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¿México con estadios dignos para el Mundial 2026?
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LOS ÁNGELES — Cierto, es la limosna que se cayó del bolsillo de Estados Unidos, pero México y el Estadio Azteca se convierten en los primeros entes en albergar tres mundiales: 1970, 1986 y 2026.

México logró rescatar las tres sedes (Estadio Azteca, Monterrey y Chivas), cuando estuvo en peligro de perder una de ellas. Mérito, sin duda, de Yon de Luisa. Queda claro que él tiene derecho de picaporte en FIFA, mientras que el canadiense Víctor Montagliani sólo es un presidente de membrete en Concacaf.

Claro, también pesó en favor de De Luisa, la prosapia, la heráldica, el peso histórico de un país bimundialista, pero en el que, además, se consagraron los dos futbolistas más grandes de la historia: Pelé y Maradona.

Es precipitado hablar de 2026 cuando el panorama luce té-TRI-co para el 2022. Parecería –todo un lujo–, un Mundial de desperdicio, habida cuenta la miseria futbolística de la Selección Mexicana, y reiterando que no clasificó a Qatar por su exuberancia, sino por la indigencia futbolística de la zona.

Pero, precisamente, todo el calvario y calamidades de este proceso mundialista, debe servir para no equivocarse nuevamente y especialmente para que no ocurra, como desde hace años, que el Tri quede en unas cuantas manos, en unas pocas manos, además, ineptas, fariseas, mezquinas, comprometidas y voraces.

Sin embargo, ya se sabe, el poder pertenece sólo a uno y el resto muge y puja, sumiso, desde ese aparatoso e inútil púlpito que se dice ser la Asamblea de Dueños. Nunca mejor que ahora aplicado el terminado de #YuntaDeDueños, cortesía de Sven-Goran Eriksson. Les cantaría Sabina a los propietarios de clubes: “Que ser valiente no salga tan caro. Que ser cobarde no valga la pena”. Pero…

Más allá de la incertidumbre que vive México como país, también deberá encontrar soluciones a la inseguridad, la violencia, el narcotráfico, la inflación, la corrupción, más allá de que sólo albergue diez partidos en total (cuatro en el Azteca, tres en Monterrey y tres en Guadalajara). Ya se sabe que en eventos así, suele haber treguas y pactos entre el gobierno y la delincuencia organizada. Ha ocurrido, ocurre y ocurrirá no sólo en México, sino en cualquier país del mundo.

¿Futbolísticamente? Es necesario trazar un proyecto, pero con genuinos intereses deportivos. No es imposible, porque tipos conocedores los hay entre directivos de clubes y entrenadores. Pero, parece improbable, porque se tratará de abusar de la gestión deportiva y financiera.

Entiéndase algo puntualmente: este Mundial 2026, en la Región México, no le pertenece a los mexicanos, ni a los clubes, ni a la afición, ni a los empresarios, y mucho menos a quienes pretendan el desarrollo del balompié en México. No, esta sede, este Mundial 2026, estos diez juegos, esta fiesta, sólo le pertenece a un tipo: Emilio Azcárraga Jean y al conglomerado visible y oculto detrás de él. Quien no lo quiera ver así, se engaña, se miente o ha malbaratado su conciencia.

Por lo pronto, Yon de Luisa ya tiene un legajo para ese Mundial 2026, pero le está incomodando la forma en que le rechinan huesos y articulaciones a este Tri de Tata Martino, con más inclinación al fracaso que a la sorpresa.

Contempla poner en pie de guerra a dos selecciones, una mayor y otra con límite de edad, y mantenerlas en constante actividad. Ha propuesto hexagonales a jugarse en Estados Unidos a partir de 2023, con México, Canadá, EE.UU. e invitados de UEFA, Conmebol y Concacaf. Obvio, no necesariamente se enfrentarían entre sí los tres países anfitriones.

Descartado Gerardo Martino para dirigir a México en la ruta hacia 2026, Yon de Luisa tiene un plan maestro para la dirección técnica, en el que contempla la más costosa inversión para ese puesto y ese proyecto.

De Luisa lo sabe: México tiene una gran oportunidad de ser protagonista porque jugará siempre de local, ya sea en las tres plazas mexicanas, y cuando, para la fase de eliminación directa, deba emigrar a Estados Unidos, donde, ya se sabe, siempre partirá plaza como anfitrión y amo de la tribuna.

En este proceso, el gran problema del presidente de la FMF ha sido la falta de asesores, de gente confiable, conocedora, capacitada y experimentada. Eso podría cambiar al armar el esqueleto de 2026. No más Torrados ni Hierros, sino gente que proponga en el día a día, y no que improvise en los días de caos.

Pero, insisto, es el momento en que los verdaderos dueños de la selección mexicana, por derecho constitutivo, participen, propongan, intervengan, cuestionen, exijan, respalden, increpen, pero, sobre todo, que concilien.

Nunca volverá a estar México tan cerca de una odisea mundialista como en 2026. Sí, lamentablemente, parece que el 2022 será un lujo, sí el lujo de ser el Mundial del desperdicio.

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LOS ÁNGELES — Gerardo Martino vive bajo delirios, bajo alucinaciones de su propia manufactura. Sin embargo, México, futbolísticamente, rueda cuesta abajo.

Caos ante Uruguay; suertudote ante Ecuador; trompicado ante Surinam, y sufriendo ante Jamaica, que terminó séptimo en ese Octagonal, con 11 puntos de 42 posibles.

Antes de este periplo de dos amistosos y dos oficiales de la Liga de las Naciones, Gerardo Martino charló con Carlos Hermosillo, para Telemundo. Es una joya. El técnico habla de chiqueadores, linimentos y aspirinas, para resucitar a un equipo que se revuelca entre el quirófano y la morgue.

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Imago7Luis Romo consiguió el tanto del empate para México.

El Tata se escurre en un estado de escapismo, de evasión, reflejo claro de la impotencia. Él sabe que ya no puede, pero se miente sobre su propia incapacidad.

Esa charla ocurrió antes de esta gira casi siniestra en resultados y en funcionamiento. Y en ella Martino se encomienda a la suerte, que le ha dado la espalda, y a los milagros, esos que se consigue con trabajo y esmero, y que él ya ha perdido.

En un momento, Martino explica que cuando selecciona futbolistas para el Tri, lo hace pensando en la dimensión de los desafíos. Sintetizando, puntualiza que, por ejemplo, busca al Virgil Van Dijk versión mexicana, para someter a Di Maria, Mbappé o Neymar, por citar ejemplos. Así de grave el delirio, la alucinación, el autoengaño.

Reconoce, sin embargo, el deterioro calamitoso de su equipo. De un ilusionante 2019, a un trémulo 2020, hasta un 2021 de terror, que alargó su lúgubre horizonte hasta los seis meses de curso en 2022.

Lo irónico, es que, en esa entrevista con Hermosillo, Tata Martino quiere hacer creer que tiene todo bajo control; que confía en restañar heridas y en enderezar a un frágil navío que sólo garantiza el naufragio. Se refugia en el útero de sus propios delirios.

Tras esas palabras, cargadas de fe y de esperanza, la realidad saltó abruptamente en esta gira veraniega de poco provecho, muchas deudas, muchas dudas, y ningún síntoma de recuperación.

Horas antes de enfrentar a Uruguay, Martino sostuvo que “hemos trabajado diez días muy provechosos”, y sostuvo que el equipo, anímica, futbolística, táctica y emocionalmente, estaba en un gran momento para los cuatro encuentros inmediatos. Otra vez, el autoengaño.

Sin embargo, tras el 1-1 ante Jamaica, queda claro que luego de más de tres semanas que tuvo a un Grupo A y después a un Grupo B, la Selección Mexicana, en sus dos versiones, mostró el mismo desorden, la misma pobre autoestima, la miserable disposición, y una tacaña dignidad, desde la humillación ante Uruguay, hasta la decepción ante Jamaica.

Si Martino sostiene que el estilo de juego, la pretensión futbolística, el proyecto táctico, se mantienes inalterables, queda claro, que su doctrina es el caos y el desorden, porque así comenzó y así terminó esta excursión.

Claro, el futbolista es responsable. Claro, no se le puede eximir de su participación en el caos. Pero, claro, cuando el técnico se equivoca, el jugador con personalidad, valor y dignidad, asume el control del equipo.

Y si estos jugadores son, a juicio de Martino, lo mejor de lo que dispone, entonces, además de mediocres y pobretones de futbol y de espíritu, despliegan un insultante cinismo. Quienes han comparecido a conferencia de prensa, entre ellos Héctor El Guapo Herrera, han juramentado que saldrían a matarse a la cancha por El Tata. Hasta hoy, desde mediados de 2020, queda claro, han salido a la cancha a matar a El Tata. Una coalición suicida, kamikazes accidentales.

Parece que a estas alturas Gerardo Martino es inamovible. Ya se lo habíamos explicado aquí hace meses: Yon de Luisa lo respalda “a muerte”, porque sabe que es también su bote salvavidas. Si el Tata se va, su beca también se acaba como presidente de la FMF.

