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¡Que nunca jamás ruede un balón en Querétaro!

LOS ÁNGELES -- Las imágenes son dantescas. Como fieras cebadas, tipos con la camiseta de Querétaro, babeantes, embrutecidos de odio, merodean los seis cuerpos desnudos de sus víctimas que aparecen en un video. Uno de esos criminales todavía pateó al individuo caído, sangrante, desvanecido, como para ponerle la firma perversa de crueldad y saña. Otro, arremete con una mesa a otro ser humano, o a los despojos de él, tumbado también sobre su sangre, sin sentido.

Sí, ocurrió en las afueras de La Corregidora en Querétaro este sábado. Los videos muestran estremecedoramente los cuerpos, abandonados, inmóviles, sin auxilio, vejados todavía más, con escupitajos. Las hienas, orgullosas de su felonía, del ajusticiamiento, se pavonean y rondan, acechan como para certificar que no hay hálito de vida, en esos organismos vapuleados, heridos, desnudos. Vándalos despiadados. Antropófagos de su propia carne y de su propia sangre.

El hombre convertido en el lobo del hombre. Todo comenzó dentro del estadio. Sí, otra vez en Querétaro. Esa plaza maldita, donde no hay equipo que se consolide, y cuya administración cambia de manos como si fuera carne envenenada. Sí, una plaza maldita. El instinto del futbol se aleja de ahí. Percibe a esos tipos sanguinarios que olisquean la plasma ajena, como homenaje propio a su voracidad. Canibalismo inconcluso.

Es, sin duda, la mayor masacre perpetrada en un estadio de futbol en México. El deporte se mancha, pero, lo más grave, ¿cuántas familias oscilan hoy entre la angustia y el miedo?

Culpables son todos. Especialmente, Manuel Velarde, promotor de sospechosas maquinaciones de futbolistas, prestanombres y testaferro, este sábado, de hechos delincuenciales. Se ostenta como dueño, cuando se sabe que hay una turba mafiosa de representantes de jugadores y entrenadores detrás de él.

Es el responsable, porque en sus manos estaba garantizar la seguridad. ¿Fue él quien no quiso pagar al Ayuntamiento y al Gobierno del Estado por servicios especiales? Responsable, sin duda. Y obviamente, en ese conflicto de intereses, el municipio y el estado terminan siendo responsables.

Seamos sinceros: ¿Alguien extrañaría a Querétaro si este lunes se atrevieran la Liga MX y la FMF a desafiliar al equipo? Nadie. Insisto, una plaza maldita. Mejor que muera esa plaza, antes de permitirle que provoque muertes.

Pero, tanto Mikel Arriola como Yon de Luisa han demostrado su tibieza ante los grandes desafíos que se les atraviesan. Cierto, no son directamente responsables, pero con los antecedentes de Querétaro, la pasividad es una forma de complicidad.

Tolerar la barbarie es ser parte de ella. Vetar la plaza, aplicar una multa, cuando hay tantos antecedentes con Querétaro, equivale simplemente darle una nalgadita a un reincidente con tanta saña y crueldad.

Los testimonios en redes sociales de aficionados de Atlas y Querétaro coinciden en algo. No había fuerzas de seguridad para frenar la violencia, acaso un par de agentes que terminaron huyendo en lugar de solicitar refuerzos y apoyo.

Y, ojo, si Arriola y De Luisa se quedan pasmados, prohijando esta masacre, esta orgía de sangre, habría que esperar que los otros 17 presidentes de club salgan de esa matriz de miedo y de acobardamiento en la que están sumergidos compungidamente y exijan el veto total a la plaza.

Entiéndase, después de lo ocurrido este sábado, jamás, nunca jamás, debe rodar un balón de futbol en Querétaro. ¡Plaza maldita!