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La tragedia del Atlas

Los Rojinegros firmaron una de las peores temporadas de su historia Mexsport

"El amor es una maravillosa flor, pero es necesario tener el
valor de ir a buscarla al borde de un horrible precipicio".
Stendhal.

MÉXICO --
La primera vez que vi a un aficionado tatuarse un escudo de su equipo en su propia piel, encima del corazón, fue a un atlista. Hoy he visto cientos, miles, decenas de miles de rojinegros con el escudo tatuado en su piel.

Pero todavía no conozco a ningún directivo que rasgue la piel, que vea correr su sangre y que sienta el dolor de sellar encima de su corazón los colores del Atlas.

Esa es la tragedia del Atlas: tener a la mejor afición en manos de los peores directivos del futbol mexicano.

En cuanto a la producción de jugadores, podrá haber algunas dudas sobre cuál es la mejor cantera, si la de Chivas, la del América, la de Pumas o la del Atlas. Pero en lo que no hay duda, es que la peor cantera de directivos se produce en las oficinas del Atlas.

Uno piensa que después de ver marchar al peor directivo de la historia del Atlas, no llegará otro que lo rebase. Pero el siguiente lo supera. Hoy el Atlas tiene al peor presidente de su historia. Lleva siete torneos y tiene al equipo al borde del precipicio. Pero quizá el que venga después de él, culminará la obra macabra de matar la historia de uno de los equipos más carismáticos dsel futbol mexicano.

Enamorarse de los colores de un equipo ganador es relativamente fácil. Los niños y jóvenes en proceso de identificación buscan siempre aliar sus aspiraciones de éxito asociándose con la imagen del equipo ganador del momento. Los padres convencen a sus hijos de irle al equipo de ellos, si las victorias y los títulos lo acompañan. Pachuca, Toluca, Monterrey, Santos y Tigres han incrementado sus aficionados en los últimos años por sus resultados. Han crecido su masa de fieles. Pero también los llamados "cuatro grandes", América, Chivas, Cruz Azul o Pumas, mantienen la lealtad de sus aficionados porque tienen una historia que los respalda. Y aunque alguno tenga ya más de tres décadas sin ser campeón (Cruz Azul), su equipo anda siempre ahí, calificando y peleando el título.

Pero... ¿Irle al Atlas? ¿A qué padre en su sano juicio de le ocurriría invitar a sus hijos a irle al Atlas, imagen de un equipo perdedor, con riesgo de descenso permanente, que gana un partido por torneo, que cada torneo se distingue por imponer marcas negativas (siete goles en 17 partidos el torneo pasado con la "Pájara" Chavez, 11 consecutivos sin ganar en el actual con Tomás Boy)?

Cada seis meses, el Atlas escribe una nueva historia trágica. Y cumplirá el próximo 22 de abril 62 años sin ser campeón.

Y la Fiel está ahí, en las tribunas del estadio Jalisco o siguiéndolo a cualquier plaza. Las barras atlistas mantienen sus lazos irrompibles de amor con el equipo. El corazón está hipotecado, además de tatuado. Amor ciego. De esos amores que no entienden de razones porque el amor es irracional. El fanático atlista no pierde la esperanza de un mañana mejor, aunque hoy viva el desasosiego del amenazante descenso. La directiva mata cada seis meses la ilusión, pero la esperanza sigue viva. Y el amor a los colores más sólido que nunca. Padres o abuelos hablaron de las leyendas de los amigos del balón, de La Academia, de aquellos años maravillosos que ya se ven tan lejanos. El equipo del buen futbol, del toque exquisito, del trato amoroso con la pelota. Los amigos del balón. Esperando que algún día vuelva el entrenador que entienda ese sentimiento y reviva el ideal del buen aficionado atlista.

Así es el Atlas. Cada rojinegro es consciente de su tragedia filial: tan lejos de Dios y tan cerca de los peores directivos que ha parido el futbol.

Y a pesar de otro semestre fatal, el corazón tatuado de miles de rojinegros sigue latiendo con fuerza. Y su voz no calla en las tribunas. Los cánticos están vivos, como la esperanza de un mañana mejor, creyendo que un día llegará a la cancha, con el uniforme del Atlas, la luz de esa bella frase de Jorge Valdano: "Todo equipo que trata bien el balón, trata bien al espectador".

Aunque parezca un canto triste, la voz de la Fiel sigue retumbando en las tribunas del Jalisco:

Rojinegro soy
Y te sigo a muerte.
No me importa nada, sólo quiero verte.
La hinchada te quiere aunque andes mal
Como la del Atlas no hay otra igual.
Atlas es mi vida. Eres lo más grande.
El amor que siento es inigualable.
Aunque no haya copas te voy a alentar
Porque ser del Atlas es mi enfermedad.