Y hace dos semanas, le explicábamos aquí también que ya hay un hombre pujando por una decisión drástica en el Tri, al frente de dirigentes irritados, y que se han convertido en fiscales del mismo De Luisa.

Alejandro Irarragorri le saca brillo al milagro por duplicado que consiguieron él y Diego Cocca con el Bicampeonato del Atlas. Por esa animadversión, estrictamente, Martino se niega a convocar a jugadores de los Rojinegros. Yon de Luisa le ha advertido que sería darle armas al enemigo, y echarse paladas de tierra sobre su propia tumba.

Será, este nuevo póker de ridículos de Tata y el Tri, el que derrame, en cuestión de días, la sensible y frágil paciencia del dueño del tinglado, del amo del tablado, Emilio Azcárraga Jean. No se extrañe.

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LOS ÁNGELES -- Letanías del lamento. “El Mundial es otra cosa”. “Hemos tenido malas eliminatorias y buenos (¿?) Mundiales”. Son reflexiones de ex seleccionados mexicanos, de corifeos del Tri y de quienes no se bajan del presupuesto de la Federación Mexicana de Futbol.

Encima, Yon de Luisa, presidente de la FMF los capitanea, como Flautista de Hamelín, en la procesión al holocausto para tender una densa cortina de humo tóxico que, para su infortunio, ya no la aspira ni la consume el aficionado mexicano.

“El proceso de clasificación se juega de una manera, la preparación de otra, y en el Mundial también, y ahí es donde vamos a poner lo mejor de cada uno de nosotros”, enfatiza Yon de Luisa para justificar las tres humillaciones y el angustioso empate ante Estados Unidos.

Con la anuencia del añoradísimo Roberto Gómez Bolaños, “todo estaba fríamente calculado” por De Luisa. Sí, a Yon sólo le falta el Chipote Chillón para completar el elenco del mimo universal, El Chapulín Colorado.

Escudarse en la fragilísima excusa de que el Tri ha soportado peores eliminatorias y aún así ha tenido “grandes Mundiales”, como asegura uno que otro pasmarote ex seleccionado mexicano, respaldando –con sabe Dios que monetarios intereses, a De Luisa--, es refugiarse en tres mentiras.

1.- DESMEMORIADOS…

Cuando las eliminatorias tuvieron en verdad las alarmas encendidas y una histeria en la FMF, digna de cucarachas en quemazón, se tomó una decisión drástica: un cambio de entrenador. Ocurrió en los procesos para Corea del Sur-Japón 2002, Sudáfrica 2010 y para Brasil 2014.

En 2002 y 2010, el bombero atómico, Javier Aguirre, desembarcó de España para llevar al Tri-tánic a puerto seguro. En 2014, Miguel Herrera armó un híbrido de América (el músculo) y León (el cerebro), y aplastó a Nueva Zelanda.

Aquellas fueron crisis de resultados. Hoy, hay una severa crisis de futbol, de rendimiento, de competitividad, de credibilidad.

A México no lo clasificó el Tata Martino, sino la miseria de Costa Rica, Panamá, Honduras, El Salvador y Jamaica en el Octagonal. Un poco más, un poquito más de estos cinco seleccionados y el patíbulo ya se habría accionado.

En aquellas tres ocasiones, la única manera de salvar el negocio fue tomar decisiones, drásticas, pero fundamentadas, claro, más en el sentido común que en la inteligencia. Esta vez, Yon de Luisa elige una tolerancia suicida. Y recuerde: “No contaban con mi astucia” y “todo estaba fríamente calculado”.

2.- ¿“GRAN MUNDIAL”?

Establecer que una pobre eliminatoria conkakafkiana garantiza un “gran Mundial”, equivaldría a que, entonces, una gran eliminatoria garantizaría una mucho mejor participación en el Mundial. Obvio, tampoco ha sido así. El portal del multiverso hacia el Paraíso del Quinto Partido sigue oculto para el Tri.

Ricardo LaVolpe hizo una sólida clasificación bajo el lema de “pasamos caminando”, más allá de que –él mismo lo aceptó--, debió regalar --amañadamente-- el último juego de esa eliminatoria, ante Trinidad y Tobago, para mantener feliz al dictador del área, Jack Warner.

¿Y en el Mundial? Una fase de grupos calamitosa, clasificando de caridad ajena, luego de vencer a Irán, empatar con Angola y perder ante Portugal. Las memorias se constriñen estrictamente a la épica ante la Argentina de Pékerman.

¿Rusia 2018? Más allá de las llamadas de atención en la Copa Oro y en la Confederaciones, y las histéricas indisciplinas de Osorio, la victoria ante Alemania, su peor versión de la historia, terminó por ser un consuelo histórico, para ocultar los bochornos ante Suecia y Brasil, ya con el equipo en ruinas al interior por la rebelión de las “Divas Rubias”.

Claro, ninguno de los bomberos cambió la historia. Javier Aguirre cometió errores en la selección de jugadores en ambos mundiales, tanto en el listado como en la cancha. Y a Miguel Herrera se le vino encima la crisis de ampollas de Giovani dos Santos, el fallido ingreso de Javier Aquino y la lamentación del “no era penal”.

3.- ¿Y EL QUINTO PARTIDO?

Éste es el caso más grave de amnesia, o de escapismo, o de fingir demencia, en el caso de Yon de Luisa. Antes de tomar una decisión entre 24 candidatos al Tri, el presidente de la FMF había establecido que se trabajaba con detalle y de manera minuciosa para encontrar al técnico ideal que llevara a México a ese tan anhelado y cada vez más lejano, Quinto Partido.

Cuando salió humo blanco del anafre negro de la FMF, De Luisa estaba seguro de no haberse equivocado. “Gerardo Martino tiene cuatro años para llegar lo más fuerte posible a Qatar”, dijo el día de la presentación del Tata. Y agregó: “El hacer (Martino) una Selección que juegue bien nos va a acercar a las metas que todos tenemos (Quinto Partido)”.

En los últimos dos años, el término “Quinto Partido”, parece vetado en los discursos de Gerardo Martino y Yon de Luisa. Ya la gran proeza se había consumado: clasificar al Mundial en la zona que para FIFA es el Tercer Mundo del balompié, dicho y sostenido por años, por Joseph Blatter.

Ahora resulta que el objetivo primordial para el cual se contrató a El Tata, ya tratan de ocultarlo, de relegarlo, de vetarlo, de convertirlo en un tema tabú, en un asunto prohibido.

Claro, ya no se habla del muerto y menos en presencia de los padres de la criatura y autores del infanticidio.

Sí, de repente, ese protocolo huidizo, cobarde, escapista, de la amnesia para el autoengaño, es el estado fetal en que más conviene refugiarse a todos los que, sin estar convencidos, auguran un imponente Mundial de México en Qatar 2022.

Dicho está: el autoengaño es, al principio, un maternal y cálido refugio para el fracaso, pero después se convierte en un lúgubre calabozo. Ahí, están metidos Yon de Luisa y todos sus corifeos.

¿Y el aficionado? Hay un proverbio que sentencia: “Nos vendan los ojos, en lugar de las heridas, y nos creemos curados”.

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LOS ÁNGELES -- Estaba advertido Gerardo Martino. Pero nadie experimenta en cabeza ajena. Se le había dicho, como a Juan Carlos Osorio, que si el futbolista en sí es un animal diferente, el futbolista mexicano es un animal aún más desemejante, más atípico, más peculiar.

Ya lo sabe. ¿Tarde? ¿A tiempo? De él dependerá. Por lo pronto, Martino ha empezado a buscar ayuda. Al menos una puerta se le ha abierto, irónicamente, la del club más despreciado en la Federación Mexicana de Futbol y en las oficinas de los dos zares de este balompié: Emilio Azcárraga Jean y Alejandro Irarragorri (Grupo Orlegi).

El Tata Martino tocó a la puerta de Pachuca, sí, a la puerta del Lutero amenazante de la incasta e impura iglesia mexicana del futbol, que despacha desde las lujosas oficinas en Toluca, pero se gobierna desde el Salón Oval de Televisa.

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Imago7Los últimos resultados del Tri con el 'Tata' Martino al frente han generado múltiples dudas

Lo revela el mismo Guillermo Almada en una entrevista con el espacio Futbol Total de Ecuador. Curiosamente, se hizo énfasis en los titulares en los medios, en que el uruguayo se destapa como candidato a dirigir al Tri, en cuanto caduque, si es que no lo ha hecho ya, la gestión de Martino.

Sin embargo, ahí, dentro de las epifanías de Almada, salta, abruptamente, la desesperación de Martino. El acto de contrición de El Tata, buscando respuestas que sus recorridos por Argentina, Paraguay, Barcelona y MLS, no son capaces de darle.

