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¿Un América vulgar?

Hacia ello podría estar dirigido el legado de Miguel Herrera. Gana partidos, títulos, suma marcas, records, pero no llega a dejar una huella en el aficionado americanista. El América es un equipo de abolengo, de estirpe, donde ganar es necesario (siempre) pero donde las formas, las maneras y el sentimiento importan. En la historia del club, se recuerdan parajes memorables de un cuadro que arrasaba con los rivales y que marcaba épocas y consignas.

El equipo del 'Piojo' ha ganado dos títulos, ambas en finales ante Cruz Azul donde parecieron ser más trascendentes los errores del rival que los aciertos y los gestos futbolísticos del campeón. Herrera debe entender que en el América no se gana por ganar, en el América hay que lograr y dejar imágenes, escenas, epopeyas, pensamientos que se aproximen a los equipos de Roca, de Reinoso, del ‘Zurdo’, de Vieira, de Lapuente, de Carrillo y hasta de Beenhakker, este último, que, sin ganar nada, dejó un vestigio perene en la historia del club. Este América juega a ganar, sí y, también es un América vulgar, comparado siempre con su rica y extraordinaria leyenda.

ESTADOS UNIDOS -- Miguel Herrera está construyendo su legado en el América, pero habrá que tener cuidado, porque, en su desesperación por ganar, por ser efectivo, corre el riesgo de ser recordado por un futbol poco adecuado para los colores y los aromas del americanismo. ¿Le gustaría al entrenador del América que, dentro de 10, 15 o 20 años se dijera: “Sí, aquel equipo del ‘Piojo’ ganaba y ganaba, pero jugaba feo, ¿muy feo..?”.

¿Un América vulgar? Y Herrera no puede ni debe refugiarse en el pobre pretexto de que “los clásicos hay que ganarlos a como dé lugar, sin importar el estilo, las formas o las maneras”. En un club pequeño, ello puede ser válido. En el América te piden, te exigen que juegues bien, que ganes y que seas campeón.

Los números del Piojo no dejan de ser impresionantes. Ha conseguido una alta efectividad y ha colocado su nombre junto al de figuras sagradas en la historia del club, pero no ha trascendido aún en dejar una marca, un precedente, una huella en su futbol.

No se ha acercado a los niveles del América de Roca, del de Reinoso, del “Zurdo” López, de Vieira, de Lapuente, de Carrillo o incluso el de Beenhakker que sin ganar nada marcó un profundo y extraño arraigo con los aficionados. En eso debe enfocarse Herrera, porque, aunque entendemos la necesidad imperiosa que el club tiene de ganar (siempre) el legado podría equivocarse, con un equipo que sea recordado como efectivo, pero feo, de mal gusto, prosaico en su futbol. E insisto: esa etiqueta le puede quedar a muchos, pero no al América.

Hasta ahora, el episodio más reconfortante en la historia del Piojo y el americanismo ocurrió en aquel 26 de mayo del año 2013, con aquella noche húmeda de una voltereta casi mágica ante el Cruz Azul, con Herrera ofreciendo un espectáculo de “yoga” (expresiones, contorsiones, ademanes) en el área técnica del entrenador.

Pero todos sabemos que aquel día la obra de desgracia corrió más a cargo de Cruz Azul que del propio América. Cruz Azul hizo más de lo necesario para conceder un título que parecía tenía en la bolsa. El otro cetro de liga que capturó con los colores del americanismo ocurrió en el 2018 y también ante Cruz Azul, en otra jornada donde los errores del rival se impusieron totalmente a los aciertos del campeón.

Un futbol que trascienda, que le deje algo al aficionado en las tribunas (cuando este de vuelta) y que signifique más aparatos de televisión encendidos (‘share’) al momento de los juegos. Herrera debería apostar por ello, porque de lo contrario, su legado, ante el americanismo o más puro y recalcitrante, puede quedarse inconcluso y marcado por un futbol vulgar que no le corresponde, de ninguna manera y forma, al abolengo y a la estirpe del América.

@Faitelson_ESPN