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El cuarto en discordia

Aduriz festeja junto a Mikel Rico, una nueva pieza que resultó clave en el funcionamiento EFE

BUENOS AIRES -- La última vez que tuvimos noticias de primera plana relacionadas con el Athletic Club de Bilbao fue hace un par de temporadas, cuando eliminó al Manchester United de la Europa League al vencerlo en Old Trafford para luego dejar en el camino al Schalke alemán y llegar a la final de esa competencia ante el Atlético de Madrid.

Aunque ese último duelo en Bucarest no le fue favorable, el equipo que entonces dirigía Marcelo Bielsa dejó su marca futbolística en el continente, tanto como lo hizo en España a partir de otra final alcanzada: la de la Copa del Rey.

Después hubo que esperar hasta la renovación de su estadio -cambió el viejo San Mamés por San Mamés Barria, una cancha moderna emplazada prácticamente en la manzana adyacente de su antecesor- para volver a encontrar al equipo bilbaíno en los periódicos. Desde que cambió de cancha no perdió como local, seguidilla que incluyó una victoria contra el Barcelona. Impactante. Extraño.

El destino quiso que hoy, con Bielsa lejos de la dirección técnica y con un presente de lujo que lo encuentra cuarto en las posiciones de la Liga doméstica tras dos goleadas consecutivas, el club vasco condensara todo su pasado reciente en un enfrentamiento: deberá vérselas con el Atlético Madrid -rival que lo derrotó en esa final perdida-, por la Copa del Rey -el título que se escapó-, en su nueva casa hasta ahora inexpugnable.

Describir el tránsito de aquel Athletic evocado hasta éste que se juega un pase a semifinales resulta relativamente sencillo. La sensación es que uno no podría existir sin el otro. En principio porque comparten una buena porción del plantel. Pero también porque todavía pueden detectarse algunos signos de aquel conjunto de toque corto y movilidad diagonal, presión y estilo directo que comandaba el ex seleccionador de Chile y Argentina.

El rosarino dejó su cargo al finalizar una temporada olvidable, después de una inolvidable. Hubo varios problemas internos en el plantel, incluidas las salidas indeseadas (por diferentes motivos) de Javi Martínez, Fernando Llorente y Fernando Amorebieta, tres jugadores que habían rendido en alto nivel bajo su mando. Esas bajas -con las discusiones contractuales que estaban involucradas en dos de esos tres casos- terminaron minando el rendimiento de un grupo que había evidenciado mayor potencial. También hubo desgaste por la exigencia permanente de un DT obsesivo.

Pese a todo, el público en Bilbao estiró una campaña para su permanencia ("Bielsa, renueva ya", podía leerse en las calles de la ciudad) que el presidente Urrutia desoyó contra todo pronóstico.

El sucesor fue Ernesto Valverde, trabajador de perfil bajo que reforzó la identidad histórica de este club pleno de leyendas. Si Bielsa, poco antes de dejar su cargo, había dicho que la plantilla albirroja era inmejorable bajo las condiciones de compra del club (sólo alinea jugadores nacidos en Euskal Herria o formados desde muy pequeños en el semillero propio), Valverde optó por otro camino: autorizó las incorporaciones de Beñat Etxtebarría, del Betis, Mikel Rico, del Granada y Kike Sola, del Osasuna. También recibió gustoso a Mikel Balenziaga, quien finalizaba su préstamo en Valladolid.

Se suponía que Beñat sería el nuevo conductor del equipo, sobre todo cuando se hizo más fuerte el rumor que aseguraba un traspaso inminente de Ander Herrera al Manchester United, a principios de temporada. Pero el pase jamás se hizo y Beñat -que llegaba como estrella- lentamente fue cediendo su lugar en el once inicial para que se acomodara otro de los recién llegados: Mikel Rico.

Pero empecemos desde el principio. Lo primero que hizo Valverde fue ordenar una formación que todavía arrastra algunos toques bielsísticos. Mantuvo a Gurpegui en la zaga central, por ejemplo. Pese a que en su carrera temprana se había desarrollado como mediocampista, había llegado a ese puesto de la mano de Bielsa para reemplazar a otro invento táctico: Javi Martínez que brilló como zaguero en la formación que llegó a dos finales.

En la línea de cuatro, igualmente, apareció la mayor cantidad de variantes. Si Bielsa confiaba ciegamente en Iraola para el lateral derecho, Valverde experimentó con De Marcos, que con el argentino era volante ofensivo. Aurtenetxe, permanente titular con Bielsa, desapareció de los once para darle un lugar a Balenziaga. La zaga central, donde -tras la primera temporada de Martínez-Amorebieta- Gurpegui era acompañado por Laporte o San José, se mantuvo más o menos estable.

En el arco el técnico dejó a Iraizoz, aunque para los partidos de Copa del Rey dejó jugar a Iago Herrerín, que no lo hizo para nada mal y que surge como una opción novedosa tras el alejamiento de Raúl, a quien Bielsa utilizó brevemente como titular en un bajón de su portero titular y que hoy a sido cedido al Numancia por decisión de su sucesor en el cargo.

Valverde también sostuvo a Susaeta por derecha, Muniain por izquierda y Aduriz por el centro como primeras opciones de ataque. Muniain, sobre todo, volvió a parecerse al que fue en 2011, cuando impactó con desfachatez, rapidez y juventud. Inteligentemente, el DT también incluyó como alternativa a Ibai Gómez, un joven de muy buena pegada y gran capacidad para centrar con ambas piernas que aportó siete goles en sus 15 partidos disputados.

En el mediocampo, el nuevo entrenador le renovó la confianza a Iturraspe como mediocentro y puso a su lado a Beñat (primero) y a Rico (después), para liberar a Ander Herrera un poco más en el juego. Y vaya si funcionó. Rico, en base a posicionamiento e inteligencia táctica, se convirtió en el patrón del equipo. Fuerte para recuperar balones, con excelente posicionamiento y con cabeza para repartir el juego, se fue consolidando como el hombre que marca el ritmo en un conjunto que suele jugar con pases largos y muchos centros.

Valga como ejemplo el informe que publicó el diario El País hace unos días, donde señalaba que el Athletic envió 599 centros en sus primeros 20 partidos de Liga. De ellos, 54 fueron en un solo partido, frente a Valladolid (un centro cada 1,7 minutos y ninguno frontal: todos ejecutados desde las esquinas). Ese día ganó 4-2. En el siguiente duelo liguero se impuso por 5-1 con tres goles que llegaron después de centros.

En la Copa cayó como visitante (1-0) ante Celta y dio vuelta la serie de local. Después cayó como visitante (1-0) ante Betis y dio vuelta la serie de local. Esta vez cayó como visitante (1-0) ante el Atlético. Hoy tiene una oportunidad.

Es cierto que este equipo no juega como aquel de Bielsa, ni siquiera alcanza el nivel que aquella primera formación exhibió de a ratos en su aventura europea. Es posible que esa formación tuviera un techo más alto que esta. Pero la actual cuenta con una regularidad que Bielsa nunca encontró del todo durante su mandato. Ser cuarto en esta Liga implica estar solamente por debajo del Barcelona, el Real Madrid y el Atlético Madrid. También implica clasificarse para la Champions League de la temporada que viene. Ciertamente, un dato que invita a los hinchas bilbaínos a volver a creer.