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Otra vez a la carga

BUENOS AIRES -- Riquelme ha vuelto a demostrar su peso político en Boca, una influencia que parece no haber decrecido por su retiro o largas vacaciones, nunca estará claro.

Ahora regresó con un surtido de frases por lo menos desconcertantes. Convocó a los periodistas amigos para decirles que se perdió la oportunidad de jugar en Brasil por culpa del presidente Angelici, que "no firmó los papeles a tiempo".

Que se sepa, Riquelme nunca insinuó su intención (mucho menos la certeza) de mudarse a Brasil. Y si así hubiera sido y su antiguo empleador efectivamente pretendió demorar los papeles para perjudicarlo, ¿qué hizo Riquelme?

¿No presionó al dirigente de Boca para que no obstaculizara su libertad de trabajo? Habiendo agotado esta instancia, ¿no se presentó en la Justicia para remediar el atropello? Se ve que no. Que se limitó a contemplar, cruzado de brazos, como se consumaba la injusticia de un autócrata.

Difícil conceder semejante indolencia cuando se trata de millones de dólares y de los últimos cartuchos de Román en una profesión condenada fatalmente a la fugacidad.

Por otra parte, el jugador lanza esta versión en el preciso momento en que se define la permanencia de Falcioni al frente del plantel. La continuidad del actual entrenador (a pedido del actual presidente) le cierra definitivamente la puerta de Boca a Riquelme.

Y no olvidemos que hace unos días Román expresó su deseos de regresar al club. O al menos coqueteó con esa posibilidad.

Se ve que el panorama hostil llevó al ex diez de Boca a expandir sus denuncias. No sólo la ligó Angelici por haber coartado su carrera. También cayó Ameal, el antecesor de Angelici, quien habría sembrado un sentimiento adverso a Román en la hinchada de Boca.

También condenó a La 12, el sector duro de la tribuna con el que, según dice, nunca se llevó bien porque jamás le dio un peso. Recordó además que una encuesta de hinchas lo consagró como el máximo ídolo de la historia de Boca, se declaró perseguido y censurado en la cancha de sus amores y, antes de apagar el ventilador, agregó, con palabras más elegantes, que el equipo de Falcioni es un desastre.

Las redes sociales son un buen termómetro de las adhesiones que en los últimos días ha cosechado Riquelme entre los aficionados. Habrá que ver si esa simpatía implica comprar su relato.
Para tomar por cierto este cuento habría que aceptar que, salvo Román, todos son villanos: la barra, el presidente, el técnico y el equipo.

La arrogancia tal vez conspire contra la eficacia del discurso. Las historias en las que sólo el héroe puro y valiente queda en pie llevan la firma de Hollywood. Y aunque son apasionantes, nadie las da por verosímiles. >