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El Barcelona vence al Celta, pero no sabe a qué juega

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El Barcelona respira con un gol de Robert Lewandowski en el último minuto en Vigo (4:24)

El equipo de Xavi Hernández le ganó 2-1 al Celta en el último minuto con un gol de penal que ejecutó el polaco para conseguir su doblete y el tanto de la victoria para sumar 3 puntos en la jornada 25 de LaLiga. (4:24)

No sabe a qué juega este Barcelona, que rescató un triunfo dramático en su visita al Celta de Vigo.


BARCELONA -- El Barcelona ganó 1-2 en Balaídos a un desafortunado Celta de Vigo, y aunque no ha perdido un solo partido de Liga como visitante, sigue, también, caminando hacia ninguna parte, sin saber a qué juega.

El triunfo del Barcelona llegó gracias a un penalti cometido por Fran Beltrán sobre Lamine Yamal en tiempo añadido. Y lo hizo lanzando dos veces el penalti Robert Lewandowski, a quien Vicente Guaita le atajó el primero, pero se adelantó antes de que disparara el polaco, que no falló el segundo intento. 1-2 final en un partido, otro, terrible del todavía campeón.

Terrible porque no mostró absolutamente nada. Mal en la primera parte y casi peor en la segunda, el Barça sumó tres puntos sin dejar nada, absolutamente, para el recuerdo. Apenas verle defendiendo con todo en el desenlace, tras el segundo gol de Lewandowski, robando tiempo al tiempo y rezando por escuchar el pitido final. Un desastre...

Xavi, acaso pensando en el partido de Nápoles, solventó dar descanso de entrada a Ilkay Gündogan (el futbolista más utilizado esta temporada) y manteniendo a Andreas Christensen en el mediocentro, colocó a Vitor Roque en ataque junto a Lewandowski y Lamine Yamal. Si pretendía el entrenador darle más vértigo y rapidez al juego, sus jugadores le desmintieron casi de inmediato porque el futbol del Barça fue, otra vez, plano. Muy plano.

Plano y mediocre como viene siendo habitual en un equipo que se pasa el balón sin ton ni son pero apenas si se preocupa de romper las líneas del rival, esta vez con una defensa bien posicionada y a la que no le preocupó darle el balón, viendo que no sabía que hacer el Barça con él. Conducía Frenkie de Jong, croqueteaba Pedri y estaba presente, y poco más, Christensen en un centro del campo que nunca dio la sensación de apurar al Celta. Entre poco y nada.

El gol, estupendo, de Lewandowski rozándose el descanso apartó del plano y maldisimuló la mediocridad de la primera parte de este campeón que virtualmente ya abdicó a repetir el título. Solo un remate de Lamine Yamal y su rebelión contra el orden (o desorden) establecido oculta la realidad de este Barça del que ya no hay noticias.

Y lo más preocupante es que ni se le espera. Se espera, sí, el partido en Nápoles con una mezcla de terror y desconfianza evidente porque si un día es el Almería, otro el Granada y otro el Celta, no puede esperarse que en Italia su imagen vaya a cambiar ante el Napoli, un rival que sin atravesar tampoco, ni mucho menos, un buen momento de juego y resultados es evidentemente superior a los equipos que pelean por evitar el descenso en LaLiga.

Si la primera mitad en Balaídos fue un sopor, la segunda fue casi un drama. Comenzó de la peor manera para el Barça con el gol de Iago Aspas y continuó sin ningún atisbo de mejora. Al contrario, ni el ingreso de Gündogan y Raphinha mejoró la imagen colectiva de un equipo roto, sin personalidad, sin energía ni se diría ambición.

La casualidad le dio el triunfo. Tuvo que ser Lamine Yamal, provocando un penalti a la desesperada de Fran Beltrán el que desatascó el partido. Y ni eso tuvo la normalidad esperada. Guaita atajó el lanzamiento de Lewandowski, ordenando el árbitro la repetición del penalti porque el portero local se adelantó. No falló el polaco en el segundo intento y ganó el Barça.

Ganó, sufriendo de mala manera y sin dejar ninguna buena noticia. Ganó para seguir pensando en algo, no se sabe qué, antes de viajar a Nápoles. Ganó el Barcelona, sin saber aún a qué juega.