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México-PR, rivalidad a muerte

"De pie o muerto, pero nunca de rodillas", dijo Wilfredo Gómez antes de una de sus peleas más célebres: su derrota de 1981 ante Salvador Sánchez, una pelea en la que, precisamente, terminó arrodillado y sangrante sobre el cuadrilátero después de recibir un contundente nocaut.

"Cotto pega como una niña", diría un Antonio Margarito con el rostro sangrante y desfigurado por los golpes, inmediatamente después de caer por nocaut técnico en 2011 ante Miguel Cotto en el Madison Square Garden.

Ambas citas, tan aguerridas y hasta arrogantes, pueden entenderse mejor si se entiende el contexto en que se dijeron: el de la rivalidad casi a muerte entre el boxeo puertorriqueño y el mexicano.

"Nada se asemeja, entre los fanáticos hispanos, a la batalla que hace 30 años viene librándose entre los mejores peleadores de México y Puerto Rico", dijo el destacado analista boxístico Steve Farhood, precisamente poco antes de que Cotto recibiera la oportunidad de vengar su derrota ante Margarito.

Esa mención de los "30 años" es significativa: al igual que muchos otros expertos boxísticos, Farhood precisamente asigna como fecha de inicio para esa guerra sin cuartel el combate del 21 de agosto de 1981, en el cual Gómez, el demoledor campeón súper gallo, subió al peso pluma para retar a Sánchez.

Aunque el boricua había enfrentado en 1978 al invicto noqueador Carlos Zárate en la pelea que todavía muchos consideran la más grande e impactante del boxeo puertorriqueño, la pelea de Gómez y Sánchez, celebrada en el Caesars Palace de Las Vegas, incluso la superó: tanto en exposición mundial, como el fervor casi patriótico, o incluso bélico, con el cual ambos boxeadores se expresaron antes de subir al ring.

Y resultó ser, también, el primer gran triunfo del boxeo mexicano sobre el boxeo puertorriqueño.

De ahí en adelante, la rivalidad quedó plasmada para siempre, alcanzando nuevas cumbres con encuentros estelares como los de Julio César Chávez contra Héctor 'Macho' Camacho o Félix 'Tito' Trinidad contra Oscar de la Hoya, hasta el punto de que resulta inevitable que se mencione cada vez que vayan a medirse un puertorriqueño y un rival de sangre mexicana: como ocurrirá el próximo sábado, cuando Juanma López rete al californiano de ascendencia mexicana Mikey García por el título pluma de la OMB en Dallas.

Aunque también se menciona a veces cuando el mexicano y el boricua apenas vayan a enfrentarse en una preliminar a seis asaltos.

"Siempre se menciona", dijo recientemente Rudy Hernández, el entrenador californiano de ascendencia mexicana radicado en Los Angeles, "pero es más especial cuando los dos son peleadores ya establecidos, que son ídolos en sus respectivos países: entonces sí que parece que sacan lo mejor de sí".

¿De dónde viene esa rivalidad?

De una forma u otra, existe prácticamente desde que los peleadores de ambos países comenzaron a sobresalir en el boxeo internacional: después de todo, en 1934, el peso gallo Sixto Escobar se convirtió en el primer titular mundial de la historia del boxeo puertorriqueño cuando, en una pelea celebrada en Montreal, noqueó en nueve asaltos al legendario peleador mexicano Rodolfo 'Baby' Casanova, también conocido como El Chango.

Y luego Carlos Ortiz, el segundo peleador de Puerto Rico en conquistar una corona mundial, también lo hizo frente a un mexicano, cuando en abril de 1960 dispuso en el décimo asalto de Raymondo 'Battling' Torres para coronarse como campeón junior welter.

Ya para mediados de los años setenta, cuando Pipino Cuevas se convirtió en el primer mexicano en destronar a un boricua al noquear a Ángel 'Cholo' Espada para conquistar el título welter de la AMB, ambos países se habían convertido en potencias mundiales del deporte y estaban acostumbrados a dirimir sus diferencias sobre el ring.

