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El camino de los sueños según Facundo Campazzo

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Facundo Campazzo observa las dos pastillas que le presentan. De un lado, está la azul: Europa, su corona de rey y los millones seguros en el banco. Del otro lado, la roja: última pieza de un equipo que posiblemente sea contendiente, ninguna garantía de minutos, un contrato mínimo por delante y una deuda pendiente con Real Madrid.

La decisión parece sencilla de resolver. No hay demasiado para pensar. En la NBA no tiene grandes pergaminos y su última experiencia en Denver Nuggets debería inclinar la balanza con facilidad hacia lo concreto.

Sin embargo, elige la roja. El éxito, en definitiva, nunca es un camino de rosas. Campazzo va a dejar, una vez más, dinero y prestigio arriba de la mesa en busca de una oportunidad que luce lejana y difícil. Pero, ¿qué valor tiene apostar por algo si no hay nada verdaderamente importante en juego? La decisión tiene valor si moviliza, si conmueve, si empuja el alma.

Abrazar la incertidumbre. Dejarlo todo aún a riesgo de no ser correspondido en esa decisión. Esta ha sido, sin dudas, su marca registrada a lo largo de los años: podrá acertar, podrá equivocarse, pero nunca jamás podremos decir que no lo ha intentado.

Siempre cumple sus sueños quien resiste.

Campazzo firmará con los Dallas Mavericks después de esperar meses en busca de una chance NBA. Lo dijo, lo repitió y lo explicó con hechos. El 99% por ciento de los jugadores hubiese optado por un camino alternativo, pero Facundo aguardó hasta el último momento con la intención de volver a subir al ring. Un round más. Solo uno. Decisión extraña, para muchos irracional y por qué no, fuera de época: en un contexto en el que todos cambian para recuperar éxito rápido, Campazzo prefiere volver a ir de menos a más. Ser cola de león y no cabeza de ratón, morder el polvo de la caída, olvidarse una vez más de su ego y reinventarse para ser parte de la mejor liga del mundo. Regresar al taller, calzarse el overol y retomar el oficio de aprendiz, aún sabiendo que en otros tiempos supo ser gerente.

¿Qué es la humildad si no es esto? Todos hemos atravesado un momento Campazzo en nuestras vidas. El viento que sugiere ir hacia un lado pero empujamos con determinación hacia el otro. Animarse a atravesar el salón ante los murmullos de todos para sacar a bailar a la chica más difícil de la clase. Tirarse a la pileta pese a los consejos que indican otra cosa. Rebelarse, nadar contra la corriente, tener una corazonada. Armar las valijas, dejar todo atrás y emprender una aventura que no trae garantías, pero sí aprendizajes. Poder equivocarse es tener libertad, y la libertad, queridos amigos, no es para todos.

Vivir la vida a fondo. De eso se trata. Eso es lo que viene a proponer hoy Campazzo. No busquen más ni tampoco menos que eso. Abrazar fuerte, besar con pasión, llorar a cántaros si hace falta. Caminar a veces, correr otras tantas. Saltar y también caer de rodillas. Buscar la felicidad en cuanta puerta se presente. No existen libros con instrucciones para eso. Solo hay que salir de la zona de confort y animarse. Cruzar nuestro propio Rubicón para ser inmortales cada vez que nos miramos al espejo. Y entonces sí, las cuentas, al final de nuestros días, estarán saldadas.

"Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos", dijo alguna vez El Principito en la pluma de Antoine De Saint-Exupery.

Ahí va Campazzo, una vez más, abrazado a una idea alocada, sumergido de lleno en una montaña rusa de emociones, listo para susurrarle a su yo interior, al niño que picó por primera vez una pelota de básquetbol, que todavía se puede.

El sueño de Facundo también es el nuestro. La historia, en definitiva, no termina hasta que termina.

Allá vamos.