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La realeza siempre viste de blanco, pero brilla en color negro en remontada del Real Madrid sobre el Milán

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Federico Valverde y Vinicius Jr dieron la victoria al Real Madrid (4:18)

Con doblete de Valverde y el gol de último minuto de brasileño, el conjunto blanco remontó por 3-2 ante el AC Milan en un partido amistoso celebrado en el Rose Bowl de California. (4:18)

LOS ÁNGELES -- Conocida lección de Real Madrid. Gana cuando quiere -casi siempre- y cuando debe -casi siempre-, porque poder, casi siempre puede y en un duelo espectacular, venció 3-2 al Milán en un fastuoso partido engalanado por un abarrotado Rose Bowl en Pasadena, California.

Alrededor de 80,000 aficionados vistieron de blanco la tribuna del coliseo angelino para presenciar el duelo del Soccer Champions Tour, un compromiso absoluto de ambos ministerios de la grandeza del futbol europeo. Nada qué reclamarles a los clubes español e italiano por la generosidad del esfuerzo y del futbol, más allá del innegable escenario de vivir la fase de pretemporada.

Presente en la tribuna, el tipo que no llega, el tipo que anhela el madridismo, el que suplican los merengues, el que juega desde hace años con el fervor blanco. Kylian Mbappé bufaba la tribuna. Mbappé, reclamaba la tribuna. Mbappé imploraba la tribuna color perla.

La Casa Blanca se colapsó en el primer tiempo. Pujanza e intenciones, pero Milán respondió con la simpleza del impío, un compromiso asumido, sin duda. Dos equipos dispuestos a sobrepasar las comodidades de un partido de exhibición. Crédito absoluto para ambos en satisfacer las ansias de futbol pese a dañar, en la primera mitad, a la población blanca dominante en el impresionante tendido del Rose Bowl.

Real Madrid se sintió obligado a tomar el mando del juego, Milán jugueteó con la franca inocencia de un Madrid organizado con un plantilla joven, prometedora, ansiosa y con la esperanza ciega en que Jude Bellingham respaldara el resumé de sus grandes cualidades y floridos augurios. Entre él, Brahim Díaz, Ferland Mendy, Federico Valeverde y el esfuerzo generoso de Lucas Vázquez, facilitado parcialmente por el desdén de Christian Pulisic, quien llegó en un momento, fiel a sus debilidades, a irse del partido, pero penetrar por los costados, lloviznar de balones el área, dejó pocas posiciones de gol y, de hecho, los dos momentos que estremecieron al guardameta Marco Sportiello fueron dos balazos de Toni Kroos cuando invadía el último tercio de la cancha.

En esa fiesta de ineficacias, acordonando al Milán, un descuido defensivo del arquero Andriy Lunin, Éder Militâo y Nacho en la marca, permite a los italianos tomar ventaja.

Pulisic cobra desde el rincón por izquierda, el balón aparece en el área, donde los dos metros y 80 kilos de fibra y nervio de Fikayo Tomori superan y vence de cabeza a Lunin, quien resortea sin éxito. El Milán se va al frente 1-0 al minuto 25.

Si el Real Madrid había sufrido en la salida, el 2-0 al minuto 42 llega de esa manera. Ruben Lotus-Cheek recupera en un intento de desahogo de los merengues desde el fondo. La entrega es a Luka Romero, un duranguense, pero confeso argentino, quien controla y mete un zapatazo tan potente como colocado para pintar de luto la Casa Blanca.

Carlo Ancelotti apenas se inquietaba. Gritaba, manoteaba, puntualizaba, pero volteaba a la banca y sabía que tenía soluciones nerviosas, ansiosas, explosivas y dispuestas a cambiar la historia detrás de esa incógnita del 2-0.

Para el segundo tiempo, los Merengues mandaron a los párvulos a la banca y sacaron de ahí a los tipos con cicatrices, con medallas y expertos en rescatar al barco cuando parece zozobrar.

Con la sirena de alarma, ingresan Vinicius Júnior, David Alaba, Rodrygo, Antonio Rudiger, Aurelien Tchouaméni y más.

Real Madrid se acerca de la manera más absurda. Un disparo potente, lejano, pero accesible de Valverde termina por escurrirse entre la entumida y contrahecha humanidad del arquero Sportiello. Un 2-1 al minuto 57 que, cuando la marabunta blanca empieza a maquinar, es una amenaza más que una advertencia.

Sólo dos minutos después, aparece de nuevo Valverde, pero esta vez con una hechura más pulcra, un balazo desde fuera del área al que esta vez, la estatua de sal de Sportiello le hubiera sentado mejor que el tibio e inútil intento de reacción.

El marcador está 2-2 y con 31 minutos, al menos, por delante, para un Milán que ya había perdido la idea dominante del primer tiempo. Entre el cansancio y el brío madridista, los italianos urgieron al entrenador Stéfano Pioli a tratar de rescatar la misericordia del empate, pero también a aspirar a un imponderable en el área madridista.

Rafael Leao, Olivier Giroud, Theo Hernandez, Simon Kjaer y el regimiento completo. Milan también intentaba, en el recambio, romper la codicia silenciosa del marcador.

Equilibrado el partido, con la palabra de honor de Leao y Hernández como motores del Milan y remates de Giroud y de Luka Romero confirmarían la rebeldía y la dignidad de uno de los equipos emblema de Italia.

Pero, diría Perogrullo, el Madrid es el Madrid y un zapatazo desde el fondo del eterno Luka Modric a la velocidad Fórmula 1 de Vinicius termina en el despegue del brasileño, quien limpia a sus seguidores, se planta ante Sportiello, lo amaga y lo vence casi burlonamente para el 3-2.

Y claro, sobresaliente el espectáculo aparte que pretendió ser siempre Vinicius Junior, cuyo nombre retumbó casi al parejo del aliento gutural y decibélico del, “¡Madrid, Madrid, Madrid!”.