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El triunfo en la Copa Los Andes

BUENOS AIRES -- Alguna vez me lo habrán escuchado decir o lo habrán leído en esta misma columna: El Campeonato Sudamericano de Golf por Equipos, Copa Los Andes, es único en su especie.

Es único porque ningún otro reúne a hombres y mujeres para disputar un título continental. Es único porque el formato match play genera situaciones que mantienen la emoción hasta el último hoyo. Es único porque al tener foursomes por la mañana e individuales a la tarde durante cuatro días de competencia, hace que sea de fundamental importancia la estrategia para no solo armar las parejas, sino también para saber quién tiene que ir descansando cada día. Hay cuatro jugadores en la cancha en cada sesión y son cinco los integrantes de cada equipo.

Así como este campeonato es único nunca falta alguien que quiere hacerle modificaciones. En el congreso de la Federación Sudamericana de Golf que se realiza en cada edición del torneo, algún dirigente insinuó la idea de eliminar los 36 hoyos y que solo se jueguen 18 por día. No pude hablar con ellos para saber los motivos que los llevan a querer este cambio, pero por suerte el consenso general es que el campeonato goza de buena salud y que no habrá cambios en ese sentido. La Copa Los Andes ya sufrió hace 20 años un golpe con la decisión de eliminar para la siguiente edición al equipo que finalice en el último puesto, y no sería nada bueno que ahora se la vuelva a dañar.

Esta para mí fue la tercera vez que me tocó ser capitán de los hombres y tuve la enorme fortuna de tener un grupo de chicos excepcionales. Alejandro Tosti, Santiago Bauni y Jaime López Rivarola ya habían estado en el equipo con el cual habíamos ganado el año pasado en Colombia. Matías Simaski y Germán Tagle debutaban en el campeonato y lo hacían en su propia casa, algo que no se da en forma muy frecuente.

El comportamiento de los chicos fue más que bueno, tanto dentro como fuera de la cancha, todos apoyándose en cada momento y tomando de buena manera cuando les tocó no jugar. Santiago Garat y Juan Martín Verano (alias Summer) fueron los coachs del equipo y para ellos también mi agradecimiento por todo lo que aportaron, no solo en lo técnico, sino también en ayudar a que todo se hiciera con armonía dentro del grupo. Garat es un veterano en esto, pero "Summer" hacía su debut en la Copa Los Andes y jamás se imaginó que iba a sufrir tanto. Me animaría a decir que sufrió más en la cancha el último día que el jueves a la noche viendo a River. Por suerte pudo festejar en ambas ocasiones.

A mí me queda la enorme satisfacción de haber podido ganar la Copa Los Andes como jugador y como capitán en mi país. Este es un campeonato que me apasiona como ningún otro y a pesar que el despertador suena antes de las 5 de la mañana cada día, lo disfruto como la primera vez que me tocó jugarlo hace casi 30 años. Ser parte de la Copa Los Andes es realmente fabuloso. Poder ganarla alguna vez es una sensación diferente a todas las que un jugador amateur puede vivir.

Ganarla en casa: no tiene precio.