Reitero, el futbolista mexicano es un animal tan peculiar que escapa a cualquier tipificación posible en la zoología vasta y compleja del futbol mundial.

Sí, tiene las mismas dos piernas, los mismos dos brazos, y una sola cabeza, pero, ¡ah!, lo que pasa por esa cabecita es tan impredecible, que Sigmund Freud, Jean Piaget o Albert Bandura, de haberlo confrontado, habrían preferido aburrirse como cajeros bancarios, antes que meterse al coliseo de esa roñosa hydra de mil cabecitas disparejas en una sola.

No me canso de citar al doctor Octavio Rivas (QEPD), psicólogo del Tri y de equipos mexicanos, con su razonamiento hecho alguna vez en ESPN Deportes: “’Pérate, son mexicanos, están programados al revés”.

Sí, así es, Gerardo Martino, y lo explican, o trataron de explicarlo, Octavio Paz, Samuel Ramos y José Vasconcelos. Y, según ellos, es el impacto de la conquista, la colonización, el mestizaje, el despojo, y un historial de guerras perdidas, al grado que se sublima al épico 5 de Mayo en Puebla. Es necesario ¡mitificar! a Los Niños Héroes de Chapultepec, como para querer empatar el marcador en los tiempos extras de otra historia. Ya en penales, la verdad se conoce hasta nuestros días.

Retomando el tema de esa encerrona, seguramente con buen café y buen mate, entre Almada y Martino, el uruguayo, quien prefirió seguir dirigiendo en México, en lugar de su selección nacional, relata:

“Más allá de eso no puedo opinar, porque me gusta respetar el trabajo del Tata Martino, que tuvo la deferencia de juntarse con nosotros hace un mes para que intercambiáramos secretos del Pachuca, (sobre) cómo generamos esa intensidad, ese ritmo, ese tipo de juego, presión alta que (a él) le gusta, pero hereda muchos jugadores que no la hacen (en sus clubes), y por eso no la puede hacer (con la Selección Mexicana)”, expone Almada.

Si hizo bien en revelar o no estos detalles, quedará entre el mismo Almada y Martino. Queda la sensación de haber roto la confidencialidad de la charla, pero se le agradece.

Sí, El Tata busca ayuda. Y no se le puede reprochar en absoluto. Por el contrario, es de encomiarse el que decida bajar del pedestal, donde ha sido apedreado en los últimos dos años por el pobre rendimiento del Tri, y que humildemente se decida a buscar auxilio.

Seguramente Martino sabe el ABC del futbol. Posiblemente conozca más de ese silabario que el mismo Almada. Pero saber no garantiza saber hacer, saber explicar, saber convencer, saber imponer.

Repasemos: “(…) para que intercambiáramos secretos del Pachuca, cómo generamos esa intensidad, ese ritmo, ese tipo de juego, presión alta que le gusta, pero hereda muchos jugadores que no la hacen y por eso no la puede hacer”.

¿Recuerda Usted cómo ante los fracasos reiterados ante Estados Unidos y Canadá, Martino se justificó, también reiteradamente, con “nos faltó intensidad”, “perdimos intensidad”, “no fuimos superiores en intensidad”?

Y seguramente así como habló sobre ese tema con Almada, ha buscado, buscará o debería buscar referencias en otros entrenadores: Miguel Herrera, Javier Aguirre, Manolo Lapuente, Nicolás Larcamón, Fernando Ortiz y Diego Cocca, especialmente con éste, a pesar de la barbaridad que cometió al decir que no convocaba a Aldo Rocha y a Luis Reyes, porque la columna vertebral rojinegra era de extranjeros. Ahí, ni como salvarlo de semejante estulticia.

Intensidad es una palabra clave en el futbol y en la vida misma. Significa pasión, devoción, compromiso, lealtad. Lo describe maravillosamente el escritor catalán Manuel Vázquez Montalbán: “El baloncesto español necesita héroes con carne de cromo coleccionable”. Y sí, México y El Tata también.

Almada pudo abrirle su enciclopedia a Martino. No basta. Porque al confrontar a sus jugadores, los animales más atípicos del zoológico del futbol, Martino no será Almada. Defenderá preceptos y conceptos ajenos, pero al menos es un intento saludable.

Porque de ahí parte todo, de la intensidad, Johan Cruyff lo explicaba: “El estilo del Barcelona sólo funciona a máxima intensidad. Es fantástico cuando se realiza al 100 por ciento”.

Eusebio Sacristán (ex Real Sociedad) explicaba a El País sobre sus diferentes momentos en el Barcelona: “Nosotros necesitamos una intensidad máxima para hacer nuestro juego: presión, ritmo alto, velocidad de balón... Cuando perdemos intensidad, perdemos”.

Gerardo Martino está, obviamente, desesperado, confundido y confuso. Seguramente Usted se preguntará por qué en el listado de técnicos a consultar no aparece Andrés Lillini de Pumas, quien se esfuerza por sacar diamantes de la cantera de Pumas.

De hecho, la solución está ahí, en la cueva de Pumas. Su nombre es Miguel Mejía Barón. Él sí es un experto en domar, domesticar, amaestrar y exaltar a esa bestia desemejante, diferente, que es el futbolista mexicano, y claro, descifra también al jugador en general. Desde su llegada a Pumas, Lillini dejó de sufrir en el diván, y se dedicó sólo a la cancha y el pizarrón.

Si para Rusia 2018, en un alarde obsceno de ingenuidad, los bobalicones directivos le impusieron a Osorio al profeta fallido de las bellotas y los ahuehuetes, Imanol Ibarrondo, ahora sería inteligente (sí, ya sé, es mucho pedir), integrar al clan hermético de Martino, a Mejía Barón y que éste mismo le explique lo que le explicó a Lillini: “No vengo a quitarte el puesto, vengo a ayudarte a salvar tu puesto”. El también odontólogo, no irrumpe ni ensucia el trabajo del técnico, lo fortalece.

¿Que no quiere Martino o que no se lo permite su caballerango Jorge Theiler? A fajarse los pantalones, Yon de Luisa. O, si de plano, ya perdió el control, tal vez será el turno, sin tener que esperar a 2023, para que Irarragorri asuma funciones de una vez.

En la concentración previa al Mundial de Qatar, arrancando noviembre, Mejía Barón debería sumarse y empezar con esa labor. Entonces, esa intensidad que hoy mendiga Martino, sería una cátedra obligatoria en el día a día, con alguien capacitado para imponerla.

Estoy de acuerdo con Usted, sé lo que piensa. ¿Hay que hacerles “cocowash” a Héctor Herrera, a Edson Álvarez, a Tercatito Corona, a Chucky Lozano, a Raúl Jiménez, para que se sublimen con su selección nacional? La respuesta es que NO debería ser necesario, pero, lamentablemente es más que necesario, es imprescindible e indispensable.

Bueno, para que le quede claro. Con Mejía Barón no habría ocurrido aquella rebelión de las “Divas Rubias” en Rusia 2018, encabezada por Javier Hernández. En dos minutos, la sofoca. Incluso, con el mismo ex técnico de Pumas y del Tri, ese pasaje del #BrunchNeoyorquino y otros excesos de Chicharito, jamás habrían ocurrido.

Pero, por lo pronto, Gerardo Martino, sigue tocando puertas, todas las que puedas, pero debes entender que no todo lo que puedas aprender, estarás capacitado para llevarlo a cabo. Ellos, a quienes consultes, te contarán todo lo que quieres saber, pero no todo lo que ellos saben ni todo lo que debes saber.

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LOS ÁNGELES -- El mejor narrador mexicano, Ángel Fernández, era una incubadora prolífica y genial de expresiones para momentos especiales en los partidos de futbol. "Muertos, heridos y desaparecidos... los niños y las mujeres primero", exclamaba en la algidez del juego.

Encaja perfectamente con el dedazo de atole, que dio la Selección Mexicana en el 0-0 ante Ecuador este domingo en Chicago. Dedazo de atole, porque apacigua las tempestades, y baja del patíbulo, provisionalmente, al ya cíclico, frecuente e impopularmente popular inquilino, Gerardo Martino.

Hubo, este domingo, muertos que ya no resucitan como Héctor Herrera. Y heridos (Tecatito Corona, Fernando Beltrán), a causa de ponerse con Sansón a las patadas, tomando en cuenta el biotipo del jugador ecuatoriano. Y desaparecidos en la cancha, como Andrés Guardado, Alexis Vega, Jesús Gallardo y Héctor Moreno, y ahí puede Usted agregar a Uriel Antuna. "Muertos, heridos y desaparecidos...".

Hay una ociosidad inevitable en las comparaciones, que es como un subterfugio de escapismo, de evasión, el 0-0 ante Ecuador es linimento y consuelo --para algunos, para muchos--, tras el 3-0 ante Uruguay. El credo ese que supura conformismo: "no se mejora, pero tampoco se empeora".

