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Spurs prevalece como equipo tras J1

Si un equipo depende pura y exclusivamente de un jugador, entonces quizás deberíamos re-evaluar ese mote de equipo.

Se trata de un solo partido y cuatro minutos son pocos como para exagerar o generalizar, pero la reacción (o falta de) de Miami Heat en la parte candente del primer juego de la serie ante San Antonio Spurs fue más que preocupante. Los visitantes desaparecieron del partido, cuando LeBron James regresó a la banca, imposibilitado de jugar debido a calambres severos a causa de deshidratación.

La realidad es que el calor fue un factor que alteró el curso del partido, pero que afectó a cada integrante de los dos equipos por igual. Fue ahí donde la estrategia entró en juego y si hablamos de estrategia, hablamos de Gregg Popovich.

El viejo zorro entrenador de los texanos, en realidad, no debió hacer nada demasiado distinto de los que nos tiene acostumbrados. El dirigente siguió rotando a sus jugadores, asegurándose ese descanso que ha sido tan vital para el presente de su equipo.

Los Spurs esta vez tuvieron a cuatro jugadores por encima de los 30 minutos y Tony Parker, regresando de un problema en su tobillo, disputó 37.

No es casualidad que el primer equipo en la historia de la NBA en completar la temporada regular sin tener un jugador que promedie 30 minutos por noche supere un escollo como este de una manera tan natural. Los Spurs se cansaron, no quedan dudas, pero sus músculos resistieron porque desde hace años están recibiendo más descanso de lo que es común en la liga. Los Spurs, una vez más y a base de sacrificio, sacaron la ventaja desde la generosidad.

El calor afectó a LeBron, pero bien podría haber sido una torcedura de tobillo, un tirón en el tendón de la corva o una situación de estar cargado de faltas. Para que quede claro mi concepto, James es el motor de Miami, pero no debería ser el único. Un equipo tan competitivo, el actual bicampeón de la liga más poderosa del mundo, no debería desmoronarse tan fácilmente al perder a su mejor soldado.

Esto sucedió y lo demás fue historia. Eso fue pese a que Dwyane Wade y Chris Bosh jugaron decididamente bien. Sin embargo, sus +/- fueron de -18 y -12 respectivamente. El de James fue exactamente de 0.

Los Spurs, por su parte, tuvieron a cinco jugadores en números positivos, siendo los dos más vitales Boris Diaw y Manu Ginóbili, quienes acabaron con +30 y +22. Estos dos fueron los grandes artífices de la que fue quizás la estadística más relacionada a lo que fue el resultado final: las asistencias.

San Antonio asistió en 30 de sus 40 canastas, un devastador 75 por ciento que es difícil de igualar. Al final dispararon casi 59 por ciento desde el campo y 52 por ciento en triples, números que lograron opacar las 23 pérdidas de balón que, sobre todo en el tercer episodio, pusieron en riesgo la victoria.

Ginobili acumuló 11 de esos pases-gol, y junto a sus dos compañeros franceses se aseguraron de que la bola se siguiera moviendo. El mensaje era claro: Spurs iban a morir de pie, "con la suya", moviendo la bola de lado a lado e intentando desbaratar una defensa que por momentos parecía impenetrable. Las pérdidas se acumularon, pero también lo hicieron las asistencias.

El esfuerzo de Miami, en un calor agobiante, fue abrumador, pero a la larga pagaron el precio de tal entrega física. San Antonio, cual boxeador que desgasta a lo largo de 11 rounds, se guardó la estocada para el final.

La imagen para la posteridad será James siendo cargado entre dos personas, totalmente incapaz de caminar por su propia voluntad. Sin embargo, resulta imposible ignorar esa racha de 16-3 que selló el partido una vez que El Rey salió definitivamente. Los Spurs, después de todo, consiguieron 36 puntos en el último periodo, jugando bajo el mismo calor que erosionó las aspiraciones de Miami.

San Antonio, como equipo, venció a James, al calor y la adversidad, y de esa forma están un paso más cerca del título, la revancha y la gloria.