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A lo hecho, Pecho

BUENOS AIRES -- Ese apego tan nacional a sentir que ciertos acontecimientos -muchos banales- sólo pueden ocurrir en la Argentina y/o a los argentinos encuentra refugio seguro en el caso Pechito López. Porque ya es todo un caso. O lo fue.

¿En qué otro sitio podría un deportista encarnar el deseo máximo, plantar la bandera en los dominios que Juan Manuel Fangio conquistó para la historia, y un mes después caer víctima de un fraude colosal? Porque ese fue el derrotero de José María López. Y todo por perseguir un sueño. El cordobés ya se había habituado al automovilismo local, corría en las tres categorías principales (en 2009 fue campeón de dos de ellas) y hasta tenía firmado un contrato que le garantizaba medio millón de dólares al año y una camioneta si en 2010 competía con el equipo HAZ en TC y otra especialidad a designar (sería, seguro, TC 2000, que lo tuvo como bicampeón 2008/2009).

A Pechito lo indujeron a creer que podían hacerlo correr en Fórmula Uno. El talento para manejar autos de carrera y la afición al trabajo con la que elevó el listón en su vuelta a la Argentina rubrican sus credenciales para merecer un lugar en el Campeonato Mundial. El asunto es que hace tiempo que aquellas cualidades dejaron de ser suficientes. López lo había aprendido en su tiempo como integrante de Renault Driver Development, el programa de pilotos jóvenes que Flavio Briatore y su socio Bruno Michel manejaban a su antojo.

Cuando el objetivo obnubila, cómo y para qué siempre quedan sin respuestas. Así, se tardó casi medio año en juntar ocho millones de dólares para solventar los requerimientos de USF1, el emprendimiento de Peter Windsor -periodista con más de 35 años de carrera en Fórmula Uno- y Ken Anderson, un ingeniero reputado en el Mundial, IndyCar y Nascar. Nadie se cuestionó por qué les daban tanto tiempo a los negociadores argentinos para contar con un piloto debutante y que llevaba tres años sin manejar un monoposto, mientras los meses pasaban y la escudería tampoco tenía otro piloto contratado. Quizá era porque los demás postulantes huían al comprobar las incongruencias de Windsor y Anderson.

Según se supo después de la debacle, el principal inversor (Chad Hurley, cofundador de YouTube) comenzó a buscar caminos alternativos a mediados de enero, un par de semanas antes de que López fuera presentado como piloto, y el volante inglés James Rossiter deshizo su convenio cuando sus patrocinadores no recibieron garantías de que el equipo fuera a estar en la grilla de Bahrein, días después de que firmara el argentino.

En la persecución de un sueño, López escuchó una sola voz. Aquellos que tomaron la responsabilidad de llevar adelante las gestiones, y que deberían tener la frialdad y la mirada desapasionada que requiere la tarea, desestimaron todas las señales de alerta conformándose con las explicaciones que hilvanaba Windsor para capear el temporal de pronósticos agoreros.

Entonces, creyeron ver una pátina política en cada predicción de Bernie Ecclestone -tal como aconsejaba Windsor- y se contentaron con un resumen simplista: Bernie es Bernie. Pero Bernie, que es Bernie, también es alguien que ha visto y lidiado con aventureros -en cierto punto, también él lo fue en sus comienzos- de distintas castas. Y esta vez tenía razón.

Ahora que es más fácil sentirse víctima que responsable, conviene el doloroso ejercicio de preguntarse para qué. Aunque USF1 hubiera terminado sus autos, el probable destino habría sido la última fila de la grilla. Desde ahí, el tibio consuelo habría sido ganarle al compañero de equipo que, según quién pagara por la otra butaca, quizá ni siquiera resultaba una victoria para alardear. Eso habría sido el final del sueño porque la ambición era estar. Nada más. Era una agenda sin mañana.

De repente, José María López, el padre, despertó y de un arrebato ordenó el final de las negociaciones, que habían sido encaminadas a lograr el puesto de probador de HRT, ex Campos, el otro proyecto que estuvo a punto de seguir el rumbo de USF1. Ya no soportaba la tensión de idas, vueltas y esperas -el acuerdo dependía de que USF1 transfiriera a HRT los 830.000 dólares adelantados por patrocinadores de López cuando se firmó el contrato- por una migaja cada vez más minúscula.

Así, 38 días después de que Pechito fuera presentado en la Casa Rosada como el piloto que volvía a poner a la Argentina en Fórmula Uno, el pibe yace sumido en la mayor decepción que haya conocido en sus 26 años. Es probable que sólo aquí pueda ocurrir algo así. ¿En qué otro lugar se hacen las cosas como en la Argentina?