Pero no es solo eso: además de haber producido, en total, unos 200 campeones mundiales (Puerto Rico anda por los 60), México cuenta con miles de boxeadores profesionales, hasta el grado de que sus boxeadores inundan incluso buena parte de las carteleras que se celebran en los Estados Unidos.

"¿La rivalidad?" preguntó recientemente el excampeón puertorriqueño Juan Laporte, quien llegó a cruzar guantes tanto con Salvador Sánchez como con JC Chávez. "Es porque somos latinos los dos. ¡Y hay tantos mexicanos!"

Pero aunque en los últimos años los mexicanos han llevado la voz cantante en estas confrontaciones -- habiendo ganado ocho de las últimas 13 desde 2010 --, de acuerdo a un recuento extraído de la página de récords boxísticos Boxrec.com, los puertorriqueños mantienen una ventaja histórica de 75-53 (con dos empates y un no-contest) a partir de aquella primera victoria de Escobar sobre Casanova.

DOS ESTEREOTIPOS
Es una rivalidad que incluso ha fomentado una visión distorsionada del bando contrario.

Para algunos mexicanos, por ejemplo, el típico boxeador puertorriqueño es un "correlón" que, cobardemente, rehúsa cambiar golpes a lo puro macho.

O por lo menos esas eran las expresiones que, casi "palabra por palabra", solían emanar de todos los mexicanos que se enfrentaban a Iván Calderón, o los que antes tuvieron que vérselas con 'Macho' Camacho.

También, creen que el típico peleador puertorriqueño es bocón e irrespetuoso.

¿Un ejemplo? Se dice que Edwin 'Chapo' Rosario habló tanto antes de su pelea con Julio César Chávez que éste alargó a propósito su agonía sobre el ring, con tal de seguir conectándole más golpes... en la boca.

Para muchos puertorriqueños, entretanto, el típico peleador mexicano es un tipo lento, de escasa técnica, que viene siempre hacia el frente recibiendo demasiados golpes.

La realidad, sin embargo, es que se trata de dos estereotipos que no necesariamente responden a la realidad: "Si uno viene a ver", dijo el entrenador Hernández, "en el boxeo no hay mucho de donde escoger: o se es boxeador, o se es fajador y pegador, independientemente de la nacionalidad".

"En el boxeo puertorriqueño hay de todo un poco: ahí estaba Wilfredo Gómez, que dependía de su pegada y de su fuerza, pero también estaba Wilfredo Benítez, que tenía una gran escuela de boxeo".

Igualmente, Trinidad, Cotto y Calderón, entre muchos otros, han sido campeones boricuas que se han caracterizado por tratar con respeto a sus oponentes.

Del mismo modo, una gran cantidad de peleadores mexicanos --desde Salvador Sánchez hasta acá, o incluso desde antes -- escapa por completo del estereotipo del fajador dispuesto a recibir golpes, incluyendo, en tiempos más recientes, a Juan Manuel Márquez, o a Saúl 'Canelo Alvarez.

Para el veterano entrenador puertorriqueño Manny Siaca -- quien ha estado en la esquina de docenas de campeones mundiales, incluyendo a Edwin 'Chapo' Rosario --, su visión del boxeo mexicano también se aparta mucho del estereotipo:

"Tienen una gran condición, porque estrenan en la altura", dijo, "y porque tienen tanto 'sparring', por tener tantos boxeadores: no es como aquí (en Puerto Rico), que uno hasta tiene que traer chatas de afuera".

Sí concede que los boxeadores mexicanos suelen ser respetuosos y de pocas palabras -- con la excepción ocasional de un Antonio Margarito --, pero aseguró que eso en modo alguno debe ser visto como algo negativo.

"Son callados antes de una pelea", dijo Siaca, "pero en el ring... hay que pelear de verdad con ellos".