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Blatter se ahoga en la corrupción

ESPN.com.mx

MÉXICO -- Los tiempos políticos son un bote que sube y baja con la marea. En 1998, en una tarde de primavera parisina, Joseph Blatter lanzaba su campaña para sustituir como presidente de la FIFA al interminable Joao Havelange. Hombro a hombro con Blatter se encontraba Michel Platini, la gloria del futbol francés que había organizado una recepción con champaña en las oficinas de París del Comité Olímpico Internacional. El brasileño Havelange había puesto el mantel verde al abogado suizo, secretario general del futbol mundial desde 1982. Blatter comenzaba la competencia con todos los votos de Sudamérica, Centroamérica y el Caribe y el Medio Oriente. Ganó las votaciones con 111 votos, contra 80 del sueco Lennart Johanson.

Más de 17 años después la marea bajó. Platini, el ex futbolista despeinado que se retrató en aquel triunfo, es uno de los más feroces detractores del hombre que hizo de la FIFA una cueva de más de 40 ladrones. Los documentos salen del lodo: hoteles de cinco estrellas, vuelos de primera clase, Mercedes negros, comidas por más de 500 dólares sin comprobación y sueldos mensuales de más de 50 mil dólares para los incondicionales del presidente. Recientemente, medios ingleses filtraron que el sueldo del mandamás ascendía a dos millones de dólares mensuales.

Los primeros tres años de su mandato coincidieron con llegada de la televisión digital. Grandes ganancias y grandes quiebras. La corrupción de Blatter encontró las primeras planas casi desde ese entonces, cuando en 2001 ISL, la compañía que llevaba la mercadotecnia de la institución, declaró que tenía deudas por más de un billón de dólares. Parte de ese dinero se había desviado a cuentas de alto perfil de la FIFA por medio de la televisora Globo, de donde se habían canalizado más de 400 millones. Se le acusaba también de repartir dólares a quienes lo acusaban de comprar votos.

Así fue su mandato. Con las multimillonarias ganancias que dejaba el futbol mundial, Blatter empezó a comprar la incondicionalidad de los afiliados de una Federación que aglutina más países que la ONU y se reeligió. Se documentaron más casos de sobornos y beneficios a los más altos niveles. Pero la cumbre de los billetes se dio en 2010, cuando se asignó la sede del Mundial de 2018 a Rusia y, en un hecho sin precedentes, a Catar, la de 2022 (Sin precedentes, porque una sede nunca se había asignado con 12 años de anticipación). Nadie lo sabía entonces: la corrupción había llegado a niveles que no se habían visto en el balón.

La FIFA es una organización, cuya reglamentación está basada en el derecho suizo y que está muy poco acostumbrada al escrutinio externo. Es por eso que se sintió incómoda con la más reciente investigación. Blatter y sus hombres, que administran privadamente el futbol, uno de los bienes públicos más valiosos del mundo, acostumbraron escarmentar sus deslices con las reglas internas. Con los códigos de una logia.

Es por eso que Blatter, a pesar de mayoritear una vez más la elección del pasado 29 de mayo, no salió favorecido de estos nuevos impactos. Más bien se sabía acorralado. Los votos que le dieron la más reciente reelección fueron trabajados durante 17 años. Este último golpe apenas comenzaba y fue orquestado desde varios frentes: el legal, que fue encabezado desde Estados Unidos y que derivó en la detención de 13 peces gordos del escritorio del futbol dos días antes de que fueran a las urnas; el deportivo, que amenazó con el posible boicot de varias selecciones de importancia a participar en los eventos que organiza la FIFA; el económico, que encabezaron los patrocinadores, al anunciar sus posibles renuncias y también el mediático y el político.

Fuentes cercanas a la investigación revelan que el FBI tiene la evidencia suficiente para que la mayoría de los colaboradores de Blatter quieran evitar la cárcel si dan información trascendental acerca de su jefe.

Todo vuelve a aquel 2010. La sede de Catar, fundida por el calor, no interesaba a los patrocinadores y era un requisito que el mundo no quería cumplir. Los tiempos de la política también son exactos. La mayoría de las sedes mundialistas se asignan con siete años de anticipación y es todavía tiempo para reasignar la sede del Mundial del desierto, de 2022. Hoy el abogado suizo que desde hace 17 años gobierna la FIFA puso su renuncia en el escritorio. El petróleo le llegó al cuello al igual que a su Secretario General y a sus colaboradores más cercanos. El epitafio de su administración será escrito en Catar.