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La inteligencia fue la gran diferencia en las semifinales del Mundial

Brasil se inmoló ante Alemania, mientras que Argentina supo cómo neutralizar a Holanda Getty Images

BUENOS AIRES -- Las semifinales que acabamos de ver nos mostraron dos partidos muy distintos, cada uno con su atractivo. El martes vimos una anomalía de esas que quedan en la historia; el miércoles, un duelo táctico de altísimo nivel en el que las diferencias fueron mínimas.

Queda claro que la goleada 7-1 de Alemania sobre Brasil no es cosa de todos los días: fue un partido totalmente atípico, irrepetible. En todo caso, todas las señales, los presagios, los anuncios que Brasil venía brindando, se materializaron de golpe, en una hora y media, o para ser más precisos, condensados en seis minutos fatídicos.

La serie de errores que cometió Brasil es interminable, empezando por el primer gol, el de Müller, que anota recibiendo de un corner sin marca cercana. El 2-0 a cargo de Klose agravó el problema, pero a partir del tercero y hasta el sexto, es decir del minuto 23 al 29, el local cometió un suicidio futbolístico.

Pero más allá de las equivocaciones y del marcador final, Brasil no tuvo inteligencia para plantear un partido distinto al que se vio. No solamente eso: jugó el partido que más le convenía a Alemania. En oposición, Argentina planeó y ejecutó casi a la perfección: fue consciente de lo importante que era contener a Robben, se preocupó por mantener su arco a salvo y jamás se arriesgó a quedar desbalanceada.

De alguna manera, terminó dando la sensación de que, al día siguiente, Argentina pareció haber aprendido de Brasil y de todo lo que NO hay que hacer.

LAS SEÑALES QUE BRASIL NO QUISO VER
Las equivocaciones de Brasil empezaron en el armado del equipo para semifinal o quizás antes aún, en la selección del plantel. Sin peso en la zona ofensiva, excepto por Neymar, por supuesto, y sin equilibrio en el mediocampo, al no tener verdaderos volantes centrales de contención ni tampoco un enganche con pausa y visión, terminó apostando al vértigo.

Sus transiciones eran aceleradas al máximo, y mientras Neymar estuvo disponible, la apuesta le redituó, pero solamente por el peso individual de su gran figura. Sin él, terminó siendo un equipo sin pausa ni cambio de ritmo y con sus líneas cortadas.

Esa descompensación ya la había sufrido ante Croacia, México e incluso Camerún. Con Chile, el travesaño lo salvó de una eliminación prematura, y ante Colombia fue solamente en base a despliegue e intensidad que consiguió barrer bajo la alfombra sus deficiencias. Pero aun así terminó reventando la pelota y pidiendo la hora.

Ante Alemania, ya sin Neymar, salió al campo con un equipo demasiado ofensivo, pero sin contención en el mediocampo, donde los alemanes se hicieron un festín. Esa "aduana" que detiene o al menos aminora la marcha de los ataques rivales fue su gran problema durante todo el Mundial, ya que ni Luiz Gustavo, ni Fernandinho terminaron de cumplir esa función. Argentina, en cambio, terminó de encontrar equilibrio a partir de consolidar esa zona en la que mueren o se debilitan los intentos del rival.

Frente a otros rivales de menos calibre o que lo atacaron menos, se veían los síntomas pero no terminaba de aparecer la enfermedad. Alemania, en cambio, no tuvo piedad y desnudó todas las falencias juntas. Y a medida que el marcador crecía, quedaban todavía más expuestas. Los goles con varios toques en el área no fueron solamente culpa de una defensa desarticulada: ni siquiera llegaba en apoyo atrás un mediocampista capaz de interponerse o al menos presionar a unos alemanes que sometían a Julio Cesar a un pelotón de fusilamiento.

De alguna manera, como se dice en Argentina, "no supo hasta dónde le daba el cuero". Si Scolari pensó que siendo ofensivo y teniendo la pelota iba a desequilibrar, no lo logró. Y no fue solamente Fred el que fracasó: Hulk tuvo potencia pero no precisión y Oscar terminó en una tierra de nadie en la que no defendía pero tampoco generaba juego.

