<
>

A.J. Burnett, no apto para NY

Jonathan Daniel/Getty Images

Los peloteros de Grandes Ligas se dividen en dos: los Yankees de Nueva York y los demás.

No, no me malinterpreten. No basta con ponerse el famoso uniforme de rayas para convertirse en un yankee.

A lo que me refiero es a que no todos los jugadores, incluso muchos con gran renombre, están preparados para soportar la presión de lo que significa jugar en la franquicia deportiva más famosa del planeta, que por añadidura, tiene su sede en la llamada Capital del Mundo.

A.J. Burnett es una prueba de ello. A sus 35 años, está viviendo la mejor temporada de su carrera, ahora con los Piratas de Pittsburgh, luego de tres campañas decepcionantes en Nueva York.

Este martes estuvo a punto de lanzar el segundo no hit-no run de su carrera, al dejar en un solo imparable a los Cachorros de Chicago y llevarse su decimotercera victoria frente a sólo tres reveses. De paso, para él fue su décima blanqueada en 14 años.

Burnett es un tipo de personalidad complicada, taciturno, de humor tan cambiante como el clima. En otras palabras, es de esos que no soportan tanta atención.

Brilló con los Marlins de Miami en los años posteriores a la Serie Mundial de 1997, cuando aquel infame desmantelamiento del equipo campeón le abrió las puertas de las Grandes Ligas a muchos novatos.

Con el equipo de la Florida, ganó 49 juegos y perdió 50 en 131 aperturas, con efectividad de 3.73.

Pero no se engañen con esa marca casi de 50-50. Durante su estancia con los Marlins, el equipo jugó para 555-578 y en el 2003, cuando ganaron la Serie Mundial y tuvieron récord de 91-71, el temperamental derecho estuvo lesionado casi todo el año, con apenas cuatro aperturas.

De ahí pasó a los Azulejos de Toronto, otro equipo de pocos focos. En tres años ganó 38 juegos, con 26 derrotas y efectividad de 3.94.

En el 2009 llegó a los Yankees con un contrato de 82.5 millones, pero las luces de la Gran Manzana lo cegaron por completo.

Sus problemas de adaptación se hicieron evidentes desde el primer día y la inconsistencia fue el denominador común a lo largo de los tres años siguientes, en los que a ratos lucía como el mejor lanzador del mundo y una apertura después era bateado como pitcher de práctica.

Efectividad de 4.79, 34 victorias y 35 derrotas es un balance demasiado mediocre para quien lanzó con un equipo que en ese lapso ganó 295 partidos y perdió 191. Burnett cargó con el 12 por ciento de los reveses que sufrieron los Yankees entre el 2009 y el 2011.

La gerencia de Nueva York perdió la paciencia y consiguió deshacerse del problemático serpentinero, enviándolo a los Piratas, un equipo que lleva 19 años seguidos con récord negativo.

La última vez que Pittsburgh jugó sobre .500 fue en 1992, cuando Burnett era un mozalbete de 15 años y estudiaba en décimo grado de secundaria.

De pronto, con los mismos tatuajes, los mismos piercings en las tetillas, la misma personalidad taciturna, renació como Ave Fénix y es uno de los principales responsables de que los Piratas (59-44) aparezcan hoy en camino de romper el maleficio negativo de 19 temporadas.

En su libro "Mis Años con los Yankees", el ex manager Joe Torre describe una y otra vez casos similares de estelares que jamás se adaptaron a las luces de la Gran Ciudad.

Randy Johnson, Kevin Brown, Javier Vázquez, José Contreras y hasta el propio Alex Rodríguez han tenido dificultades para lidiar con el hecho de jugar para los Yankees, donde la afición y los medios pueden amarte hasta el delirio o destruirte en un dos por tres.

Buen pitcher este Burnett, con 134 victorias y 114 derrotas en su carrera. Con marca de 13-3 y efectividad de 3.27 en el 2012. Lástima que no esté hecho para jugar con los Yankees.