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Los Gigantes deben considerar castigar internamente a Strickland

Temprano en esta temporada, el jardinero central de Toronto Kevin Pillar hizo algo fuera de lugar, gritando un insulto antigay al jugador de los Bravos Jason Motte luego que Motte le lanzara demasiado rápido y Pillar se ponchara. Menos de 24 horas después, los Azulejos colaboraron con las Grandes Ligas en la cuestión de la disciplina y suspendieron a Pillar por dos juegos. Pillar asumió responsabilidad complete por lo que ocurrió, y la rendición de cuentas fue crucial.

Es un ejemplo que las buenas personas que corren los Gigantes de San Francisco deben considerar,, mientras ponderan sus opciones de cómo limpiar el ridículo incidente que uno de sus jugadores provocó el lunes. Luego que Hunter Strickland golpeara a Bryce Harper con una recta de 98 mph - y luego que Harper saliera corriendo al montículo e intercambiara golpes con Strickland - el lanzador le dijo a los reporteros que solo estaba intentando lanzar pegado y no golpeó a Harper a propósito. Pero un chico de 4 años con su cara llena de chocolate y que alega inocencia al ver un envase vacío de galletas de chocolate se vería más convincente.

Los Gigantes saben más que eso, porque ellos conocen el historial entre Strickland y Harper, ya que el lanzador le permitió dos monstruosos cuadrangulares al toletero durante la corrida campeonil de San Francisco en 2014. Y los oficiales de Grandes Ligas y el personal de los Gigantes saben que si esta situación sigue en su trayectoria típica, uno de sus jugadores - quizás Buster Posey, quizás Brandon Crawford -- va a ser golpeado, por la viejas reglas de compromiso que suelen entrar en vigor cuando algo así sucede. Y luego del partido del lunes, el manager de Washington Dusty Baker dijo, "Estamos aquí para ganar el juego. Pero tampoco nos vamos a quedar de brazos cruzados... no comenzamos nada, pero no nos vamos a quedar quietos".

Los Gigantes podrían tomar acción preventiva para tratar de alterar el curso de los eventos y suspender o disciplinar a Strickland por cuenta propia, para demostrarle a los Nacionales - a todo el mundo - lo que muchos de ellos ya creen de todos modos: que las acciones de Strickland fueron increíblemente egoístas, peligrosas y bien, bien fuera de lugar, e inaceptables para la organización de San Francisco.

No solo eso sería lo correcto, pero además serviría para desactivar el potencial de cualquier tipo de represalia, porque el mensaje a los Nacionales sería: Entendemos completamente por qué están molestos; Strickland actuó solo, y tampoco estamos de acuerdo con él. Y quizás - solo quizás - esto podría reducir las posibilidades que Posey o algún otro jugador de los Gigantes sea golpeado con una recta, en aras de mantener el código del béisbol del quid pro quo.

Una respuesta similar ha sido tomada en el pasado por otros equipos. En 1995, Armando Benítez le permitió cuadrangular con bases llenas a Edgar Martínez de los Marineros, un momento de gran frustración para el tirador derecho, y Benítez golpeó al siguiente bateador, Tino Martínez. Benítez fue expulsado, y luego del juego, su casillero estaba vacío; Benítez le dijo al personal de los Orioles que iba a renunciar. Los Orioles lo enviaron a las menores por par de semanas. Tres años después, Benítez permitió cuadrangular de tres carreras a Bernie Williams de los Yankees, y Benítez - uno de los lanzadores que más duro tira en el deporte - lanzó la siguiente recta al próximo bateador, que casualmente era de nuevo Tino Martínez, desatándose una de las peores peleas en todo el béisbol. Por eso es que Martínez mantenía dos dedos en alto mientras los jugadores de los Orioles lo aguantaban, en referencia a las dos ocasiones que fue golpeado por Benítez, y por eso es que los jugadores de los Orioles reconocieron a los Yankees durante la pelea que Benítez estaba equivocado, de nuevo.

Es muy posible que los Gigantes ya hayan expresado su molestia a los Nacionales por las acciones de Strickland. Sin duda los jugadores de Washington han visto el video de Posey, capitán de facto de los Gigantes, manteniéndose en su posición en vez de moverse para interceptar a Harper cuando el bateador arremetió contra Strickland. Han visto cuánto tiempo le tomó a otros jugadores de los Gigantes llegar a Strickland, cómo el foco de los jugadores de San Francisco no fue el de ampliar la pelea y sacar a relucir otros viejos rencores; en cambio, un grupo de jugadores de los Gigantes se encargó de arrastar hacia el camerino a un enfurecido Strickland.

Pero la organización de San Francisco sería sabia en distanciarse del ridículo causado por Strickland al tomar algún tipo de medida disciplinaria, con algo sustantivo - quizás una suspensión. Y Strickland luciría astuto si verbaliza algún tipo de disculpa con los Gigantes, y asume la responsabilidad - en aras de su relación con sus compañeros, por lo menos. Porque al actuar motivado por un viejo rencor, sin duda puso a sus compañeros en gran riesgo de ser golpeados en represalia. Al final, podría ser Posey o algún otro compañero el que sufra las consecuencias de la decisión de Strickland.

Algunos oficiales de béisbol de la vieja escuela podrían argumentar que esto se debe dejar que se resuelva en manos de los jugadores, pero eso sería realmente estúpido. Ahora mismo, todo el mundo en el béisbol está bien consciente de la alta probabilidad que los Nacionales tomen algún tipo de represalia - y si la misma es ejecutada apropiadamente, una recta va a rebotar en la espalda o en el trasero de un jugador de los Gigantes. Pero también es posible que el lanzador que intente ejecutar la represalia falle su objetivo y en cambio golpee la mandícula, como casi le ocurrió a Matt Barnes cuando intentó golpear a Manny Machado el mes pasado.

Y como demostraron los Orioles y los Medias Rojas con su serie de pelotazos el mes pasado, no hay guías establecidas para una situación como esta. Equipos diferentes van a tener interpretaciones diferentes sobre lo que constituye una venganza apropiada. Eventualmente, el comisionado Rob Manfred se vio obligado a intervenir y a ordenarle a ambas partes que depusieran su actitud.

Antes de que las cosas lleguen a ese punto, los Gigantes deberían hacer algo. Sí, Hunter Strickland es su jugador, su compañero, pero eso no significa que deban sentarse cómodamente y pretender que lo que él hizo el lunes es remotamente aceptable.