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Tiempo de incertidumbre

Selem Safar es una de las figuras que se quedaron en el torneo doméstico Ligateunafoto.com

La Liga Nacional de Argentina comenzó su 30º edición envuelta en cierta incertidumbre sobre cuál será el nivel deportivo que ofrecerá su renovada actualidad.

Es que algunas cosas cambiaron en el torneo, luego del éxodo de jugadores valiosos como Juan Gutiérrez, Mata, Laprovíttola y Espinoza, todos integrantes de la última selección nacional, más el alejamiento de Hernán Jasen o el retiro de figuras consagradas como Oberto, Pepe Sánchez y Kammerichs.

A esto se le puede sumar que el aumento del valor del dólar torna más incierto el fichaje de los refuerzos extranjeros. De hecho, esto y las mayores exigencias para el visado de trabajo, motivaron que el cupo opcional de importados bajara de tres a dos.

Todas estas inseguridades, mezcladas con algunas maniobras políticas, fueron aprovechadas por la amplia mayoría de los clubes para proponer y aprobar una temporada en la que no se apliquen los dos descensos tradicionales y se mantenga el exagerado cupo para que 12 de los 16 equipos, peleen por el título de campeón.

Con este panorama no es descabellado imaginar que no pocos equipos, sin la presión de que los malos resultados los hagan desbarrancar a la segunda división, se relajen y su esfuerzo termine siendo módico, apenas reglamentario.

Mucho más si algunos clubes finalmente se decidieron, empujados por una realidad incuestionable, a invertir parte de sus presupuestos en reacondicionar sus estadios y hacerlos más cómodos para los jugadores y el público, algo que se justifica y aplaude.

Aunque menos de los deseados, varios clubes desaceleraron el vértigo con el que venían aumentando sus presupuestos en contratos de jugadores, lo que no deja de ser una señal alentadora.

Poniendo en claro que el origen de la coyuntura es claramente distinto, la situación actual tiene similitudes con la vivida, de manera mucho más compleja y angustiante, en 2001, cuando la crisis económica argentina jaqueó a la Liga Nacional, desangrándola por sus debilidades financieras y la espantada masiva de jugadores hacia Europa.

Si se repasa la conformación de los planteles para esta campaña es evidente que muchos apostaron, frente la situación antes descripta, por jugadores nuevos, muchos de los cuales harán su primera experiencia profesional en la LNB o provenientes de las categorías de ascenso. En definitiva, jugadores que hasta la temporada pasada no hubiesen tenido lugar en la máxima división, hoy tienen una oportunidad para mostrarse.

Pero lo más valioso parece ser que la amplia mayoría de los jugadores que desembarcaron en la LNB son jóvenes (casi todos menores de 23 años) en los que se puede depositar la ilusión del desarrollo. A diferencia de lo sucedido hace más de una década atrás, cuando esos mismos lugares los ocuparon jugadores ya hechos, sin chances de mejoras notables.

Aquella crisis de comienzo de siglo provocó un recambio de nombres, de protagonistas, que unos años después alumbró una competencia renovada, que volvió a iniciar un período de crecimiento sostenido.

De manera similar, esta temporada 2013-14 puede ser el momento para que algunos, como Delía y Giorgetti, den un definitivo salto de calidad que los convierta, como se les pronostica, en hombres de nivel internacional.

Otros, que ya ocupan plazas de jugadores mayores, como Matías Nocedal, Andrés Landoni, Sebastián Orresta, Basualdo, Nicolás Brussino, Zanzottera o Gallizi, dispondrán de la chance, con varios minutos incluidos, con la que siempre soñaron para consolidarse como jugadores de la Liga Nacional.

A su vez, varios juveniles como Luca Vildoza, Gastón Whelan, Gabriel Deck, Pedro Barral, Juan Pablo Vaulet o José Vildoza serán tenidos en cuenta y alcanzarán el protagonismo que sus rendimientos ameriten.

En el último tiempo se reclaman minutos de juego para los jóvenes en la Liga Nacional, como si su cercana fecha de nacimiento fuera suficiente atributo como para merecerlos. En una competencia profesional y exigente como esta, por sobre todo, hay que mostrar virtudes y capacidades deportivas para ser parte de ella y eso se gana en los entrenamientos de cada semana y rindiendo a la altura de las circunstancias en cada partido.

Con todo esto la que acaba de iniciarse puede sospecharse como una temporada de transición, en la que muchos jugadores se irán acomodando y buscando consolidar su proyección.

Tal vez, después de las últimas siete ediciones en las que el torneo ofreció un elogiable nivel de juego, no sea la actual la campaña de la LNB en la que se disfrute la mejor versión de la competencia.

Sin embargo, es posible que sea el inicio de un nuevo proceso, en el que se estén gestando los grandes valores por venir o las estrellas del futuro, siempre indispensables para sostener un espectáculo de jerarquía y que la LNB necesita.