Este domingo, Gerardo Martino trató de enviar a la cancha la versión más cercana con la que espera sacarle sustos y meterle taquicardias a Polonia, y a una Argentina que fascinó ante Italia, y que después se fue de recreo ante Estonia (5-0). El gran ausente es Edson Álvarez, un figurón en el Ajax, un pendenciero cualquiera en el Tri.

Y este México, de aspiraciones épicas, pero exclusivamente en la cabecita delirante y demencial de Tata Martino, pudo haber sido arrollado por Ecuador, que es un equipo que debe fascinar a su técnico Gustavo Alfaro, porque es bohemio, alegre, frontal, brusco, hábil, desparpajado, a veces desordenado, pero que pretende hacer una fiesta en la cancha.

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Imago7México empató sin goles con Ecuador en Chicago.

La diferencia salvadora, redentora, para México, vuelve a ser Guillermo Ochoa. Siempre él. El que suscita estremecimientos en el América, pero que es una certeza infranqueable en el Tri, como molusco heroico, más allá de los conocidos accidentes, como el 7-0 ante Chile.

¿Mejoró tanto México? No. Ecuador es un equipo desbocado, que ofrece zonas vulnerables, frágiles, pero México, tuvo ayer tres aproximaciones, arruinadas por Tecatito Corona, Alexis Vega, y Raúl Jiménez, quien hoy yerra las que eran de trámite, antes del asalto brutal de David Luiz.

Uruguay le hurtó todo. Cancha, balón, dignidad, espíritu, e insisto, le hizo tres, pero no le hizo seis más, sólo por un impensable gesto de compasión y condolencia anticipadas, a esta errante, taciturna y destemplada versión de México. Los charrúas sólo necesitaban alguien que les quitara el freno de mano impuesto por Washington Tabárez. Y mire usted, pudo hacerlo hasta Diego Alonso, de sonoros fracasos en Monterrey, y hasta en la MLS, con un costosísimo Ínter Miami.

Si ante Ecuador, Martino envió a aquellos jugadores que en los devaneos de sus neuronas, considera los mejores para arrancar la Copa del Mundo, este grupo regresará a tiempo a México para actividades que le son --aparentemente--, más importantes: las Posadas, cargar los peregrinos, y tomarse el etílico y hedonista puente Guadalupe-Los Reyes.

Sin duda hay una enorme responsabilidad de los jugadores. Cuando la referencia post-mortem en la Selección Mexicana es que el único órgano sano para trasplante es Guillermo Ochoa, queda claro, que el resto de los órganos vitales, no serían aceptados ni en una veterinaria.

¿Pueden rendir más? Es evidente que sí. Pero, Gerardo Martino no es el hombre para contagiarlos, arengarlos y transformarlos. Y no es totalmente su responsabilidad. Es un pasaje similar al de Sven-Goran Eriksson y Juan Carlos Osorio.

Con el sueco, creador del término #YuntaDeDueños, se hacía un trabajo táctico ordenado, detallado. Todo funcionaba en los entrenamientos. Y él se iba a dormir o simplemente a prolongar las noches con buenísimas amistades que hizo entre las féminas en su estadía en México.

Eriksson asumía, que si sus convocados eran jugadores profesionales, muy bien pagados, y que presuntamente entendían lo que era vestir la camiseta de la selección nacional, no necesitaban nada más. La ecuación estaba completa. Sólo debían salir a hacer lo que debían y ganar. ¡Caramba, es la Concacaf!

Eriksson creyó que en los genes del compromiso, la devoción y la pasión por el futbol, los mexicanos eran iguales a tantos dilectos europeos que él había dirigido. Se equivocó. No estaba ahí, para desengañarlo, el doctor en psicología Octavio Rivas (QEPD), con su diagnóstico: "'Pérate, son mexicanos, están programados al revés". O Manolo Lapuente, para advertirle que con el seleccionado "hay que hablar cada día, todo el día, todos los días, para que comprendan que juegan con la selección".

Martino no sabe o no quiere entender eso, que necesitan, según el jugador en turno, que les soben el lomo, que les endulcen el oído, que les hablen fuerte, que los amenacen, o que les mienten la madre. Porque simplemente "están programados al revés", o porque necesitan una pilmama o una madrastra, "cada día, todo el día, todos los días".

Recuérdese la revelación de Juan Carlos Osorio. Minutos antes de enfrentar a Brasil en El Samara Arena. Les preguntó si estaban listos para el juego de sus vidas, y pasar a la tierra prohibida del Quinto Partido. Sólo hubo un silencioso ominoso, penoso, estrujante. Cierto, antes el grupo había sido despedazado por revueltas internas encabezadas por Javier Hernández. Pero, ninguno respondió.

Ojo: si esa misma pregunta y esa misma respuesta ocurren dentro de los momentos y égidas de Miguel Herrera, Javier Aguirre, Manolo Lapuente, Miguel Mejía Barón, y hasta el mismo Ricardo LaVolpe, habría ocurrido un genocidio en ese vestuario. Osorio se sorprendió, se asustó, se inhibió, se cohibió... y perdió.

Ahí es donde Gerardo Martino está perdiendo la batalla. Podrá ser un dechado de ingeniería táctica, pero si no es capaz de soliviantar a sus soldaditos de plomo, los resultados no cambiarán.

Dígame Usted, por ejemplo, si hay congruencia entre las declaraciones de Héctor Herrera el sábado ("estanos a muerte con el Tata, y nos vamos a matar en la cancha por él"), y su actuación --paupérrima--, ante Ecuador.

Pero, ese 0-0, al final, es un dedazo de atole. Apacigua las turbulentas, turbias y revoltosas aguas que hacen zozobrar mediáticamente a este Tri-tanic.

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LOS ÁNGELES -- ¡Gracias, Uruguay! Por desnudar las mentiras, las farsas, los embustes, por desenmascarar a los de la cancha, los de la banca, los del vestidor y los del escritorio. ¡Gracias, Uruguay!

¡Gracias, Uruguay! Por alargarle las orejas y la nariz al tipo que vendió cuentitas de vidrio en la semana, por festejar 20 minutos ante Nigeria, y jurar que en diez días ya tenía a la mejor Selección Mexicana posible, y sus corifeos le vitorearon de pie.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por ridiculizar al tipo que se le exigía se pusiera serio y trabajara, a Gerardo Martino, experto en endulzar las meninges desgastadas de palurdos que juramentaban que era lo mejor que le había pasado a México.

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Imago7Tata Martino en la derrota de México ante Uruguay.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por estamparle en la cara al mismo Martino, la soberbia vomitiva de sus palabras: “parecería que no hemos hecho nada en tres años”. No Tata, no has hecho nada en tres años. ¿Te enteraste ya, que tú no clasificaste a México al Mundial, sino que todo fue obra del nivel paupérrimo de Costa Rica, Panamá, Honduras, El Salvador y Jamaica?

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por exhibir al protagonista de los estruendosos fracasos con Argentina y Barcelona, con Messi incluido en ambos equipos, y ratificar que su nivel está en la puerilidad de retos pequeñitos, y no para ser el artesano del colosal milagro de sacar de su fangosa y sempiterna mediocridad al futbol mexicano.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por ratificar la mezquindad con que se maneja al Tri, desde la trinchera veleidosa y propia de su ciclotimia, con la que Martino y su clan de paisanos ejercen vetos, amenazas, discriminaciones y segregaciones sobre jugadores que no son de su agrado. El futbol le dio una segunda oportunidad al Tata, tras sus descomunales naufragios en Cataluña y Argentina, pero él y su Maquiavelo de pacotilla, Jorge Theiler, se los niegan a otros.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por confirmar el analfabetismo táctico de Tata Martino. No se trata de elegir entre el 4-3-3 y el 3-4-3 o el 5-3-2, se trata de saber entenderlos, explicarlos, manejarlos, elegir a los jugadores correctos y al rival correcto. La estrategia es un Cubo de Rubik, un trabalenguas para la descarriada mollera del argentino.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por dejar en claro en la cancha y en el marcador, cómo Yon de Luisa, presidente de la FMF, tiene una discapacidad hormonal y neuronal, cojeando de autoridad, conocimiento, valor, liderazgo y cacumen, para tomar decisiones. Gerardo Martino debió irse tras las cuatro humillaciones ante Estados Unidos, y ante Canadá.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por hacer ver a los ciegos que Néstor Araujo es el enemigo infiltrado, dentro de su bobalicona restricción para jugar y pensar (¡Ah, pero juega en el Celta de Vigo!), y ratificar que el Raúl Jiménez que se robó David Luiz, en aquella colisión de cabezas, es irrecuperable. Y claro, Martino elige futbolistas con las vísceras, las suyas y las íntimas del tal Theiler.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Porque has sacado del sopor hedonista al dueño del negocio, Emilio Azcárraga Jean, que entiende poquitito de futbol, pero mucho de centavos. No le importa el 3-0. Tal vez ni vio el juego. Pero cuando los contadores le despierten en medio de la histeria, lanzará un ultimátum a Yon de Luisa. Ya se dijo, si no hay Quinto Partido en Qatar 2022, su sustituto aguarda, tomándose selfis con los dos trofeos del Atlas.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Por el dramón que se viene encima. A comprar botana para que trague el morbo. Cuando se ordene un cambio emergente, urgente, se vendrá una pelea clandestina, oculta. Yon de Luisa encadenado a Miguel Herrera para que tome el mando del Tri, y Alejandro Irarragorri puliendo el currículo de Diego Cocca y su Bicampeonato.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Gracias por la humillación absoluta (“Estuvimos parejos medio tiempo”, suelta el cómico de kermés, Martino). Porque tal vez, y sólo tal vez, la #YuntaDeDueños (dixit Sven-Göran Eriksson), se atreva a levantar la voz. Sí, tal vez los dueños de equipos, castrados durante años, eunucos del poder, se atrevan a salir de su madriguera, pestilente al almizcle del pánico, a reclamar por un producto que les pertenece. Sí, por definición constitucional de la FMF, la Selección Mexicana pertenece a los clubes, no a quien es capaz de extorsionarlos, de intimidarlos, de azorrillarlos, por ejemplo, con el #TuzoGate.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Porque quedó claro que si en la banca, en el vestuario, en la pizarra, se trasmite el tufo a orines, el jugador mexicano, lejos de rebelarse y revelarse, de salir de la pusilanimidad, se contagia y entonces acumula dos miedos, el suyo y el de su entrenador. Que nunca caduque Octavio Paz: “El mexicano le teme más a la victoria que a la derrota”.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Porque los incondicionales y asalariados mediáticos por el Tri han sido recusados y obligados a hacerse cómplices. Porque detrás del temor a la verdad, siempre podrán cobijarse en el útero de la mentira. El autoengaño es privilegio de los lacayos. “Perdimos 7-0 con Chile, pero luego le ganamos a Alemania”. Sí, la peor Alemania de la historia. Los espejismos maquillan, pero no ocultan la verdad.

