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Messi. Y punto

BARCELONA -- Leo Messi marco dos goles, nada nuevo en su carrera y tampoco nada extraño en sus estrenos ligueros. En los últimos años ya lo hizo. Pero... ¡Qué Messi se vio esta noche en el Camp Nou! La Pulga recuperó de forma mayúscula su mejor versión y mostró al mundo del fútbol en general que para nada precisa cambiar su personalidad.

Jugó, tal y como avanzó en días pasados ESPN, de lo que quiso, donde quiso y como quiso. Quien esperase a un Messi diferente en el campo ya puede ir variando el discurso porque Leo tomó la batuta de principio a fin en cuanto a dirigir el ataque azulgrana se refiere.

Sin embargo, al '10', al crack, al ganador de cuatro Balones de Oro se le esperaba algo más desde hace meses. Si Messi puede, el Barça vuela y él es el piloto principal de este avión a reacción, que corre hacia adelante y hacia atrás. Porque el estreno liguero de Messi fue sencillamente espectacular.

No solo cumplió su cuarto año consecutivo comenzando la Liga con un doblete de goles, sino que se mostró brutal hacia adelante y hacia atrás. Se le contaron hasta cinco recuperaciones de balón, se arriesgó a ganarse una tarjeta amarilla por una falta que hizo frente al banquillo del Elche. Luchó, peleó, esprintó, asistió, combinó, marcó.

Luis Enrique advirtió en los días previo, en plural, que quería que sus hombres, todos, le pusieran las cosas difíciles, pero Messi se lo puso muy fácil. Demasiado. Sin discusión. La mejor versión de la Pulga reapareció en el Camp Nou en un estreno liguero que borró de manera incuestionable cualquier duda.

Abrió el marcador con un giro excepcional en la frontal del área, controlando en velocidad para cruzar el balón sin opción al meta del Elche, y lo cerró con una jugada marca de la casa, controlando en el costado, llevándose con maestría la pelota hasta encontrar el hueco exacto, el sitio oportuno para lanzar un disparo raso, seco a la vez que suave e imposible de detener. Fue la manera maravillosa para cerrar su actuación personal.

A seis goles del récord de Zarra, Messi se marchó del césped con el brazalete de capitán por cuanto se lo entregó Iniesta con Xavi mirándolo desde el banquillo. El peso de su personalidad quedó entonces ya marcado. El regreso soñado se hizo realidad. La Pulga está de vuelta.

El mismo '10' tristón, alejado del protagonismo y apenas trascendente que se despidió en este mismo escenario hace tres meses mutó en aquel crack eléctrico. Y arrastró consigo a un Barça renacido y llamado a luchar por la gloria.