<
>

De Cappa caída

BUENOS AIRES -- Era una helada noche de sábado en un ventoso Monumental que, no obstante, estuvo repleto animado por la gente que había preparado una fiesta. No era el mejor momento del equipo, pero la llegada de Ángel Cappa -cuatro partidos atrás- había renovado un poco el aire viciado de derrotas y frustraciones y, por sobre todo, la idea era darle la despedida a uno de los últimos grandes ídolos millonarios: Marcelo Daniel Gallardo.

"Estoy emocionado porque he vivido la mayor parte del tiempo en este lugar, emocionado porque las dos veces que me he ido sabía que iba a volver y hoy sé que no", había anunciado dos días antes el Muñeco que, con 34 años, estaba jugando poco y nada por repetidos problemas físicos. Pero Cappa se había comprometido a darle "algunos minutos" ante Tigre. No cabía duda para el hincha de River, había que estar ahí para verlo por última vez vistiendo la banda roja.

Papelitos y bengalas inundaron las tribunas, como en las viejas y lejanas noches de festejos. Se terminaba el Tormeo Clausura 2010, y River, pese a los escasos 22 puntos, estaba dulce. Venía de un agónico 2-1 a Vélez, con la emotiva vuelta de Diego Buonanotte, tras su accidente y, el 3-0 en cancha de Racing con el impensado triplete del Mellizo Rogelio Funes Mori. Se juntaban las ganas de verlo a Gallardo, la ilusión de otra goleada ante un Tigre que fue a Núñez muy golpeado (con cinco derrotas a cuestas) y la esperanza de un futuro mejor, que le tapara la boca a aquellos que ya empezaban a advertir sobre el promedio.

En una ceremonia carente de emotividad, Gallardo tuvo su homenaje protocolar, al recibir una plaqueta de manos del presidente Daniel Passarella y el vice Diego Turnes, cuando todavía podían asomar sus caras al Monumental. Y la fiesta se terminó antes de empezar...

El Muñeco fue al banco a esperar su momento. Los once elegidos por Cappa fueron Daniel Vega; Paulo Ferrari, Alexis Ferrero, Facundo Quiroga, Cristian Villagra; Facundo Affranchino, Ezequiel Cirigliano, Mauro Díaz, Roberto Pereyra; Ariel Ortega y Rogelio Funes Mori.

A los 10 minutos, primer mazazo de Claudio Pérez. No hubo ni tiempo de pensar en nada. A los 11, el segundo, de José San Román. 0-2. Hubo un ratito para imaginar una remontada heróica, ¿quizás con un tanto de Gallardo? 16 minutos, gol de Pablo Fontanello. Y a los 36, Mario Pasini, y a los 43, Leandro Lázzaro. 0-5. ¡¿0-5?! Se heló el Monumental. ¿Y el Muñeco? Ahí, en el banco, esperando.

Cappa quiso pegar un volantazo y para el comienzo del segundo tiempo quemó dos cambios ¿Entró Gallardo? No, seguía esperando. Evidentemente, el DT ni siquiera consideró que, pese a todo, el ídolo riverplantense podía aportarle alguna solución. Los elegidos fueron Buonanotte y Rodrigo Rojas. Funes Mori descontó para el 1-5. Pudo ser la reacción pero no. La noche estaba arruinada. Sólo quedaba la ilusión de verlo a Gallardo un rato, pero no. A los 21 del complemento, se lesionó Alexis Ferrero....entonces ¿el DT pensó: 'Bueno, tengo que poner a Gallardo, aunque haya que dejar línea de tres'?.... no. Dejó al Muñeco frizado en el banco, cruzado de brazos y con cara de 'para qué vine', mientras ingresaba Nicolás Sánchez. Y así nomás, le puso fin a una historia de 22 años, seis títulos locales y dos internacionales, sin poder volver a vestir la banda...

"Salió todo mal", intentó justificarse Cappa. Y contó: "Le tuve que pedir perdón, no era lo deseado. Gallardo es uno de los grandes jugadores de la historia reciente de River, se merecía otra salida".. El Muñeco aceptó su (mala) suerte, sin reproches. Y así, se fue y no volvió a pisar el Monumental por casi cuatro años (un poco antes, regresó para el partido despedida de Ariel Ortega). El tiempo y la circunstancias separaron los caminos de Gallardo y River.

Mientras River comenzaba último en los promedios la temporada 2010/11, Gallardo siguió su carrera en Nacional de Montevideo, se coronó campeón y se retiró, con la camiseta del Bolso, en lugar de la que seguramente pensó toda su vida.

El "proyecto Cappa" duró apenas 13 partidos más. Después de 10 fechas sin ganar, Daniel Passarella, el presidente que decía respetar los contratos -cuando ya había echado a Leo Astrada-, también despidió al hombre que le imprimió "tiki-tiki" a Huracán. Llegó Juan José López como interino y el 1-0 a Boca, en el debut con gol de Jonatan Maidana, lo dejó en forma permanente. Y se subió a un tobogán que desembocó en la pesadilla de la promoción y la tristeza y el caos del descenso. El 26 de junio de 2011 quedó marcada a fuego como la fecha más negra en la historia riverplatense.

363 días después, con mucho sufrimiento y Matías Almeyda al frente, River regresó a Primera.
Casi simultáneamente, del otro lado del charco, siete días antes, precisamente, Gallardo festejaba su primer título como entrenador, con Nacional.

Passarella también sacó a Almeyda -cuando ya no le sirvió más como escudo- y llevó a Ramón Díaz en un reencuentro por conveniencia. Gallardo, para entonces, estaba disponible porque había renunciado al club uruguayo. Pero el riojano se aferró el banco con un segundo puesto, y tuvo espaldas para sobrevivir a un 17º puesto y a las elecciones que ganó Rodolfo D'Onofrio, un candidato que, en realidad, prefería otro perfil de DT. Un DT como Gallardo. El apoyo popular forzó la continuidad y la conquista del primer título en seis años le garantizaron el puesto al técnico más ganador del club. Parecía que el momento del Muñeco iba a tardar un buen tiempo más. Y un día, Ramón pegó el portazo sin explicaciones...convincentes, al menos.

Era la hora, entonces. Enzo Francescoli se encargó de las tratativas y, poco más de cuatro años después de aquel helado y frustrante 15 de mayo de 2010, Marcelo Gallardo volvió a su casa. El reencuentro con el Monumental ya pasó. El River que se preocupaba por el promedio pasó. Gallardo regresó y con él, River volvió a ser River, el rival temible, líder, amo y señor en el Liberti. El domingo 7 de septiembre de 2014, el Muñeco de nuevo estará en el banco, con mejor semblante, traje en lugar de buzo y su hijo Nahuel a pocos metros como alcanzapelotas. Quizás sea la oportunidad para cerrar el círculo y concretar la fiesta contra Tigre, que no pudo ser aquella vez.