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Un técnico en la cuerda floja

BUENOS AIRES -- Uno de los elementos que vuelven el fútbol tan apasionante y atractivo es su imprevisibilidad. Que se manifiesta en el arco de los 90 minutos de un partido, pero también en un segmento de torneo, en una temporada o hasta en períodos más largos.

No todo en el fútbol tiene una explicación lógica, así como no todo puede comprarse con dinero. La simple acumulación de estrellas no garantiza el éxito deportivo, ni hay una receta infalible para crear esa "química" especial que debe tener un equipo ganador.

Entonces un equipo que hasta hace poco dominaba puede caerse en una crisis terminal, mientras el que parecía extraviado de repente puede volver a proponerse entre los grandes protagonistas. Así, sin una explicación lógica: eso es el fútbol, señores.

Claro, el hincha no sabe de razones, quiere siempre todo y ya. ¿Un equipo no funciona? Afuera el entrenador, es lo más simple. ¿Los resultados no llegan? A ver quien se puede comprar en el próximo mercado, y no importa si el anterior acaba de cerrarse, hay que ponerse inmediatamente a soñar con refuerzos estelares que puedan "resolver" la situación.

En los últimos tiempos, muchas veces he oído a la gran mayoría de hinchas de Milan pedir por la "cabeza" de Massimiliano Allegri y muchos de ellos me preguntaron una y mil veces por cuál razón, en cambio, yo seguía defendiendo al entrenador rossonero. Quizás, justo el día después de un importante triunfo en Champions League, que deja al Diávolo dueño de su propio destino para la clasificación a octavos de final (que sería la quinta consecutiva), haya llegado el momento de responder a esa pregunta.

Vamos por partes: Allegri es sin dudas uno de los entrenadores más preparados desde el punto de vista táctico, con excelente lectura previa de los partidos (si bien es algo "lento", como por otra parte muchos de sus colegas, para corregirse en el medio del encuentro), pero sobre todo es un gran formador de grupos y un gran instructor para jóvenes talentos.

Su primeros pasos, en especial en Cagliari, nos mostraron un entrenador que siempre trató de jugar buen fútbol, con un esquema clásico, el 4-3-1-2, con enganche (en el primer Cagliari era Cossu) y dos puntas. A pesar de perder los primeros cinco partidos de manera consecutiva, ese Cagliari 2008/09 acabó con 53 puntos en una brillante novena posición.

El excelente nivel de juego mostrado por su equipo le valieron al entrenador nacido en Livorno el premio "Seminatore d'Oro", ganándole nada menos que a José Mourinho en las preferencias de sus colegas. Paso seguido, la llegada a Milan, coronada por el Scudetto a su primer tentativa.

En la temporada siguiente, Milan luchó hasta el final el título, que perdió por una serie de circunstancias desfavorables (¿quién no recuerda los "goles-fantasmas" de Muntari contra Juventus y de Robinho en Catania?) ante una Juventus que, de todas maneras, acabó el torneo invicta.

Luego comenzaron los problemas. La ida de importantes jugadores (Silva, Ibrahimovic, Nesta, Gattuso, Van Bommel, Pato, Cassano) dejaron de golpe al equipo sin todas sus estrellas y al entrenador en la obligación de "levantar el muerto".

El comienzo, así como había ocurrido en Cagliari, fue desastroso, pero el trabajo del entrenbador fue extraordinario, lanzando a jovencitos como Stephan El Shaarawy y De Sciglio hacia el estrellado, valorizando en la segunda parte del torneo a jugadores como Pazzini y Balotelli, a quienes nadie parecía querer, y atrapando con una remontada fantástica una tercera posición que parecía utópica a mitad del torneo.

El triunfo por 2 a 0 logrado sobre Barcelona fue quizás el punto más alto del Milan de la temporada anterior, más allá del 4 a 0 de la vuelta, cuando Allegri se vio obligado a jugar con el jovencito Niang al centro del ataque por la lesión de Pazzini (Balotelli no podía jugar Champions, como todos recordarán). Fue justamente Niang quien perdió el gol (la pelota dio en el poste) del posible 1 a 1 que, casi seguramente, hubiera cambiado la historia de esa serie.

