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Messi: El villano favorito

París Saint-Germain es un equipo sin estructura, sin trabajo y sin un técnico a la altura de sus pretensiones y economía.

En dos partidos ante el Bayern Munich quedó al desnudo la incapacidad de Christophe Galtier para plantear una serie en la que pudiera competir, más allá del resultado.

El entrenador enfocó sus esperanzas solo en las individualidades, y el rival que si algo le sobra es armonía y conjunto, lo exhibió de pies a cabeza.

El PSG está mal armado: para esta temporada llegaron dos españoles de medio pelo que están lejos de ser un aporte o solución en un equipo que necesita a futbolistas que acompañen a las figuras y no desentonen cuando llegan los compromisos trascendentes como es el caso de la Champions League.

Fabián Ruiz jugó 75 minutos en la vuelta ante el Bayern Munich y se dedicó a dar pases retrasados o laterales. No desequilibra, no mete un servicio a profundidad, no se asocia con los delanteros, nada. Pero el entrenador necesitó de 75 minutos para enterarse de esta situación y cuando ya estaba resuelta la eliminatoria.

Y qué decir de Carlos Soler, quien no jugó en la vuelta ante los alemanes, pero en la ida y en los partidos de Ligue 1 que ha sido utilizado es una auténtica nulidad. Estos dos fichajes, por citar solo una de las problemáticas del club, resultan inexplicables.

Hoy nadie se acuerda que los parisinos se sacaron la ‘rifa del tigre’ en los Octavos de Final de la Champions League al quedar en el sorteo ante el Bayern debido a que fueron segundos de su grupo por debajo del Benfica. De ahí la importancia de avanzar como líder, y el PSG desperdició esa posibilidad dejando puntos en casa, ni más ni menos.

Galtier no tiene ni la capacidad ni los pergaminos para ser la cabeza de una agrupación compleja en la que abundan las estrellas, los egos, los nombres, pero no los líderes.

El francés fue exhibido y rebajado hace unas semanas cuando un directivo del club tuvo la osadía de bajar a la cancha en un partido y ponerse a dirigir sin respeto alguno por la figura del entrenador. Ese es el técnico del PSG y eso es el PSG como club: un caos en el que los hombres de pantalón largo meten mano en los temas deportivos y así les va.

En la Ida ante el Bayern los parisinos compitieron mejor y por lo menos merecieron el empate; sin embargo, ayer más allá de que en el primer tiempo tuvieron dos oportunidades de gol, la de Vitinha muy clara, nunca dio la impresión de que los alemanes estuvieran en riesgo.

Se consumó el enésimo fracaso en Liga de Campeones y ¿quién tiene la culpa? Claro, Leo Messi, ¿quién más?

Nada nuevo: el día en que el argentino no carga con el equipo y hace diferencia ya sea con goles o asistencias, él es el culpable de las derrotas.

No importa que Marco Verratti haya perdido el balón en los dos goles —el primero, de forma absurda—, tampoco que Mbappé haya sido un fantasma, ni que los laterales Nuno Mendes o Hakimi, fieras en la Ligue 1, se hicieron chiquitos en el Allianz Arena; no importa nada, la culpa es de Messi.

Desde la cronista del partido para México, quien con un abuso del micrófono y la ignorancia culpó a Leo, hasta las redes sociales o los exjugadores del PSG que amenazan con ya no ir al Parque de los Príncipes si el histórico jugador renueva contrato, todos se unen para señalar a un solo villano. Menudo “análisis”.

Messi dio un buen primer tiempo ayer: participativo, conectado, retrasando su posición para comandar los avances, y estuvo cerca de anotar en una acción en la que dos veces la defensa salvó su portería, además de que buscó a Mbappé con un pase a profundidad que quedó ligeramente largo.

Y en el complemento no solo Messi, el PSG desapareció, fue espectador del concierto de pases del Bayern hasta que llegó el garrafal e incomprensible error de Verratti para el 1-0 (2-0 global) que puso punto final a las aspiraciones de los franceses.

Galtier no entendió que si los alemanes presionaban alto a su equipo y éste era incapaz de hilvanar tres pases, lo mejor era saltar líneas y no arriesgar. No lo entendió y lo pagó, y está claro que más allá de que el club gane la Liga, el entrenador debe irse.

Si Messi se queda o se va será decisión exclusiva del campeón del mundo, quien a estas alturas de su carrera puede darse el lujo de elegir a dónde quiere jugar, con todo y que sus múltiples detractores disfruten y lo culpen de los tropiezos de su club.