<
>

Conade: Caras nuevas; problemas de siempre

MÉXICO -- Quienes lo conocen de cerca, dicen que es un apasionado del tenis. Que su oficina es una especie de colección itinerante de raquetas y memorabilia relacionada con el deporte blanco. Que es un admirador de Rafael Nadal. Que es campeón nacional de paddle tenis y que no pudo asistir al campeonato mundial de este deporte porque, antes de ser nombrado como director de la Conade, se encargaba del Operativo para rescatar a Michoacán de los puños del narcotráfico.

Las líneas del currículum de Alfredo Castillo son las de un aficionado con disciplina o, quizá, las de un deportista perseverante. Pero eso no es lo que pesó para su designación al frente del deporte nacional. Antes que sus habilidades deportivas, Castillo es un hombre cercano al presidente Enrique Peña Nieto. Como subprocurador de justicia del Estado de México (durante la administración de Peña Nieto), su reputación se contaminó con el mediático caso de la niña Paulette. A pesar de ese tropiezo, fue ascendido al escalón máximo de la justicia estatal. Ya con Peña Nieto como presidente, ocupó posiciones de mando en la Procuraduría General de la República, en la del Consumidor y en la citada guerra antinarco de Michoacán, donde frecuentemente aparecía con la camiseta del Barcelona y todas las veces con voluminosos operativos de seguridad.

En esos meses no imaginaba que sería nombrado como director de la Conade. Pero la administración de Jesús Mena comenzaba a perder fuerza y daba las primeras señas de fragilidad el 10 de septiembre de 2014, cuando fue forzado a renunciar a su cargo y pocos días después fue reinstalado por las presiones de Mario Vázquez Raña, quien apoyó la campaña presidencial de Peña Nieto y exigió a cambio el control del máximo puesto del deporte. Pero Vázquez Raña murió el pasado 8 de febrero y Mena quedó expuesto. Ya no era invitado a la presentación de los máximos proyectos deportivos y sólo dos meses después fue separado de su cargo.

Es entonces cuando aparece Castillo y la pregunta acerca de su experiencia en administración deportiva, en una de las épocas más complicadas de la Conade en años recientes. El nuevo hombre fuerte del deporte nacional tendrá que jugar en contra de los recortes presupuestales, de las quejas de los atletas por pagos de becas atrasadas y en contra de la presión de los próximos Juegos Panamericanos, donde México ha presupuestado ganar menos de la mitad de los oros que consiguió en Guadalajara 2011.

Para hacerle frente a las asignaturas pendientes del deporte mexicano, Castillo deberá demostrar que es más que un buen aficionado: instalaciones subutilizadas, deporte masivo insuficiente y un pequeño deporte de élite que se lleva gran parte del presupuesto, además de la falta de ciencia deportiva y de la ausencia de entrenadores especializados. Si el deporte nacional siempre ha sido un cargo político, hoy ni siquiera tiene la cara de un hombre ligado al sistema atlético del país. Rostros nuevos para los problemas de siempre.