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River sufrió, pero ganó sin arriar las banderas

BUENOS AIRES -- Marcelo Gallardo suele ser siempre muy autocrítico. No es llamativo que en las conferencias de prensa post partido suela decir más o menos lo que piensa. Y después de la trabajosa victoria ante Estudiantes, la cual le permitió a River clasificarse para la semifinal de la Copa sudamericana, donde se encontrará nada menos que con Boca, el director técnico se despojó de la pilcha triunfalista y se despachó con un calificativo poco frecuente para rotular lo hecho por el Millonario: "fuimos un equipo ordinario", lanzó sin antes destacar la entrega que le pusieron al juego sus muchachos.

Y no deja de ser cierto, porque estuvimos ante la versión más desprolija y vulnerable de River. Pero claro, aquí donde el análisis no es indulgente con el once conducido por el Muñeco, en esa misma adversidad conceptual, termina saliendo bien parado. Porque quién puede dudar del esfuerzo, de la entrega, del convencimiento que tuvieron los protagonistas para torcer un destino que parecía inexorable.

Cuando promediaba el segundo tiempo, pocos observaban como viable que fuese a mantener el invicto. Los presagios no eran optimistas. Sin embargo, gracias a la pelota parada, un recurso al cual le ha sacada bastante provecho en este semestre, lo que parecía improbable le terminó arrancando otra sonrisa al hincha Millonario. River ganó aún sin jugar bien, se coló en la semifinal de la Copa Sudamericana, batió el record de partidos invictos que el club ostentaba (el fin de semana lo había igualado y ahora lo superó, sumando su cotejo número 30 sin conocer la derrota), y, como bonus track, tendrá que dirimir el pase a la final contra Boca. En un semestre con mucha adrenalina, le agregó una dosis más de intensidad a su estimulada alma.

Cuando se iban del Monumental, entre sonrisas, muchos hinchas decían: "además de jugar bien, ligamos". La referencia es obvia y tiene que ver con que en un momento la mano venía muy complicada para River. Pero nada es casualidad, todo está relacionado, cuando la cabeza está firme, se sabe lo que se busca y cómo conseguirlo, no resulta extraño que se alcancen utopías. Eso es producto del abanico de alternativas que posee, de los diferentes caminos que recorre para llegar al gol, de esa idea de no claudicar ni aún en los momentos complejos. Tambaleó el invicto, se cruzó una imagen de no clasificarse, pero siguió adelante, derribando fantasmas y ganándole la pulseada a esa posible adversidad. Guapeó y se burlo de ella.

No es casualidad, es la consecuencia de una búsqueda que nunca cesa. Es el premio al respaldo, sin temores, de un estilo, de una forma que muchas veces tienta a dejarla de lado, más aún cuando el resultado hace un guiño. Podría haber sido más especulador cuando a los 37 segundos de juego se puso en ventaja, ahí la tentación de cuidar y resignar el ataque era grande, pero pudo más seguir el camino de los conceptos incorporados por Gallardo. En tiempos de mezquindad extrema, semejante acto de convicción y generosidad por el espectáculo debe ser ponderado. Sufrió, pero ganó. Tuvo que batallar demasiado, pero sigue adelante. Y lo hace con el grato sabor que le deja el no haber arriado sus banderas.