<
>

León apuesta por la alegría

"Para jugar al fútbol no se debe sufrir. Lo
que se hace sufriendo no puede salir bien".
Carles Rexach, ex entrenador del Barcelona.

MÉXICO -- Desdramatizar es la palabra. Agregarle alegría reduciéndole drama a tu juego. Esa es la receta del ex jugador y ex entrenador del Barcelona, Carles Rexach. Se basa mucho en una frase del escritor y poeta Rudyard Kipling: "La victoria y el fracaso son dos impostores, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén".

Recomienda a directivos, entrenadores y sobre todo a jugadores "no dejarse llevar por la angustia, al pretender convertir triunfo y derrota en los cielos y en los infiernos de nuestra vida".

Jugar al futbol por alegría es como retornar a la edad de la inocencia, cuando el niño ama la pelota, juega horas y horas con ella por el simple placer lúdico de jugar.

Es el caso actual del León, el equipo sorpresa y sensación, pero sobre toda la apuesta retro del campeonato actual por ennoblecer la belleza del juego, poniendo, como dice Jorge Valdano, "un ojo en la cancha y el otro en la alegría de los espectadores".

Al margen de lo que suceda en el resto de la liguilla, el León ya dejó plasmada la huella terrenal del tiempo que les tocó vivir a los jugadores al lado de un entrenador que entiende que el futbol de alta competición no está reñido con la belleza. Jugar bien al enaltece los valores esenciales del futbol. Se puede ganar de mil formas. Gustavo Matosas y sus jugadores optaron por buscar el triunfo tratando con cariño la pelota, con veloces desplazamientos hacia el frente, corriendo riesgos en zona defensiva para aumentar unidades al ataque y buscando como posesos la portería del contrario. Ese ha sido su estilo durante todo el torneo del ascenso y en los 19 partidos de liga que lleva hasta ahora en su retorno a primera división.

¿Esta fórmula los llevará al título? No se sabe, pero como afirma Carles Rexach, "ganar una final, viéndolo bien, indica que has hecho un buen trabajo y perderla sólo implica que has hecho tan buen trabajo, que solo un rival de entre decenas ha sido mejor que tú ¿Es eso para lamentarse?".

Para Rexach, "quien gana es aquel que no se obsesiona con la victoria, y al no hacerlo puede rendir a la perfección y en el verdadero límite de sus posibilidades reales. Con tensión, pero sin nervios. Con pasión, pero con control. Con orgullo, pero con humildad. Con confianza, pero con madurez. Con coraje, pero con cautela. Difíciles equilibrios, todos ellos, que esconden las claves que otorgan la gloria. Y, sobre todo, disfrutar con lo que haces".

León juega convencido de lo que quiere. Ataca como vendaval, abre la cancha, corren sus dos gacelas por las bandas (Burbano y Loboa), construyen sus volantes "defensivos" (Carlos Peña y Luis Montes), definen sus letales delanteros (Sebastián Maz y Matías Britos) y atrás sufren los dos centrales (Magallón y Nacho González) porque en el carnaval ofensivo de cada partido hasta sus laterales ("Romita" Rojas y Edgar Hernández) se vuelven delanteros en el frenesí de buscar el gol. Su futbol hace un homenaje al concepto de juego concebido por la mente de varios idealistas y ejecutados por entrenadores que gustan del buen juego. Dice Rexach: "Hay que divertirse e intentar escapar hacia atrás en el tiempo y recuperar a aquel niño que disfrutaba en los patios del colegio corriendo tras un balón y que celebraba cada gol, entre otros doscientos más, como si fuera exactamente el mismo que te hace conquistar una Copa del Mundo. Si se consigue nivelar en el mismo plano la necesidad de ganar -sin ansia-, con el entusiasmo por el juego -sin temor-, la victoria estará tan cerca que podremos incluso besarla y convertir luego ese beso en la expresión del más bello romance que el amor por este deporte llamado fútbol nos haya hecho sentir jamás".

Hace una reflexión final, de la cual Gustavo Matosas es responsable en este León: "(Hay que) estar convencidos. Porque estar convencidos es estar preparados".

También Tijuana, América y Toluca quieren ser campeones. Han hecho méritos. Cada uno interpretando lo mejor posible el futbol.

Pero el León ha cumplido, ganando, empatando y hasta perdiendo, la fidelidad con un estilo de juego que privilegia la búsqueda frenética del gol y que intensifica los gritos de emoción en la tribuna. Jorge Valdano lo resume así: "Algunos dirán que en futbol sólo interesa ganar y otros, más cándidos, seguiremos pensando que si esto es un espectáculo también importa gustar".

Dice que los tiempos modernos traen algunas enfermedades: "También al fútbol lo atacó el bacilo de la eficacia y hay quien se atreve a preguntar para qué sirve jugar bien. Resulta tentador contar que un día osaron preguntarle a Borges (Jorge Luis) para qué sirve la poesía y contestó con más preguntas: ¿Para qué sirve un amanecer? ¿Para qué sirven las caricias? ¿Para qué sirve el olor del café? Cada pregunta sonaba como una sentencia: sirve para el placer, para la emoción, para vivir".

Y aunque hay muchos estilos para ganar (el Chelsea inglés ganó sin gusto por el juego al brillante Barcelona), Jorge Valdano cree en la combinación perfecta de espectáculo con resultado se puede dar: "¿Romántico? No. Jugar bien es útil: se ganan partidos y se ganan títulos".

Y remata: "Ganar queremos todos, pero sólo los mediocres no aspiran a la belleza. Es como pretender elegir entre un imbécil bueno o un inteligente malo".

Al margen del desenlace final del torneo, el León ya dejó una huella indeleble: se puede aspirar a la victoria poniendo un ojo en la cancha y el otro en la alegría de los espectadores.