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El cambio fue bueno. ¡Que haya más cambios!

La Serie del Caribe cambió para bien.

Mario Soto, presidente de la Asociación de Peloteros de la región, le dijo a Enrique Rojas que el torneo tuvo un guión perfecto, como escrito para la ocasión.

El comisionado Juan Francisco Puello Herrera aseguró que todas las ligas participantes cubrieron de elogios a los organizadores, al circuito mexicano y a la ciudad de Hermosillo.

José Grasso, presidente de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, el próximo anfitrión, admitió que la cita celebrada en Sonora dejó un ejemplo a seguir y será la inspiración para los encargados de montar la reunión en Margarita, el año próximo.

Un estadio de estreno, multitudes en las tribunas, la presencia de varias estrellas y una pequeña, pero entusiasta urbe, desde hace décadas enamorada del beisbol, ayudaron decisivamente a que el libreto tuviera este final feliz.

Pero la fiesta debe su apogeo a un motivo en especial: a que los cuatro circuitos que integran la Confederación de Beisbol del Caribe admitieron que ya era hora de cambiar.

No fue fácil. Tampoco se llevó a cabo el cambio drástico que solicitaban México y Venezuela. Puerto Rico y República Dominicana prefirieron ir con cautela.

Como sea, introducir un séptimo día de acción y la disputa de un encuentro final entre los dos primeros clasificados le dieron a la justa el marco que necesitaba para convertirse en un festejo de una semana completa.

Sin ese choque definitorio, los Leones del Escogido se habrían proclamado campeones al terminar la cuarta jornada de la refriega. Sus cuatro victorias en cinco salidas ya eran inalcanzables para el resto con el viejo formato.

Los cuatro partidos que quedaban por celebrarse entre martes y miércoles habrían sido, como pasó tantas veces, una aburrida confrontación sin sentido deportivo. La decisión de cambiar permitió que, ya con Quisqueya clasificada para la final, los demás contendores mantuvieran la vida y la opción hasta el último out del miércoles.

Soto tiene razón: es como si alguien hubiera escrito los acontecimientos que debían ocurrir, para mayor beneficio del espectáculo.

Que esta satisfacción no nos embriague. Que el éxito del cambio sea la mejor prueba y motor de que los cambios deben continuar.

Quedan tareas por cumplir. La principal, añadir países.

Si en vez de cuatro participan seis, podrán hacerse dos grupos eliminatorios, disputar cuatro juegos cada equipo y decidir dos finalistas.

No importa que Panamá, Nicaragua o Colombia todavía no estén en capacidad de organizar el torneo. Que la confederación les otorgue un plazo de 10 años, por ejemplo, para acondicionar sus estadios y lanzarse a la aventura. Lo harán, una vez subidos al tren.

Importa aún menos el supuesto nivel competitivo de los candidatos a incorporarse. La competencia les obligará a subir de nivel, como pasó con el México recién llegado de tempranos años 70, hace rato un firme contendor y hoy el merecido campeón.

Puerto Rico ya no es el favorito que hasta hace 12 años fue, ha visto bajar su competitividad y nadie ha propuesto la locura de sacarle de la reunión.

La Serie del Caribe nunca volverá a contar con la participación masiva de las estrellas, como en el pasado, porque los grandes salarios en las mayores y la cercanía del spring training lo impedirán para siempre.

La única solución a esto sería aceptar otro cambio: mudar la cita de fecha, como alguna vez propuso el "Chino" Juan Manuel Ley, propietario de los Tomateros de Culiacán.

Para combatir la ausencia de astros, volver a entusiasmar al gran público y seguir siendo un torneo atractivo para los anunciantes hay que emular el ejemplo que Hermosillo dio.

Hay que seguir renovando la Serie del Caribe. Hace falta cambiar aún más.