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Por qué algunos peloteros comenzarán a aceptar ofertas a largo plazo

Algunos agentes continúan creyendo que los tratos a largo plazo no tienen sentido para todos. Si el jugador parece ser un talento de alto nivel, como Francisco Lindor, entonces tiene sentido fomentar una guerra de ofertas en la agencia libre. Ross D. Franklin/AP Photo

El ajuste más pequeño puede hacer una diferencia inmensa para un jugador del béisbol de Grandes Ligas, lo cual forma parte del atractivo de este deporte.

Trevor Hoffman buscó frenéticamente una solución durante la primavera de 1995, tras lesionarse su hombro al zambullirse en la playa a sus 26 años. Cuando intentó una forma distinta de agarrar la pelota para el cambio de velocidad, enseñada por su compañero de equipo Donnie Elliott, descubrió el pitcheo engañoso que lo condujo a su exaltación al Salón de la Fama en el transcurso del presente año.

Jamie Moyer se encontraba a pocos meses de su cumpleaños 33 cuando los Orioles lo dejaron libre en 1995 y apenas comenzaba a mostrar progresos en el arte de trabajar a los contrarios con lanzamientos adentro de la zona de strike. Moyer tenía 49 años cuando finalmente pitcheó su último envío en las Mayores.

Esa incertidumbre con respecto al momento preciso en el cual un pelotero podría dar su paso definitivo hacia el estrellato es la razón por la cual algunos agentes se muestran reacios a aconsejar a sus clientes que acepten rápidamente una oferta a largo plazo con dinero garantizado. Bajo ciertas circunstancias, el firmar un pacto favorable al equipo se podría sentir como si se hubiesen quemado boletos para el gordo de la lotería antes del sorteo.

Sin embargo, luego de experimentar las condiciones brutales en las cuales se desarrolló la agencia libre este invierno, cada vez más peloteros podrían decantarse por asegurar dólares garantizados cuando les sean ofrecidos, simplemente porque se han producido demasiados ejemplos de colegas que han dejado de percibir buen dinero por haberse sentado a esperar. Mike Moustakas rechazó una oferta calificada por $17.4 millones este otoño y luego debió conformarse con $6,5 millones esta primavera. Neil Walker declinó una propuesta por tres años y $42 millones en el invierno de 2016-17 y luego de ganar $17.2 millones este verano, firmó por un año y $4 millones con los Yankees de Nueva York.

Historias con moralejas similares están surgiendo en el béisbol actual en cantidades cada vez mayores. Días atrás, un agente expresó su tesis que la creciente camada de gerencias con mentalidad "Moneyball" utilizarán esa desesperación en contra de los agentes libres el próximo otoño. "Esos desgraciados no pueden esperar a iniciar conversaciones en otoño, porque saben que habrá algunos peloteros temerosos de esperar y que se apresuarán a firmar contratos desfavorables de forma temprana", indicó el agente.

Los movimientos tectónicos en el panorama contractual del béisbol de Grandes Ligas ya parecen estar ocurriendo. En años anteriores, los Indios de Cleveland y luego los Rays de Tampa Bay encabezaron un esfuerzo a fin de firmar a prospectos jóvenes con pactos a largo plazo y favorables para las organizaciones, los cuales crearon una temprana garantía por millones de dólares, a cambio de demorar la agencia libre de esos jugadores por un año o dos y así dar mayor certidumbre en cuanto a los costos de un equipo. José Altuve, a quien se le dijo en su adolescencia que ni se molestara a ir a un tryout, acordó un contrato bajo circunstancias similares con los Astros en 2013, lo cual le garantizó $12.5 millones por cuatro años, y ha superado con su desempeño los términos de ese pacto por decenas de millones de dólares. (Hablaremos más sobre su nuevo contrato en un párrafo subsiguiente)

En años recientes, varios agentes han afirmado sentirse motivados a asesorar a una cantidad creciente de peloteros a hacerse agentes libres, en vez de firmar un contrato similar al de Altuve, para así presionar a aumentar los techos salariales. Sin embargo, en el último par de inviernos, el mercado de agentes libres se ha visto saturado con una cifra creciente de jugadores disponibles, alimentando así un problema importante de oferta y demanda existente, que ha sido explotado por los equipos a su favor. De aproximadamente 200 agentes libres (a saber, jugadores a los cuales no se les extendió contrato el otoño pasado, sumando a todos los peloteros que se sometieron al mercado libre con más de seis años de servicio en Grandes Ligas), apenas cuatro de ellos firmaron contratos por lapsos superiores a tres años (Eric Hosmer, Yu Darvish, J.D. Martínez y Lorenzo Cain). Solamente 10 peloteros firmaron pactos por tres temporadas. Aproximadamente el 90 por ciento de los agentes libres recibieron contratos por uno o dos años, o pactos de ligas menores.

En consecuencia, una pregunta que se hacen los agentes cada vez con mayor insistencia es si los peloteros muy jóvenes deberían considerar la firma de contratos a largo plazo si se les ofrecen, en vez de arriesgarse con las condiciones actuales de la agencia libre, que han sido brutales para los jugadores. Un agente expresó: "La lección a aprender es que, en el caso de muchos jugadores, si se les ofrece un buen contrato cuando se es joven, pues deben aceptarlo, para así asegurar una remuneración. Luego, si alcanzan a hacerse agentes libres en el futuro, lo que consigan sería un bono".

