que desemboca en las transitadas avenidas Getulio Vargas y Cristovao Colombo. Una peatonal donde hay que pedir permiso constantemente para poder pasar.

A partir de las 17 comienzan a poblarse sus bares y desde ese momento, la venta de cerveza no se detiene. Mesas a la calle, personas paradas arriba de los bancos para observar mejor el panorama y hasta hinchas con banderas colgados de los árboles para llamar la atención.

En la víspera de Argentina-Irán, las pantallas de los televisores muestran Ecuador-Honduras, pero el partido pasa prácticamente inadvertido. Se canta, se grita. El folklore futbolero en su máxima expresión. Predomina la rivalidad de Argentina y Brasil, pero de vez en cuando se entromete el Cruzeiro-Atlético Mineiro tan arraigado entre los mineiros.

Entre los que disfrutan el momento, pasan rostros preocupados. Son los que necesitan entradas y lo hacen saber con carteles escritos en todos los idiomas.

Un jóven argentino, al que muchos extrañamente ven parecido a Messi, es requerido para sacarse fotos. Hasta recibe el apasionado beso de una turista. Compatriotas suyos cuentan sus historias. Vienen desde todas partes. Son pocos los que tienen tickets. La mayoría hizo un gran esfuerzo para llegar a Brasil. Largos viajes con tal de vivir esta experiencia.

El encendido de una cámara termina por encender el clima. Todos quieren aparecer, todos quieren mandar saludos. Se abrazan, saltan, interrumpen a los que son entrevistados, les hacen gestos por atrás y algunos locales, con tal de aparecer, hasta se suman a los cantos argentinos. ¿Los entenderán?

La noche promete ser larga. "Al final no estaba tan mal venir a Belo", dice Pablo, con una sonrisa cómplice.

Razón no le falta.