Sí. ¡Gracias, Uruguay! Especialmente por la advertencia, porque si los charrúas, con un equipo honesto y guerrero, pero armado al vapor, le hizo tres a la más enclenque y bulímica expresión futbolística de México, en el Mundial de Qatar, la Argentina que vimos ante Italia, le hará diez el próximo 26 de noviembre en el Estadio Lusail.

¿Qué viene ahora? Ya no hay tiempo para un ultimátum. Es tiempo de decisiones. Tiempos borrascosos, pues, en el que los muertos de miedo, los dueños de equipos, se subleven, aunque sus eventuales hechos delincuenciales, salgan a la luz. Tiempos en los que Yon de Luisa deje de esconderse tras las faldas trémulas de Gerardo Torrado y confrontar que el Waterloo de Martino es también su propio Waterloo y, claro, el enésimo Waterloo de la Selección Mexicana.

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Tata... ¡Ponte serio!

FECHA
02/06
2022
por Rafael Ramos Villagrana

LOS ÁNGELES -- Es tiempo de ensayos, pero ya no de experimentos. Es tiempo de organizar, pero ya no de improvisar. Es tiempo de soluciones, pero ya no de justificaciones. El Tri ante su Himalaya mundialista.

Para Gerardo Martino llegó el momento de ponerse serio y de tomarse en serio la ruta, final y crítica, de la Selección Mexicana hacia la Copa del Mundo Qatar 2022.

En el peor de los casos, a México aún le restan ocho partidos antes de confrontar a Polonia en su debut mundialista. Entre oficiales y amistosos, enfrenta este jueves a Uruguay, y después desfilarían Ecuador, Surinam, Jamaica, Paraguay, Perú, y posiblemente Suiza y Braail, más otro par que piensan amarrar ya en tierras qataríes.

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Imago 7Gerardo Martino atendió a los medios, previo al duelo amistoso frente a Uruguay.

Gerardo Martino ya eligió al batallón. Una lista provisional de 38, con espacios abiertos, por ejemplo, para los lesionados Carlos Rodríguez y Rogelio Funes Mori. Una lista cuestionada, por aberraciones evidentes como Rodolfo Pizarro, Jesús Gallardo, Sebastián Córdova y Luis Romo, todos con un lamentable nivel de juego, no sólo en este 2022, sino desde el segundo semestre de 2021.

Ha marginado a jugadores del Atlas Bicampeón, como el capitán Aldo Rocha y el Hueso Reyes, y a regañadientes debió convocar a los juveniles de Pachuca. Claro, en el caso de Javier Hernández, los mensajes han sido claros: le insinúa que sí, pero decide que no. Atole con el dedo a Chicharito y sus #ChichaFans.

Este miércoles se le preguntó sobre las ausencias de Rocha y Reyes. Y Gerardo Martino se puso poco serio, muy poco serio. Vestido con el atuendo de Ronald de McDonald’s, su bufonada habría despertado, tal vez, una sonrisa forzada y algunos memes.

“Llama la atención que un equipo que ganó los dos últimos torneos no tenga futbolistas en selección, también el Atlas tiene muchos jugadores extranjeros, sobre todo la columna vertebral es de extranjeros”, respondió el Tata.

De verdad, ¡ponte serio, Tata! Nadie le arguyó a semejante respuesta. Resulta que los “europeos” no juegan –obviamente–, en equipos con una columna vertebral de mexicanos. Ni los de América. Ni los mimados suyos y de su representante, que juegan en Rayados. Ninguno, excepto los de Chivas y Pachuca.

Y hay más para exigir eso de “Tata, ¡ponte serio!”. A su explicación, hecha guasa, hecha pitorreo, de por qué no llama jugadores de Atlas, agregó: “No puede haber una convocatoria masiva de jugadores que no estuvieron, porque parecería que no hicimos nada en tres años”.

Entérate, Tata, ¡no has hecho nada en tres años! Un poco de retrospectiva, Tata, un poquito de autocrítica. Voltea, sin soberbia, hacia el espejo retrovisor. Hay más tumbas que monumentos.

La versión de la Selección Mexicana en 2021 y el arranque de 2022 fue un auténtico mamotreto, que clasificó al Mundial por las bondades y bendiciones de la zona. En Concacaf hay que ser muy malo para no ir al Mundial. El cachivache Tricolor que ha presentado en la cancha durante casi dos años aburre, decepciona, aterra, y cuando enfrentó a los dos equipos más serios del área, Estados Unidos y Canadá, lo humillaron.

Por eso, soslayando el juego de desperdicio, la pachanga ante Nigeria versión “B”, a partir de esta noche de jueves, ante Uruguay, debe empezar un proceso ascendente de la Selección Mexicana. Insisto: ensayos sí, experimentos, no. No hay tiempo.

Si el Tata decidió morirse con la suya y con los suyos, Uruguay debe ser la primera demostración de que sabe lo que está haciendo, y de que en verdad a ese plantel tan cuestionado le puede sacar provecho para la Copa del Mundo, entendiéndose, por supuesto, que la fascinante utopía del Quinto Partido se mantendrá aún como la tierra prohibida para el Tri una vez más.

Decepciona, sin embargo, que Martino se atreva a decir que ante Nigeria, el equipo alcanzó durante 20 minutos el nivel que alguna vez a él le pareció convincente durante 2019 y algunos juegos de 2020. Entiéndase, era una Nigeria abúlica, arrejuntada de última hora, víctima del jet lag, y con una anoréxica representación de sus mejores épocas.

Por eso, ante tan poca seriedad, en ese aire de triunfalismo, es que se le pide ya, a Gerardo Martino, que se ponga serio. Ya no hay tiempo para excusas, engaños, bufonadas ni viejos pretextos.

El Tata debe recordar el predicamento en que llega a esta ruta, insisto, crítica y final, antes de la Copa del Mundo. 2021 fue desastroso, y en la afición mexicana quedan las estampas vívidas de los cuatro ridículos ante Estados Unidos, y claro, ante Canadá. Clasificó segundo, cierto, pero como resultado de la fragilidad moral, anímica y futbolístico del resto de los integrantes del Octagonal de Concacaf.

No más excusas como “perdimos intensidad”, o “nos faltó intensidad”, o “fuimos superiores, pero nos faltó el gol”, y otra serie de pretextos que apestan a excusas y escapismos, y hiede a toda la herejía de una mentira, que se agrava en momentos de caos, un caos, que él nunca quiso reconocer.

Tiene a sus mimados, claro, los mismos que lo dejaron colgado de la brocha en la mismísima eliminatoria mundialista: Guillermo Ochoa, Néstor Araujo, Héctor Moreno, Andrés Guardado, Héctor Herrera, Edson Álvarez, Alexis Vega y Raúl Jiménez, por mencionar a los más evidentes.

La consigna inmediata es no perder. Ninguno de los juegos. Gerardo Martino entiende perfectamente que eventuales derrotas ante Uruguay este jueves, y ante Ecuador el domingo, lo pondrían de nuevo en la picota, sólo que esta vez ya no aparecería Miguel Herrera como el candidato a sucederlo. Ha sido borrado de la lista definitivamente.