El contrato inicial de Altuve, por $12.5 millones, no suena oneroso en un mundo en el cual los lanzadores de élite ganan más de $1 millón por aparición. Los $325 millones que se le pagarán a Giancarlo Stanton ahora parecen billetes de Monopolio. Pero en el caso de peloteros en su primer o segundo año, que apenas han recibido los $545.000 del salario mínimo de la pelota grande, una suma garantizada de $12.5 millones puede parecer una montaña de plata.

Sin embargo, algunos agentes se mantienen firmes en su creencia que los contratos a largo plazo, en el caso de algunos jugadores, simplemente carecen de sentido. Si el pelotero parece cotizarse como talento de alto nivel (como es el caso de Bryce Harper, o Francisco Lindor, quien habría rechazado una oferta en el rango de los $100 millones el año pasado, según informes), sigue siendo lógico el hacerse agente libre, para así propiciar una guerra de ofertas entre equipos.

"Pero hay muchos otros casos en los cuales (aceptar una oferta a largo plazo) podría tener mucho sentido", expresa otro agente. "Allí es cuando el agente y el cliente deben mantenerse honestos en cuanto a la calidad de un pelotero y su cotización".

Por ejemplo: Si la hoja de vida del pelotero lo muestra en mayor parte como jonronero, podría tener sentido el asegurar dinero tempranamente, porque históricamente esa clase de jugadores han experimentado dificultades. Chris Carter fue líder de la Liga Nacional en cuadrangulares y luego fue dejado libre. Moustakas amasó 38 vuelacercas la pasada zafra, tope personal. Sin embargo, no encontró equipos que estuvieran dispuestos a tomarle como agente libre.

Ahora, las organizaciones parecen mostrarse más dispuestas a pagar por una defensiva considerada a nivel de élite (un ejemplo radica en los $184 millones que los Cachorros le pagarán a Jason Heyward). No obstante, los estudios analíticos indican que, para muchos jugadores, el declive en las condiciones con el guante se produce a una edad cercana a los 28 o 29 años; o sea, cuando la mayoría de los peloteros se hacen agentes libres.

"No se puede colocar a todos los peloteros en el mismo saco", afirma un agente. "Porque no se sabe si tendrán una temporada mediocre".

Hoffman y Moyer pueden dar fe de ello. Al igual que José Ramírez, quien nunca fue considerado realmente como prospecto súper estrella y a pesar de ello, firmó por cinco años y $26 millones luego de concluida la temporada 2016. El dominicano terminó en el tercer puesto de la votación al Premio de Jugador Más Valioso de la Liga Americana el año pasado, en una temporada en la cual tenía 24 años.

El tercera base de los Rojos de Cincinnati, Eugenio Suárez, de 26 años, firmó por siete años, con garantía de $66 millones. Antes de tener todos los términos de su contrato definidos, ya algunos agentes debatían la pertinencia de este. "Ese chico va a ser una estrella, esperen y vean", dijo un agente. "Si hubiese esperado, habría conseguido oro (como agente libre)".

Otro agente apuntó que habían pasado pocos años luego que Suárez fuera negociado por Detroit en un cambio que pasó por debajo de la mesa: fue canjeado por el lanzador veterano Alfredo Simon: "Miren su historial. Debe tomar ese contrato". Y también está el asunto de sus estadísticas comparadas entre casa y la carretera, problema que ha devaluado a los jugadores de los Rockies de Colorado en la agencia libre a través de la historia: el año pasado, Suárez tuvo un OPS digno de Clark Kent en la carretera con .694, contra los .978 que ostentó en el Great American Ball Park en Cincinnati.

La tormenta invernal que enterró las aspiraciones de los agentes libres en esta temporada baja recién concluida podría ser apenas la primera de una oleada de avalanchas anuales, en las cuales las circunstancias futuras quizás empeoren, o por lo menos, permanezcan iguales. Los términos del Contrato Colectivo que rige las relaciones laborales en el béisbol mayor no cambiarán por los próximos tres años y medio. Por ende, algunos equipos seguirán hundiéndose a propósito. Los gerentes actuales, fervientes creyentes de la filosofía "Moneyball", seguirán evadiendo el riesgo como si fueran corredores de seguros; las próximas camadas de agentes libres seguirán aumentando de tamaño, alimentadas por los peloteros que se verán limitados a firmar por una o dos temporadas. Sumado a lo anterior, tenemos las advertencias reiteradas por parte del jefe del Sindicato de Peloteros Tony Clark, con respecto a la posibilidad de una guerra laboral en el horizonte. Para algunos jugadores, esto podría alentarles a tomar el dinero que se les ofrezca lo más pronto posible.

Todo lo anterior asegura que cada vez más peloteros (y sus agentes) considerarán seriamente firmar las primeras ofertas multianuales que reciban, lo cual cambia radicalmente el panorama con respecto a lo visto hace apenas tres o cuatro años.