Para peor, cada vez que perdía la pelota, su equipo quedaba desequilibrado y a la merced de, como mínimo, los seis hombres que paró Alemania del medio para adelante. Porque además de Klose, los cinco del medio llegan siempre con peligro, sobre todo cuando esa línea de contención que mencionábamos arriba empezó siendo débil y terminó siendo inexistente.

Está claro que los rendimientos individuales no ayudaron. Además de los que nombramos arriba, la defensa tuvo un Mundial flojo y una semifinal de terror. Cuesta entender qué pasó con una última línea que lucía tan sólida antes del Mundial y que, ante Alemania, formó con cuatro campeones de Europa: Maicon, David Luiz, Dante y Marcelo.

En definitiva, Brasil terminó cosechando lo que sembró. Seguramente sea un momento de quiebre y de cambio, pero la lección, aunque sea durísima, debería asimilarse y hacerle un bien al fútbol brasileño: tratar de jugar bien no pasa solamente por lo que uno proponga. Importan también los 11 que hay enfrente, que a este nivel, tienen capacidad para contrarrestar nuestros planes y hacernos daño si no le damos igual importancia a qué hacer para anular sus propias intenciones.

ARGENTINA TUVO CLARO EL LIBRETO
El miércoles tuvimos el ejemplo contrario: Argentina le dio prioridad a contener a un ataque que, hasta entonces, parecía imparable. Dependiendo quizás demasiado de un solo hombre, Robben, pero que había demostrado tener suficiente capacidad de daño.

¿Significa esto que Argentina no se preocupó por jugar "bien"? Según como se entienda el término. Si jugar bien es generar una decena de chances por partido, entonces Argentina no lo hizo. ¿Pero alguien se anima a decir que Mascherano, por ejemplo, no jugó "bien" ante los holandeses?

En el deporte de alta competencia, lo estético va de la mano de lo práctico, y más en una etapa de eliminación directa. En ese sentido, Argentina jugó "inteligente" y eso es lo que importa.

El partido tuvo el desarrollo que Sabella quería: la pelota lo más lejos posible de la banda izquierda, la derecha de Holanda, aquella que suele ocupar Robben para desde allí recortar hacia adentro. Si la pelota llegaba a esa zona, Robben no tenía espacio. Y si de alguna manera conseguía un poco de aire, enseguida acudían otros hombres en ayuda para volver a asfixiarlo.

Sin espacio entre sus líneas, con atacantes y mediocampistas que retrocedían disciplinados en apoyo, Argentina jamás le regaló a Holanda terreno para el contragolpe. Robben nunca consiguió gambetear a más de un jugador sin que enseguida le doblaran la marca. Así, Argentina consiguió que pasara prácticamente todo el partido sin que ni Robben ni Holanda patearan al arco. Una situación muy distinta a la que había vivido Holanda durante el resto del torneo, donde en general cedió la iniciativa y sí tuvo campo libre para la velocidad del del Bayern Munich.

El problema para Argentina fue que el plan se cumplió solamente a medias. Faltó la otra mitad, que era la que tenía que aportar Messi con su inmensa capacidad de desequilibrio. El mejor jugador del mundo no tuvo un buen partido -también lo marcaron de cerca- y eso le jugó en contra a su selección, que no terminó de generar oportunidades claras. Tuvo buen traslado y circulación en la zona media, pero le faltó el pase preciso para cortar líneas o la apilada individual de Messi para desarticular a la defensa.

Argentina terminó haciendo un partido muy similar al que había jugado ante Bélgica, con la diferencia de que ante Holanda le faltó el gol. Pero haber sido capaz de ejecutar su plan con precisión le dio una pequeña ventaja sobre Holanda que se terminó viendo recompensada en los penales.

Ya son tres partidos seguidos en los que Argentina termina con el arco en cero. De a poco, la defensa se consolidó, ayudada por un mediocampo con mucho sacrificio, y Sabella consiguió el equilibrio que venía buscando.

Con estos antecedentes, todo indica que Argentina buscará plantarse de manera similar en la final, porque le dio resultado y porque vio cómo Brasil se inmolaba ante Alemania. Pero esa es otra historia que trataremos aparte.

Felicidades.