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Los ángeles exterminadores

MÉXICO -- En 1962 Luis Buñuel dirigió el Ángel exterminador, una de las obras cumbre del surrealismo mexicano.

Un grupo de burgueses es invitado a una cena de gala en una mansión. La fiesta transcurre con normalidad hasta que, con el paso de las horas, los invitados se dan cuenta que no pueden salir de una habitación, a pesar de que no hay una razón evidente que se los impida. Los días pasan y el encierro continúa. Todos se vuelven esclavos de la desesperación. Pierden los buenos modales y la cordura. Comienzan a tomar decisiones equivocadas.

La película, medio siglo después, se vuelve a filmar. Sólo que el sueño se vuelve realidad. Todo transcurre en la Federación Mexicana de Futbol, donde un grupo de burgueses están atrapados sin aparente salida. En consecuencia toman decisiones que parecen cada vez más atropelladas. Contratan, despiden, vuelven a contratar y con cada noticia alejan a México del Mundial.

Este viernes los ángeles exterminadores se sentaron frente a los medios de comunicación y con cara de circunstancia confirmaron su idea más reciente: el técnico de la selección, Víctor Manuel Vucetich, tenía que ser sustituido. No importó para ellos que en los últimos años se hubieran vivido 10 procesos diferentes en el banquillo nacional, ni que estaba en medio el prestigio del técnico más ganador del fútbol mexicano.

Los hombres del balón son empresarios exitosos y quieren transmitir la idea de que tomaron decisiones. Quieren que los patrocinadores, que ya ingresaron 270 millones de dólares a la Federación, sientan que su inversión no está perdida porque detrás del escritorio hay hombres de negocios que toman determinaciones contra la crisis y que han hecho todo lo posible porque México viaje a Brasil.

Son esos mismos hombres los que han tomado las decisiones de una industria que hace mucho rebasó a su deporte. Que no han madurado. Que no han aprendido de la historia, esa que recuerda que México ha tenido 50 cambios de directores técnicos en los últimos 90 años, mientras que Alemania, un país con proyectos a largo plazo sólo ha cambiado 10 veces a sus entrenadores en las mismas nueve décadas. La comparación entre los triunfos de los dos países ni siquiera vale enumerarla en estas líneas.

Lo que no se considera es que esos mismos hombres se han equivocado cada torneo en la elección de sus técnicos. Que Jorge Vergara sea uno de los principales promotores de la destitución de Vucetich debería ser por lo menos cuestionable: En 11 años en Chivas, el empresario de los productos naturistas ha cambiado 20 veces de entrenador y tiene a los rojiblancos a 15 puntos del descenso.

Las últimas escenas de la película verde son dramáticas. Demuestran que los dueños del futbol mexicano son como los delanteros que llegan un segundo tarde a todas las jugadas y que, por supuesto, no meten gol. Después de un proceso turbulento para el Mundial de Sudáfrica 2010, nombraron al Chepo de la Torre. Los buenos resultados se subieron pronto a un tobogán que terminó con la crisis más profunda de todas las crisis que ha tenido el futbol mexicano. Esos hombres de negocios que toman decisiones empresariales no despidieron a tiempo a De la Torre.

La renuncia se firmó cuando el camino a Brasil estaba casi cerrado; entonces llamaron a Vucetich y le quitaron el oxígeno después de dos partidos. Fue entonces que tuvieron la genial idea: el América, el equipo de la televisora que también es dueña de la selección, será el héroe que rescate a los verdes en el último capítulo del melodrama nacional. Es decir, si el fracaso se consuma, será una producción hecha en casa.

Pero así piensan Vergara y sus compañeros de mesa redonda. Los mismos que en su liga permiten un elevado número de extranjeros, que promueven los torneos cortos, que despiden a sus técnicos cada dos torneos y que atropellan con su pacto de caballeros a todo el que se cruce frente al coche de lo que, ellos creen, es el éxito. El quinto partido es de nuevo un sueño que despertó antes de tiempo. Hoy México se debe preocupar de cosas mucho más mundanas. Y es entonces cuando la realidad no se alinea con la ficción.

La trama de Buñuel termina cuando los comensales encuentran repentinamente la salida y recobran la cordura. Todo parece un sueño. Hay algunas diferencias con la película que estamos viviendo: será muy difícil que estos hombres encuentren la salida y, por supuesto, nunca han tenido cordura.

@TlatoaniCarrera