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Con Kroos, Madrid, Real amenaza

LOS ÁNGELES.-- La Casa Blanca montó un circo de tres pistas. Dos altares y un patíbulo. Sólo uno de esos dos nichos se quedó sin santo y sin incienso.

1.- Toni Kroos apagó las veladoras y encendió los reflectores. Recién llegado, no encontró misterios en la cancha.

El alemán no esperó indicaciones, sino que tomó el mando. Exigió el balón y despojó de él a los adversarios. Puso a reposar a sus compañeros. Real Madrid supo que había encontrado al almirante que requería.

Con Kroos todos sufren menos. Bale reduce el desgaste, Benzema hace recorridos más cortos, y todos se inclinan por venerar a Cristiano Ronaldo, quien cumplió poniendo los balones en el marcador y su huella de divo en la SuperCopa.

No es espejismo lo del jugador teutón. Queda claro que a los 24 años, las batallas en trincheras alemanas y europeas, le han puesto galones en los hombros. A esa edad, con la academia de disciplina y conquista, con la intuición de cuna, Kroos puntualiza en esta final de la Supercopa, y desde su posición, casi libertina, que será el Kaiser del futbol español.

2.- ¿James Rodríguez? Destellos, apenas destellos. Tuvo más nervios que nervio para solucionar esa desazón de su debut con un trofeo en liza. Tiene confundida su topografía. Estorbó más que complementar, y confundió más que aliviar.

Pero tiene tiempo y le van a tener paciencia. Además, ratificó los méritos para que el Real Madrid lo envolviera aparatosamente como la contratación exquisita de la temporada, pero ciertamente, aunque su traspaso encandiló, quien deslumbró este martes en Cardiff, se llama Toni Kroos.

3.- Con la soga de la incertidumbre ceñida al pescuezo y la mano nerviosa de las circunstancias jugueteando con la palanca del patíbulo, Iker Casillas, salía a resarcir nombre, apellido, futuro y reconciliación.

Era, para el arquero, de vida o muerte, y de vida y muerte.

Asolado y asoleado por la presencia de Keylor Navas, quien aguarda pacientemente a que un desliz del mismo Iker, le entregue el suéter de titular, el legendario guardameta español tuvo dos parpadeos, pero también tuvo dos intervenciones, una de ellas con las reminiscencias de sus grandes momentos.

Iker lo sabe: seguirá en la capilla de la incertidumbre, especialmente por la personalidad de exigencias de este Real Madrid, campeón europeo y ansioso de adueñarse de todos los trofeos que los calendarios les vayan ofreciendo, como la Copa Mundial de Clubes en diciembre.

A la selección española no volverá Casillas, pero hoy debe bastarle con restaurar, con restañar, con remozar su propio castillo que amenazaba –y aún amenaza-- con convertirse en el mausoleo de su carrera antes de tiempo.

En la suma de talentos, y de esfuerzos solidarios, Real Madrid hizo una promesa, juramentando en silencio, pero en la cancha, ahí donde la palabra de honor adquiere mayor realce que en el festín de la zona mixta o las conferencias de prensa.

Estos Merengues, sin la sustancialidad blandengue del merengue, quieren, pueden, porque deben mantenerse en el trono europeo, y reinstaurar además el principio de su monarquía en la Liga. No hay espacio para más, especialmente porque es evidente ya en este momento que el temible Atila catalán, volverá, de nuevo, a tener una jornada en la que apabullará a los aldeanos, pero fallará ante la realeza.

Sólo hay un requisito aparente, que la junta de vecinos, compadres y amigos de Florentino Pérez, no quiere cumplir: retener al Ángel del madridismo, a Di María. El argentino, plural, versátil, multifuncional, implica ponerle el gatillo a una artillería implacable, pero que además, terminaría, con esos infatigables recorridos, por mantener imperturbable a Casillas.

Insisto, sí, en que si quiere, porque puede y sobre todo porque debe, mantener el Real Madrid la dictadura en Europa, pero sin olvidar, puntualmente que debe poner orden en casa.