Por eso, según las versiones en la concentración del Tri, es que el mismo Tata apretará tuercas con su plantel base para estos encuentros ante charrúas y ecuatorianos. Son juegos de preparación o amistosos, pero al interior del Tri, Martino ha puesto tales términos en desuso.

Según versiones de Gibrán Araige, de TUDN, México saltará esta noche con línea de cinco, entendiendo que, finalmente, Martino se dio cuenta de la obsolescencia de “su” particular interpretación del 4-3-3. Ojo, así lo intentó ante Canadá, y aquello fue una desgracia.

Y claro, las aseveraciones desde Phoenix incluyen que el técnico argentino exigirá las mejores versiones de sus jugadores. De hecho, cero tolerancias, especialmente a quienes deben asumir el liderazgo futbolístico y emocional. Si algo ha inquietado al entrenador son esas lagunas en las que México pierde compromiso y cae en el desdén.

Si bien para los partidos ante Surinam y Jamaica, en la Liga de las Naciones, pondrá a prueba a los jugadores jóvenes y con menos recorrido; también espera que la presencia de estos sirva de presión sobre esos supuestos consolidados, que, insisto, quedaron en deuda durante el Octagonal, y fueron cuestionados severamente por la afición.

Por eso, sí, para el Tata Martino ha llegado el momento de ponerse serio, y pensar en funcionamiento y resultados a partir de este jueves por la noche. Y no más intentos fallidos de sentirse cómico frustrado, comediante de carpa, o guasón de feria, como al explicar las ausencias de Rocha y del Hueso, y peor aún, al esgrimir eso de “parecería que no hicimos nada en tres años”, sin darse cuenta que no ha hecho nada, absolutamente nada, en tres años.

Insisto, Martino no clasificó a México al Mundial, lo clasificó, casi en automático, el paupérrimo nivel de la zona y de sus contendientes en el Octagonal.

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LOS ÁNGELES — Javier Hernández ha reiterado su fragilidad emocional en diversas entrevistas. Se le oye, pero no se le escucha.

Es su culpa: su alboroto mediático, su estruendo en redes, transfiguran sus lamentos en aparentes falacias. La metamorfosis pública de una negación privada.

Un psiquiatra diría que implora ayuda; un “chichafan” lo tildará de espartano, y un “hater” le llamará payaso. Al final, lo oyen, pero no lo escuchan. Él mismo devalúa la dimensión de su crisis.

Chicharito ha mostrado las muescas de los grilletes que lo esclavizan. “Me llegó la depresión porque me cansé de no ser yo”. La crisis y la redención, según él, llegan a través de sus hijos. “Ellos vinieron a darme el tiro de gracia en la depresión”. Ya él debe saberlo: la depresión no se cura ni con fármacos, ni con divanes. Permanece, ahí, agazapada, voraz, al acecho.

Y ha dicho: “Toqué fondo (…) y no asumí la responsabilidad”. Y se queja, como los armadillos: “No es fácil estar escuchando todo el día que el Chichatronco, que el Chicha esto, que el Chicha lo otro, que hasta si mis hijos no son míos”.

Este domingo, Javier Hernández rompió una racha sin gol en la MLS ante el Austin. Ya el miércoles había sentenciado en la Copa ante el LAFC. Han sido, ambos goles, un refunfuño más emocional que futbolístico. Un acto de escapismo de esa fragilidad emocional. No hay heroísmo, pero sí regeneración.

Este domingo, también, marca otro gol, que le anulan por un roce de la mano con el balón, y yerra un penalti, con un disparo insulso, bobo, débil, a media altura, antes de salir de cambio.

Quede claro, los tres goles, los dos válidos y el anulado, no los hubiera consumado el decrépito Hernández de 2019 y 2020, imposible. ¿El penalti? El manchón es un lugar sagrado. Si no cree en leyendas, menos en mitos.

En la semana, saltó la versión de un armisticio entre el delantero del Galaxy y el técnico del Tri, Gerardo Martino. La tregua concertada por una llamada, por un cabildeo o por una carambola de intereses y de advenedizos interesados.

Antes de los goles de esta semana, Javier Hernández había estado en sequía absoluta. Su anterior llaga perpetrada a un adversario, había sido el 9 de abril contra el LAFC. Sumaba por entonces cinco goles. Y ante la miseria de los atacantes de la selección mexicana, la Voz del Pueblo quiso jugar a ser la Voz de Dios. Raúl Jiménez, Henry Martín y Funes Mori tienen la brújula rota, torcida, apuntando estrictamente al caos.

Sin embargo, ante el vítor popular y mediático por Chicharito, el 12 de abril, Gerardo Martino, técnico del Tri, sofocó las llamas del jugador galáctico de manera brutal, en conferencia de prensa. Verso matapasiones.

“Javier Hernández no está (en el Tri) porque el entrenador (o sea, él mismo) en turno no lo ha elegido en estos últimos dos años y casi tres, pero dicho esto quiero decir que no hay nada que yo tenga que compartir con los medios. Toda cuestión que sucede dentro del ámbito de la Selección Nacional se resuelve dentro de la Selección Nacional”, dijo lapidario.

Las veladoras pujantes de Javier Hernández en busca de un milagro se apagaron abruptamente. Dejaron su paso a los cirios fúnebres y tóxicos del desengaño.

Allegados de Chicharito lo revelan. “Esa declaración aplastó a Javier. Sintió que todo lo que ha trabajado para que se le dé una oportunidad, para ir al Mundial de Qatar, había sido inútil”. Desde noviembre de 2020, ya con su esposa y sus hijos en fuga, contrito, tragando sus propias cenizas, comenzó su rehabilitación física, atlética, futbolística, nutricional y mental.

Al interior del Galaxy se percibía el efecto de las palabras sepultureras del Tata. Le habían robado el mes de abril, en términos de Sabina. El veredicto de Martino había sido tan franco, tan frontal, tan cruel, tan sincero, que recluyó de nuevo a Chicharito en la depresión. “Quiere ir al Mundial no sólo por la selección, por él, sino también por sus hijos. Lo dejó devastado esa decisión del Tata”, explica un vocero.

Ahora, sin embargo, explica la fuente de información, “que se hayan abierto pláticas, le cambió el ánimo, lo volvió a la vida. El equipo lo vio de inmediato, y ha marcado goles (LAFC y Austin) ante dos de los equipos con las mejores defensivas del torneo”.

Hace diez días, iniciaron los contactos a través de terceros. El cómo, es un misterio aún. Se le pregunta al mismo informante por detalles y la respuesta es: “No comments (sin comentarios)”.

En el festín morboso, precipitado, desesperado, salpican las versiones en redes, textos y micrófonos.

1.- “El primero en llamar fue el representante de Javier”. (“No comments”, la respuesta).

2.- “Hay dos patrocinadores que quieren a Chicharito en el Mundial”. (“No comments”).

3.- “SUM y la MLS abogaron por Javier ante la Federación Mexicana de Futbol”. (“No comments”).

4.- “Chicharito habló con los referentes del Tri (Guardado, Ochoa, Herrera y Raúl), se disculpó, y pidió su apoyo”. (“No comments”).

Gerardo Martino y Javier Hernández han hablado del tema en diferentes conferencias de prensa. El jugador reconoce los acercamientos. El Tata también, pero suelta ácido corrosivo en su respuesta: “Que yo tenga una reunión con él (Chicharito) no significa ningún tipo de compromiso (para convocarlo)”.

El 10 de junio de 2021, habíamos expuesto aquí que Javier Hernández estaba a sólo 15 dígitos y tres palabras

(https://espndeportes.espn.com/futbol/selecciones/nota/_/id/8759797/chicharito-javier-hernandez-regreso-tri-seleccion-mexicana-gerardo-martino), para recibir el indulto de Martino y de Yon de Luisa, el principal afectado, en temas familiares, por la indisciplina orquestada por el jugador desde el mismísimo periplo por el brunch en Nueva York y unas botineras de escotes largos y faldas cortas, de gustos caros y escrúpulos baratos.

Sin embargo, Javier no quiso o no supo o no pudo reaccionar a tiempo. En el camposanto de sus errores, había ya demasiado sepulcros, que justificaban su destierro del Tri, y además, la soberbia de no marcar el teléfono de Martino y De Luisa, ratificaba a ambos, que ese silencio altanero y veleidoso dejaba en claro que no debía ser convocado, por la salud emocional, grupal y disciplinaria del grupo.

En menos de diez días, Javier Hernández ha visto transfigurado el panorama. Él marca goles y en la FMF hay luz verde para que el conciliábulo tenga lugar. Chicharito se aferra emocionalmente a un quizás, que se gangrena dramáticamente en un nunca.

El problema es que tras los juegos amistoso de junio ante Uruguay y Ecuador, y los oficiales en la Liga de las Naciones, contra Surinam y Jamaica, quedará poco espacio para que Chicharito sea puesto a prueba, en todos los aspectos.

