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Los reglamentos de la Federación Mexicana de Futbol están redactados con letras muy frágiles

Los reglamentos de la Federación Mexicana de Futbol están redactados con letras muy frágiles; son páginas llenas de renglones y párrafos que pocas veces se respetan. Los botones de muestra sobran.

Ni siquiera había empezado el Clausura 2019 y el América ya había violado uno de sus artículos. Suena difícil, pero así fue: Cuando las Águilas recién se coronaron campeonas del Apertura 2018, la Federación aceptó el cambio de fecha para su partido de la Jornada 1, a pesar de que el artículo 56 del reglamento de competencia dice con contundencia: “La reprogramación deberá obedecer a la celebración de un partido avalado por la FMF, FIFA o Confederaciones o por compromisos del club debidamente justificados ante la presidencia de la Liga”.

Sin embargo, el América no cumplió ninguno de esos requisitos y aprovechó la postergación de su juego contra el Necaxa para festejar su título con una celebración de gala en el Estadio Azteca. El torneo dejó muchos otros ejemplos que dejan ver que las reglas de la máxima casa del futbol se pasan por alto.

Jornadas después, Cruz Azul también violó un artículo cuando, previo a su partido de mediodía en Toluca, durmió en la Ciudad de México, a pesar de que el reglamento le exige estar en un rango de 50 kilómetros cinco horas antes del silbatazo inicial. También Pumas dejó ingresar a la tribuna una bandera gigante, estrictamente prohibida en los libros de la Federación. La cotidianidad con la que en el futbol mexicano se viola la regla, hace que ya no cause mucha extrañeza.

Los reglamentos de cualquier empresa son un pacto entre un grupo de asociados que buscan convivir con armonía. Los procedimientos de su aprobación pueden variar, pero la mayoría de las veces hay largas juntas donde los dueños plantean los lineamientos a seguir y, después, sus abogados, lo plasman en el papel.

Eso sucede en la Federación, sólo que el reglamento no se aplica con equidad. El castigo de las faltas puede variar de acuerdo a los colores del equipo o en consideración al peso político de su dueño.

Uno de esos momentos de decisión se acerca al final de este torneo. En el estrado se encuentra el Veracruz, un equipo que empezó el torneo con la seguridad de que, en caso de descender, podía pagar 120 millones de pesos para mantenerse en Primera División. Pero hoy su dueño, Fidel Kuri, uno de los empresarios lejanos al corazón de los principales dueños del balón, se encuentra atrapado entre los reglamentos y los acuerdos internos de la Federación.

Aunque en las reglas se lee que los Tiburones no pueden pagar los 120 millones de su salvamento, porque el San Luis, el equipo que ascendió, está certificado, Kuri asegura que tiene un acuerdo firmado por los presidentes de los equipos para que esa promesa se pueda cumplir.

Nadie sabe qué prevalecerá: la regla escrita o el acuerdo en lo oscuro de un grupo de directivos.

Lo que es un hecho es que Kuri se encuentra a merced de un reglamento que pocas veces se cumple; de ordenamientos que favorecen a un grupo selecto y de interpretaciones que pueden ser utilizados en contra de alguien que esté fuera de sus intereses. Nadie arriesgaría su dinero por asegurar que el Veracruz esté en Primera División del próximo torneo, menos en una Liga que utiliza los reglamentos según le conviene. Kuri está en el banquillo de los acusados, pero no será juzgado con la objetividad de la regla escrita.

Su destino en el futbol depende de una frase que se adjudica a Benito Juárez y que se aplica en la Federación: “Justicia y gracia para los amigos; todo el rigor de la ley para mis enemigos” .