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EE.UU. es una selección impaciente

El marcador final fue engañoso, dando la apariencia de que Estados Unidos le dio otro baile a otra pobre victima indefensa como Turquía con su victoria por 98-77 en Bilbao, pero en realidad el experimentado conjunto turco logró exponer algunas debilidades importantes del joven equipo estadounidense.

Este domingo, por ejemplo, aprendimos que EE.UU. es una selección impaciente. Ese es un rasgo bastante común para un núcleo de jugadores cuyo integrante más experimentado es Rudy Gay, y el tiene apenas 28 años.

¿A qué me refiero con impaciente? A que por ejemplo cuando Turquía le jugaba de igual a igual, Estados Unidos caía en la predecible trampa de la marca zonal que invitaba a los norteamericanos a tirar desde lejos sin mover la pelota de lado a lado.

El principal responsable de ello era Stephen Curry, un tirador supremamente eficaz que sin embargo confió demasiado en su talento y se vio frustrado por el plan turco encestando apenas tres de sus 11 tiros de campo en el partido.

Curry, al igual que varios de sus compañeros, lanzaba sus tiros desde larga distancia que para ellos son de media distancia en la NBA con 15 o 17 segundos restantes en los 24 disponibles para tirar cuando la mejor opción hubiese sido pasar el balón, moverse, aprovechar una o dos cortinas y luego sí tirar ante una defensa desarmada con cinco o seis segundos restantes.

El jugador joven que sabe que es superior a su rival a veces se olvida de que el talento por sí solo no gana partidos, mucho menos campeonatos, todo el tiempo. El aspecto mental es tan o más importante que el físico cuando se trata de intentar obtener una ventaja.

Otro aspecto del juego que frustró a Estados Unidos fue la estrategia de faltas rápidas de su rival apenas los dirigidos por Mike Krzyzewski contaban con la oportunidad de salir en un contraataque veloz tras robar el balón. Eso frenaba a un equipo que funciona óptimamente en velocidad, y así fue como Turquía se fue al descanso con una ventaja de cinco puntos en el marcador.

Eso sí, hay que darles crédito a Krzyzewski y sus jugadores por darse cuenta de su error y salir del vestuario atacando más la zona pintada con Kenneth Faried y Anthony Davis como pilares de una nueva estrategia. Así fue como Davis pasó de no anotar en la primera mitad a despacharse con 19 puntos en la segunda parte, como Faried fue el máximo anotador del partido con 22 unidades y como EE.UU. liquidó el asunto con un parcial de 63-37 en los últimos 20 minutos.

Además, el cansancio de Turquía era evidente y eso generó más contras limpias estadounidenses que en el primer tiempo. En el segundo tiempo, la disciplina turca fue la que brilló por su ausencia.

Esta lección fue algo bueno para el conjunto estadounidense, una manera de mirarse al espejo y reconocer ciertas limitaciones que les demuestra que no son un Dream Team invencible.

Turquía fue apenas el primer escollo moderadamente difícil en una situación de riesgo leve, el segundo partido del grupo, para Estados Unidos. Todavía quedan rivales de mayor jerarquía en su camino en instancias de eliminación directa, rivales que no van a sacar el pie del acelerador tras un puñado de minutos de supremacía.

Todos cometemos errores, todos tenemos nuestras imperfecciones, y Estados Unidos no es la excepción a la regla. Lo que Krzyzewski debe conseguir es que sus pupilos no olviden lo aprendido este domingo para que esos errores no se repitan, ya que si se repiten el precio que podrían llegar a pagar sería demasiado alto y arrepentirse no valdrá nada.