De ser convocado, obviamente, sería observado, escudriñado, azuzado, provocado, exigido. ¿Qué tan genuinamente Javier Hernández ha recluido a Chicharito, qué tan genuinamente el doctor Jekyll somete a míster Hyde? Resta un juego de ensayo ante Paraguay, se tambalea el amistoso con Brasil, y sólo quedarían uno de preparación ante Perú, y el de despedida en el Estadio Azteca, antes de partir rumbo a Qatar.

Porque Gerardo Martino podrá charlar con Javier y escuchar nuevamente sus viejas promesas, pero él ya cerró filas con Anaxágoras: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”. Además, el Tata ha encendido también sus propias veladoras. Y ha agregado a otro paisano a su retablo: Julio Furch.

Quede claro pues, que los dos goles recientemente marcados por Chicharito no lo acercan a Qatar más de lo que lo alejó aquella calenturienta jornada en Nueva York y San Antonio.

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LOS ÁNGELES -- Parecen tiempos de bonanza para Gerardo Martino. Recupera la sonrisa. Recupera la vista en su ojo derecho. Recupera la calma. Y recupera un proyecto que se le escurría de entre las manos. Qatar 2022 ya no colinda con la utopía.

Pero, ¿recuperará la Selección Mexicana el nivel de futbol que alguna vez, por momentos, al menos, mostró? O, por el contrario, ¿es ésta la versión más fidedigna del Tri, ésta que asomó lastimosa y lastimeramente en el Octagonal de la Concacaf y en los cuatro bochornos ante Estados Unidos?

Al menos hay confianza, algo que, por los antecedentes inmediatos, no basta y no garantiza absolutamente nada. Confianza externada por el mismo Martino y su “presi”, como llamó a Yon de Luisa en la conferencia de prensa de este martes, al anunciarse los juegos de preparación de cara al Mundial: Guatemala, Nigeria, Uruguay, Ecuador y Paraguay. Sí, dos mundialistas y tres exiliados al limbo.

Ciertamente, Martino ha gozado y gozará de muchas bendiciones en su periplo premundialista. Ningún técnico del Tri disfrutó anteriormente de tres giras por Europa, posiblemente diez juegos de preparación en el mismísimo año mundialista, y hasta se dio el lujo de recetarse casi un “año sabático”, cuando en el año apocalíptico de la pandemia, 2020, se apoltronó en su natal Argentina, negándose a viajar a México.

A la lista de cinco amistosos, se agregan al menos dos de la Liga de las Naciones, ante Jamaica y Surinam, y en septiembre, después del juego ante Paraguay, se pretende invitar al ganador de la Repesca entre Perú y Australia.

Por otro lado, más allá de que Martino aseguró que no habrá partido de despedida mundialista en el Estadio Azteca, podría celebrarse sin europeos algún encuentro en Estados Unidos, además de que trabajan alguna encerrona ya en tierras qataríes, con lo que podría disponer de una decena de juegos de preparación en pleno año mundialista.

Sin duda, con tanta actividad por delante, Gerardo Martino dispondrá de tiempo efectivo en cancha para tratar de hacer una serie de ajustes a una Selección Mexicana que sufre de tantas anomalías, que ha permitido abaratar el concepto de que “no juega a nada”.

El listado de deficiencias del Tri lo tiene muy claro Gerardo Martino por lo expuesto en la conferencia de prensa citada. Reconoció que el equipo no responde a las expectativas propias, pero, superado el trámite obligatorio de clasificar, cree que podrá sembrar en la calma, tras las tormentas incesantes en pleno agobio del Octagonal de la Concacaf.

1.- Una defensa frágil en todos sentidos. Con desventaja en el juego aéreo, en el mano a mano, y en la coordinación en coberturas y relevos, especialmente, con sus hombres en la media cancha. Lejos de organizarse, disfrutan el caos.

2.- Una baja asombrosa de juego de los futbolistas mexicanos que militan en Europa. Los nombres han saltado a la vista: Héctor Herrera, Chucky Lozano, Raúl Jiménez, Edson Álvarez, Tecatito Corona. De estos, por cierto, Herrera se refugia en la MLS, con el Houston Dynamo, así que de los pastizales de la Champions se remitirá al fragor de la Concachampions.

3.- Una constante queja de Martino ha sido la falta de intensidad o la pérdida de intensidad, especialmente, ante los rivales más poderoso del área, como Estados Unidos y Canadá. Entre su aparente incapacidad para poder determinar si es desidia, negligencia, temor, enfado o rebeldía, El Tata deberá abocarse a despertar la asosegada testosterona de sus jugadores.

4.- Y una urgente capacidad de autocrítica. Resolver qué espera aún de jugadores como Héctor Moreno, Néstor Araujo, Jesús Gallardo. Andrés Guardado, Rodolfo Pizarro y Funes Mori, quienes, evidentemente, terminaron por convertirse en lastres del Tri en momentos clave del Octagonal. Dispone de material de recambio, pero parece obsesionado con jugadores en decadencia.

5.- Entonces, ahora, llegará además el momento de establecer el cambio generacional. Johan Vásquez, Gerardo Arteaga, Julián Araujo, Luis Chávez, Kevin Álvarez, Christian Giménez, Alan Mozo, Israel Reyes, Arturo 'Palermo' Ortiz, Víctor Guzmán y varios más. Ha sido reticente Martino a atreverse a iniciar el proceso de transición. Ante Guatemala, el 27 de abril, pretende citar a algunos de estos, e incluso a Marcelo Flores, si el Arsenal lo permite.

6.- Idea de juego. Partiendo de la comodidad del 4-3-3, pero con una extraña y extrema rigidez, la evolución y desarrollo de futbol del equipo mexicano parece enfangarse desde la salida y llega a espesarse conforme intenta arrimarse al área contraria. Más allá de la carencia de explosión, creatividad y liderazgo individual, queda la sensación de si se realiza el trabajo necesario, previo al partido, o si el jugador no entiende las indicaciones. En la cancha, durante 2021 y 2022, México ha sido una Torre de Babel, en la que todos hablan un idioma distinto y pobre de futbol.

7.- Por lo pronto, queda claro, que su lista de marginados está más propensa a engordar que a aligerarse. Del tema de Chicharito y su negativa a convocarlo, fue, tal vez, más severo y contundente que nunca. Lo dijo con la certeza de quien ya está en Qatar y ha recuperado el control del proyecto.

Javier Hernández no está porque el entrenador en turno no lo ha elegido en estos últimos dos años y casi tres, pero dicho esto, quiero decir que no hay nada que yo tenga que compartir con los medios. Toda cuestión que sucede dentro del ámbito de la Selección Nacional se resuelve dentro de la Selección Nacional”, puntualizó Martino.

Así pues, El Tata tendrá semanas y partidos suficientes, además de la tranquilidad necesaria para dedicarse de lleno a la resurrección de un equipo que se le murió en las canchas de Concacaf entre 2021 y 2022. Ya recuperó la sonrisa, la vista, la chamba, el proyecto, entonces, ahora, deberá recuperar las bases de un supuesto equipo competitivo que prometió que sería capaz de asomarse al paraíso prohibido del Quinto Partido.

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LOS ÁNGELES -- Javier Hernández ha marcado de nuevo. De a dos, ante Portland. Y la Guerra Civil de las legiones itinerantes de amor y de odio se recrudece. Chicharito sembró vientos negros en la prosperidad, hoy cosecha tormentas negras en su intento de redención. La resurrección, al tercer día, es sólo un anecdotario de las Sagradas Escrituras.

Marca, nuevamente, a su estilo: el acecho, la sorpresa, la repentización, el amague. Y, claro, esa letalidad que había perdido, durante 2019 y 2020, entre la adiposidad obscena de unos kilos de más, la negligencia atlética, y el herrumbre espiritual y ético del que entrena menos de lo que cobra.

Ya no es el Chaplin del Gol. Javier Hernández ya no empuja el balón con la accidentalidad de la mollera, el cogote, la nalga, o con el músculo estapedio del oído derecho. Hoy lo hace como un goleador educado. Por años, fue un anotador silvestre, rústico, con algunos chiripazos de 30 metros, de esos que el futbol concede hasta a los más burdos de sus más pujantes y limitados feligreses, como una ocasional bonificación a su transpiración. Medallas con el brillo efímero de 90 minutos.

Bob Levey/Getty ImagesEl mexicano recibió su primera distinción de la temporada 2022 de la MLS.

Chicharito maquilaba goles a punterazos o con el esternón. Lo suyo no era la elegancia. Él cobraba en el marcador con la gracia de un polichinela, y había un doble motivo para festejar: la anotación por sí misma, y la actuación de ese Pierrot en contubernio con el marcador. Porque hacían tanta gracia sus goles de saltimbanqui que él era feliz, sin preocuparse por ser, algún día, futbolista.

