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La alegría nunca puede ser completa

BUENOS AIRES -- Después del errático transitar, desde lo futbolístico, que tuvo ante Godoy Cruz en el marco de la Copa Sudamericana, River sentía la íntima necesidad de demostrarse a sí mismo que su solidez táctica y que ese sistema tan efectivo y vistoso que venía desplegando, aún permanecía intacto.

Por eso la prueba con Independiente tenía en sí misma varios condimentos. Además de el de poder quedar solo en la punta, estaba el narrado, esa idea del plantel de volver a sentirse pleno. Y debía hacerlo ante un rival que venía teniendo un buen inicio de temporada.

Vaya si lo hizo. Superó el clásico con una notable solvencia y eficacia. Aventó fantasmas, si es que realmente andaba sobrevolando por alguna cabeza, y recuperó el juego y la eficacia en el arco rival. Pero como nunca la alegría puede ser completa, en una noche que parecía mágica terminó sufriendo un hechizo que para Marcelo Gallardo eclipsa la enorme felicidad.

La referencia es para la lesión de Matías Kranevitter, uno de los jugadores clave de este equipo. El volante central padece una fractura del quinto metatarsiano del pie derecho, un dedo que ya tenía golpeado y que volvió a sufrir un traumatismo, esta vez aún mayor. De esta manera, tendrá un período de recuperación de tres meses que, por supuesto, lo inhibe de cualquier convocatoria al seleccionado argentino, algo que, trascendió, iba a suceder.

Más allá de que River tiene un reemplazante de experiencia como Leonardo Ponzio, lo cierto es que Kranevitter se encontraba en un gran nivel. Un escollo importante para Gallardo, quien deberá generar los anticuerpos para superarlo.

Y esta baja se le produce justamente a las puertas del partido más trascendente para el hincha, ese por el cual se la pasó cantando en la noche del domingo: el Superclásico. Esa obsesión que tiene por derrotar a Boca casi lleva a la gente a olvidarse de los dos choques que tiene por delante, el del jueves ante Arsenal y el del domingo ante el escolta del torneo, Lanús, como visitantes ambos en canchas que históricamente le han sido complicadas.

En ese contexto es que el equipo de Gallardo navegó por sensaciones tan extremas en sólo una jornada. Ya ahondamos en la mala, la lesión de Kranevitter, ahora nos iremos para el costado opuesto, el gran triunfo y funcionamiento demostrado. Más allá de algún momento de desconcierto, lógico en cualquier equipo de fútbol, River mostró tener personalidad, amor propio y voracidad. Volvieron a marcar sus delanteros, Teo Gutiérrez y Rodrigo Mora, también lo hizo su generador de fútbol, Leonardo Pisculichi, quien encendió la alerta amarilla porque fue reemplazado con una molestia en su rodilla (aparentemente no reviste gravedad), y también se hizo presente en la red, en este caso por primera vez en forma oficial desde que llegó a River, Ariel Rojas.

Es decir, que en ese andar casi perfecto, todo funcionaba de maravillas hasta la lesión ya comentada. Y que no le parezca exagerado el redundar sobre este punto, porque estamos hablando sobre, quizás, el jugador más importante de este equipo. Avatares de un deporte donde los protagonistas están expuestos a estas contingencias y, por consiguiente, los entrenadores a demostrar que están capacitados para superarlas.