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Se dejan soñar

PACHUCA -- 25 de septiembre de 2005, Estadio Miguel Grau en Piura, Perú. México derrota 3-1 a Costa Rica y un país entero empieza a soñar con un Mundial, aunque sólo era categoría Sub-17, pero finalmente un Tri alcanzaba el anhelado "quinto partido".

Aquella selección llegó más lejos, mucho más, superó el quinto y el sexto, que para sorpresa de todos fue la final ante Brasil, al cual vencieron con goles de Carlos Vela, Omar Esparza y Ever Guzmán y México conquistó su primer y hasta hoy el único campeonato mundial de FIFA.

Este jueves en Pachuca, 60 kilómetros al noreste de la capital mexicana, una nueva selección puso a soñar a un país, aunque esta vez el camino es más largo, pues el tantas veces nombrado "quinto partido" apenas les alcanza para los cuartos de final y el panorama no es nada sencillo, pues el lunes enfrentarán a Francia, uno de los equipos más sólidos, quizá sólo atrás de Alemania, que ha sido la mayor potencia en este torneo y de México, que llega a esta ronda con cinco victorias en línea.

Minuto 1 con 40 segundos, estadio Hidalgo. Tiro de esquina cobrado por Julio Gómez a primer palo, Carlos Fierro estorba a su marcador, se tropieza y la bola se le escapa al arquero Iván Picart. México toma la ventaja y el cielo se cae a pedazos.

Durante todo el día la ciudad de Pachuca ha recibido la intensa lluvia provocada por la depresión tropical Arlene, la primera de la temporada que bañó a la mitad del país. En esta zona central de México la precipitación no perdonó, tanto que las autoridades de FIFA dudaron en arrancar el primer juego de la jornada entre Inglaterra y Argentina, y más tarde también pusieron en duda realizar el México-Panamá.

México domina en el arranque del partido, tiene buen toque para salir con balón controlado, pero también tiene juventud que de pronto provoca que olviden las indicaciones del técnico Raúl Gutiérrez. Panamá empareja el accionar y toma el control en el cierre del primer tiempo, mientras el Tri hace agua en el planteamiento y sólo alcanza a cortar las descolgadas de los centroamericanos.

Segundo tiempo, el ingreso de Marco Bueno por Daniel Hernández cambiaría el rostro del Tri Sub-17. Retoman sin mucho esfuerzo el control de la media cancha, empiezan a tocar el balón como lo han hecho en todo el torneo y Panamá pase a ser sólo defensor y observador, aunque efectivo en su marca.

La lluvia perdona por unos minutos, los aficionados no lo hacen con Iván Picart quien recibe los gritos de "pu______." cuando prepara sus despejes.

Pero el agua sólo dio una tregua, breve, que no sirve para secarse, ni siquiera para escurrir un poco. Regresa la lluvia, impresiona la cortina gris, aunque la cancha sigue intacta, el balón sigue corriendo y en el último minuto del tiempo regular el propio Bueno aparece en el primer palo en el cobro de otro tiro de esquina para marcar el 2-0.

El sonido local estalla, los mojados 15,000 aficionados piensan que valió la pena soportar el temporal de Arlene. Y Raúl Gutiérrez aprieta la mandíbula, pues sabe que son muchos los técnicos de la selección mexicana que habrían querido alcanzar un "quinto partido". Y no, no importa que sea en un Mundial Sub-17, pues cada quien cumple con su labor.

Svein Oddvar, árbitro noruego, compensa casi cinco minutos que en otras condiciones serían eternos, pero hoy da tiempo a bailar en las tribunas mientras la ropa escurre, como escurren las ilusiones panameñas.

Al silbatazo final los aficionados corren, pero no para escapar de la lluvia, sino para formarse en las taquillas. Hoy todos aguantaron estoicos y el lunes esperan repetir sin importar si llueve o truena, pues serán testigos de un pocas veces visto "quinto partido" mexicano en un Mundial, el cual no alcanzaron ni Javier Aguirre, ni Manuel Lapuente, ni Ricardo La Volpe, todos con la selección mayor.

En Pachuca juega una Sub-17 que no tiene ni Chicharitos, ni Márquez, ni Giovanis dos Santos, pero que presenta una nueva generación que de la nada ha puesto a soñar a una afición que espera gritar gol el 10 de julio en el estadio Azteca para iniciar un festejo que no distinguirá edades, pues el color verde de la camiseta es lo único que cuenta.