Un día, todo se colapsó. Microsismos y macrosismos trepidatorios, lo dejaron solo, entre sus ruinas. Su esposa huyó con sus hijos; su tótem espiritual, su abuelo Tomás Balcázar, se quedó sólo en el relicario eterno de sus afectos. El LA Galaxy estaba decepcionado. La MLS preparaba un altar y al final mandó pedir una mortaja. Javier Hernández, sin querer aceptarlo, era sólo escombros, un jugador anquilosado. Ruina entre las ruinas.

En noviembre de 2020, finalmente pudo verse ante el espejo. Dorian Grey había huido de ahí. En términos de Sabina, su “caballo volvió solo a casa, ¿qué fue de John Wayne?”. Y empezó la reconstrucción. Fue doloroso, penoso. Había que pagar la factura de años de negligencia profesional. Lo confesaría a Los Angeles Times: “Toqué fondo. Viví cosas que normalmente se viven en cinco, 10 años. No es una excusa. Es la realidad. Y la realidad es que no asumí la responsabilidad. No pude manejar todo eso”.

Se rodeó de especialistas. Mientras el resto de la MLS descansaba, él empezaba a limpiar el cascote, las ruinas de su carrera. Nutriólogo, kinesiólogo, preparador físico, reumatólogos, traumatólogo, reflexólogo, y todas las vertientes relacionados con el afán de convertir esa maquinaria oxidada en un atleta dedicado al futbol. Entendió que había besado la cima con el Manchester United y estaba revolcándose en la sima con el Galaxy.

Como si buscara desesperadamente un confesionario público, empezó a relatar su calvario en historias de Instagram. Sí, irónico, pero, finalmente, aprendió sobre su aparato locomotriz y psicomotor. Aprendió a pegarle al balón, desde el punto de apoyo, hasta la flexión del pie de golpeo. Insisto: fue un jugador que creció a lo silvestre. Si hacía goles, para qué educarlo, pensaron en Chivas. Empezó, literalmente, a saber cómo usar músculos que ni sabía que existían.

Pero, ya había atiborrado el camposanto con todos sus errores. Habían sido demasiados. Demasiados y condenatorios. Su hogar, lleno de bulla infantil, dejó de serlo, para convertirse en una casona silente, apagada, sombría. La Selección Mexicana le había cerrado sus puertas. El Galaxy lo miraba con recelo. Sus escándalos rebasaban sus buenas intenciones. Su apodo, legado paterno, dejó de ser asociado con el gol, para enfangarse en el aquelarre del chismorreo.

La soledad es un purgatorio del que sólo se escapa al Cielo o al Infierno. Y Javier Hernández vive aún esa condena. Recluido en Las Siete Gradas del Purgatorio de Dante (soberbia, envidia, pereza, gula, etcétera), intentó en 2021 escapar a través del único salvoconducto que le ofrece el futbol: la cancha y el gol. No fue fácil. De hecho, en la desesperación por expiar sus pecados, las lesiones truncaron el camino. Recurrió a una de sus frases favoritas, para no rendirse: “Dios le da sus peores batallas a sus mejores guerreros”. Pero ya no era cuestión de teología, sino de autenticidad.

Este 2022, Javier Hernández ha encontrado su mejor manifestación como futbolista. En 2021 terminaba los juegos con calambres y sofocado. Hoy, los termina fresco, pujante. Los goles que ha marcado este año y el anterior, le habría sido imposible anotarlos en 2019 y 2020, cuando su cuerpo ya no respondía a las proezas que pretendía ejecutar en la cancha. Hoy remata con más potencia y su forma física le permite elegir el remate correcto. Es, guardando las abismales distancias, como Tom Brady dando el movimiento entero a su brazo, o Rafael Nadal alargando la raqueta desde su cuerpo, para que el impacto ocurra con la fuerza y precisión necesarias.

Hoy es mejor futbolista. Ya no es sólo un cazador furtivo, ingenioso, pertinaz, ávido de balones en el área contraria. Desde 2021 descubrió otros terrenos. Es solidario en la marca, genera, alarga su rendimiento en la cancha. Recupera y organiza, colabora. En la reconstrucción ha mejorado su técnica, el golpeo, y mantiene la visión certera que le significaba adivinar opciones de juego, pero que ahora extendió a otras zonas del campo.

Cierto, juega en una Liga de menor exigencia en defensa. En la MLS se privilegian y se ponderan los grandes rematadores y se desestima a los grandes defensores. Los goles generan boletaje, los defensas lo ahuyentan. Aun así, a Chicharito han aprendido a complicarle la ruta al gol. No sólo con el dos a uno, sino abortando la línea de abastecimiento de balones al área.

Sin embargo, ante las urgencias de gol que tiene la Selección Mexicana, se encuentra en mejor momento que un Raúl Jiménez que arrastra las secuelas del brutal choque de cabezas con David Luiz. Y sí, es innegable que rebasa, con mucho, el momento de la sequía de Rogelio Funes Mori y de Henry Martín. Hoy, más allá de la desestimación hacia la MLS, Chicharito es mejor que los tres.

Pero su expediente está en el archivo oscuro del futbol mexicano. Sus pecados, insisto, rebasan sus buenas intenciones. Gerardo Martino le ofreció el ministerio del liderazgo en el Tri. Se comprometió, pero, lo traicionó. Una sola jornada de concupiscencia y libertinaje, acabó con todo. Aquel septiembre de 2019, en un brunch en Nueva York, CH14 comenzó el naufragio de la traición a su propia carrera.

Él lideró la excursión. Nunca se imaginó que ahí, en esas seis horas, dentro de un tugurio en Manhattan, comenzaría la peor de sus pesadillas. Conocieron a unas botineras. La mexicana Keyla Caputo y la argentina María del Mar Molar terminaron siendo damas de compañía del Tri con rumbo a San Antonio, Texas. Pero, en el traslado, Chicharito multiplicó el engaño, el chantaje, la traición.

Andrés Mateos, empleado de logística de la FMF, subió a las señoritas en cuestión al vuelo del Tri, dejando en tierras neoyorquinas a personas muy allegadas a Yon de Luisa. Keyla Caputo y María del Mar Molar fueron hospedadas en el mismo hotel de la selección en San Antonio. La FMF investigó. Javier pudo rescatar a Mateos, pero lo abandonó. El empleado le pidió que aclarara los hechos, pero fue desoído. Sería despedido.

Martino, De Luisa, jugadores, empleados, se sintieron traicionados. Javier Hernández había abusado de ese escasísimo poder condicionado que le habían otorgado. Hasta hoy, él se lava las manos, pero su nombre sigue ensuciado en la mente y las entrañas de todos los afectados.

Recuérdese que tras el zafarrancho organizado en el seno del Tri durante el Mundial de Rusia, en aquella rebelión de las “Divas Rubias”, advenedizas, tras el triunfo sobre Alemania, Chicharito había recibido un asterisco condenatorio, No debería regresar al Tri. Era la metáfora de la manzana podrida. Martino quiso arrancar con hojas en blanco. Creyó que podría apoyarse en Javier, al interceder por él.

¿Se ha redimido totalmente? En la cancha, sin duda. Pero, aún, hay derecho al escepticismo, el resquemor, la desconfianza. Cuando anota, festeja, pero, casi de inmediato, invoca a una celebración colectiva, especialmente felicitando al tipo que genera el pase para el gol. ¿Es genuino o es actuado? No se olvide que, cuando había medios presentes, Chicharito era el primero en acercarse a aficionados con capacidades especiales, en silla de ruedas, a tomarse la foto y firmar autógrafos. ¿No había medios que atestiguaran su generosidad? Ni volteaba a ver a los ansiosos seguidores.

¿Cómo saber si ha cambiado y hasta dónde ha cambiado? Él tiene su versión. "Estoy tratando de hacerlo de la mejor manera como me enseñó mi abuelo y mi padre para poder ser elegible, para hacerlo de la mejor manera”, dijo después del juego ante Portland Timbers.

Hay una sola posibilidad. En la Liga de las Naciones, el sorteo sospechoso de Concacaf, puso a México ante una Jamaica en reconstrucción y frente a Surinam. Parece el momento adecuado. Gerardo Martino, si continúa en el cargo, podría dar un poderoso golpe mediático y de autoridad. Citar a Javier Hernández. Encerrarlo con el cuerpo técnico, directivos y los líderes del grupo. Y charlar. Y confrontarlo. Y observarlo. Y ponerlo a prueba. Y hurgar en sus verdaderas intenciones. Y si hace goles en esos dos juegos, pero aún hay incertidumbre sobre lo genuino que pudieran ser sus comportamientos, entonces, ya nadie podrá recriminar al Tata que lo segregue de la Selección Mexicana.

Hoy, la Selección Mexicana necesita del futbolista, de la nueva versión del futbolista. Sin embargo, hoy, no puede darse el lujo de convocar a la vieja versión del ser humano.

Es simple: las nuevas virtudes de Chicharito serán bienvenidas, pero los viejos vicios de Javier Hernández deben mantenerse en el destierro.

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