Llegamos entonces a la temporada en curso, comenzada una vez más con pésimos resultados. Pero hay que decir que, una vez más, el club se movió en direción contraria a los deseos del entrenador, que había pedido por todo el verano un par de defensores de nivel internacional. En cambio se fue Boateng y llegaron Kaká, Poli y Matri (si bien esos dos últimos con la aprovación del técnico), pero el sector más problematico del equipo, la defensa, no recibió más refuerzos que Silvestre, descartado por Inter y llegado tan sólo luego de la lesión de Bonera.

Milan, que al fin y al cabo tiene apenas un punto menos que en la temporada anterior luego de 13 fechas (14 a 15), tuvo que ser nuevamente armado por su entrenador. Esta vez, por encima, en el medio de una tormenta dirigencial, porque la joven hija de Berlusconi, Barbara, se lanzó hacia la conquista del poder en el club, tratando de desplazar nada menos que Adriano Galliani, uno de los mejores dirigentes de la historia del fútbol. Una batalla compleja, que quizás podremos analizar en otra oportunidad, pero que seguramente no ayudó a darle serenidad y calma al plantel.

Volvamos entonces a Allegri: ¿por qué no echarlo? En primer lugar, la historia de Milan enseña que los cambios en curso de obra son casi siempre negativos. El antecedente más claro es el de Oscar Tabarez, echado luego de 11 fechas (sumaba 15 puntos y Milan estaba séptimo) en 1996: su lugar fue tomado nada menos que por el enorme Arrigo Sacchi, quien acababa de dejar la selección Azzurra, toda una garantía.

¿Cómo terminó la historia? Sacchi, en los 23 partidos siguientes, sumó menos (en proporción, claro) que el uruguayo, apenas 28 puntos para cerrar el torneo en una triste undécima posición con 43 unidades en total. Por encima, Tabarez había dejado a Milan en la puerta de los octavos de Champions: al equipo le alcanzaba un empate en la última fecha de la primera fase ante los noruegos del Rosemborg, pero cayó 2 a 1 en San Siro y se quedó afuera de manera increíble.

¿Otro caso? Césare Maldini, otra garantía, tomó el lugar de Alberto Zaccheroni luego de 22 fechas (la verdadera razón fue la eliminación de la Champions), pero Milan terminó sexto, a 26 puntos de la Roma ganadora.

El despido de Fatih Terim, en cambio, ocurrido luego de apenas 5 jornadas en 2001/02 (3 triunfos, un empate y una derrota), tenía otra razón, la de no permitir que algún otro contratara a Carlo Ancelotti, quien en ese torneo tomó el lugar del turco, llegó cuarto y se metió en la Champions del año siguiente, ganada en el Old Trafford ante Juventus y que abrió un ciclo fantástico, con la final de 2005 y el segundo título en 2007.

Pero ahora no hay ni un Arrigo Sacchi, ni un Cesare Maldini ni mucho menos un Carlo Ancelotti disponibles. Cambiarlo a Allegri implicaría un salto al vacío, dejando el mando en las manos de entrenadores como Filippo Inzaghi, Andrij Shevchenko o Clarence Seedorf que, si bien fueron enormes jugadores, aún no tienen experiencia alguna a nivel de condución. Arriesgando, una vez más, algo que Allegri parece estar a punto de lograr, es decir meterse en los octavos de Champions.

El entrenador, entre muchos problemas, en especial lesiones al por mayor, comienza a remontar una vez más la cuesta: Kaká luce como un jugador reencontrado, Balotelli parece comenzar a entender que no alcanza con el talento si no hay disciplina, pronto volverán El Shaarawy, Pazzini, De Sciglio y, en enero, se encorporarán esos defensores que tanto se necesitan. Además el equipo, más allá de los puntos sumados, lidera casi todas las tablas de estadísticas del torneo: posesión, pases logrados, remates, etc.

Con Allegri al mando, aún puede ser una temporada aceptable, mejorando en la tabla, ganando la Copa Italia (Milan es primera cabeza de serie, con las ventajas que eso implica) y logrando un camino cuanto más largo posible en Champions. Sin él, los hinchas no tendrán siquiera con quien enojarse en caso de fracaso...