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Simone Moro: Te presentamos al escalador, piloto y socorrista

BUENOS AIRES -- Simone Moro es una leyenda para los montañistas.

El alpinista italiano dedica toda su atención a las montañas más altas del mundo. En total son 14 las que sobrepasan los 8.000 metros de altura, todas ellas en las cadenas del Himalaya y del Karakorum.

Lo suyo es escalarlas... ¡en invierno! Y eso no es todo. Pocos años después de sacar el carné de piloto de helicóptero fue el protagonista de uno de los rescates más altos (y más osados) del mundo, cuando salvó a una víctima a 7.800 metros de altura, en el Everest.

Le hemos llamado para saber más sobre el escalador sin miedo que se esconde tras Simone Moro...

¿Cómo empezaste a volar?
Mi deseo de ser piloto empezó en el Himalaya. Con el tiempo, las ganas eran cada vez mayores. Si tienes problemas en esas montañas, en el 90% de los casos mueres. Quería hacer algo que cambiara eso. Todo empieza por una razón.

Aprendiste muy rápido, ¿Verdad?
En 69 días me saqué el carné de piloto comercial. ¡Normalmente, en Italia, te suelen hacer falta 69 días sólo para hacer los papeleos! Por esa razón decidí pasar el carné en Estados Unidos. Es un sistema mucho más eficiente. Fui un estudiante que aprendía muy rápido y a partir de ahí empecé a sumar experiencia.

En 2013 me compré un helicóptero, un Eurocopter AS350B3, y lo mandé a Kathmandú. Allí junté a un equipo de pilotos y de mecánicos. Ahora solemos pasar temporadas enteras haciendo rotaciones. Una temporada pilotamos, la otra escalamos.

Háblanos de ese rescate
Era un cliente de un equipo comercial que descendía del Everest y que estaba completamente exhausto. Era un hombre que había sufrido dos amputaciones y que no tenía brazos. Le guiaban dos Sherpas. Estaba totalmente exhausto.

Los Sherpas me llamaron pidiendo ayuda. Cuando me enteré de que estaban a 7.800 metros, pensé que era imposible. El anterior rescate más alto de la historia no llegaba a esa altura ni por asomo. Fue a 1.000 metros de altura menos, un rescate suizo en el Annapurna. La diferencia era enorme.

Al final decidí intentarlo. El límite técnico del helicóptero estaba a 23.000 pies o 7.000 metros. Si decides volar por encima de ese límite y ocurre algo, el seguro no te cubre y el fabricante no se responsabiliza.

La dificultad era tan extrema que era una inconsciencia que lo intentara yo así que me ocupé de la coordinación del rescate desde el Campo 2. La coordinación también fue muy complicada.

¿Qué ocurrió?
Quitamos la puerta, los asientos y todo lo posible para aligerar el helicóptero. El piloto, Maurizio Folini, despegó con el mínimo de carburante. Las condiciones eran perfectas pero hicimos el rescate al límite de lo posible. Hizo magia con los últimos puntos de potencia del motor y pilotó al límite. Gracias a eso fue capaz de aguantar 30 segundos, lo suficiente para atar al cliente y volar hasta el Campo Base.

No pienso que nunca nadie vuele más alto. ¡Las condiciones se tienen que prestar, el piloto tiene que ser buenísimo y el dueño tiene que aceptar correr semejante riesgo! Es probable que sea el único idiota (o buena persona) capaz de meterme en semejante lío. Pienso que tomé una buena decisión pero ahora me doy cuenta de todo lo que arriesgué. ¡Arriesgar dos millones de euros cuando sabes que el seguro no te va a cubrir si hay problemas es lo que se llama una gran decisión hecha con el corazón!

¿Otros rescates dignos de mención?
En 2012, rescaté el cuerpo sin vida de un alpinista ukraniano que había pasado dos años colgado de la cara norte del Teng Kang Poche. Yo estaba colgado de una cuerda de 30 metros, bajo el helicóptero. El piloto era otro italiano. Fijé un ancla para poder operar y saqué el cuerpo de allí.

Era una pareja que escalaba bien equipada y que se quedó atascada a poca distancia de la cumbre. La tienda estaba sujeta con un solo punto de anclaje. Lo impresionante es que cuando los amigos volvieron a la montaña con un teleobjetivo, hicieron miles de fotos de cada porción de la cara. Al volver a casa analizaron cada foto, una por una. Al final, descubrieron un punto amarillo diminuto que pensaron que podía ser la tienda.

Acepté su invitación a usar el helicóptero. La tienda estaba bajo un serac enorme y muy peligroso, con 2.000 metros de caída vertical debajo. No había ningún sitio donde posar el helicóptero así que la única manera era volar tan cerca de la vertiente como nos fuera posible y descender colgado de una cuerda de 30 metros.

La tienda estaba llena de hielo y el cuerpo tenía mucho hielo pegado a la cara así que tuve que usar un hacha para liberar tanto el cuerpo como la tienda. Estaba colgado a 30 metros, bajo el helicóptero. Trabajé dos días enteros en ello. Sólo había un cuerpo. Nunca encontramos a la chica.

¿Por qué escalar en invierno?
Para entrar en un mundo que desaparece a gran velocidad. El Himalaya está completamente blanco en invierno. Estás sólo, sin nadie alrededor. Nada de trekkers, ni de alpinistas. Muchos de los ocho miles son muy populares durante la temporada de alpinismo.

Aquí, tengo suerte de tener el Himalaya para mí solo. Por eso me gusta ir en invierno. Es una forma pura de expedición. Pero cualquier ruta normal, en invierno, se convierte en un reto muy difícil.

¿Cuál es tu próximo reto?
Quiero escalar el Cho Oyu en invierno, el próximo mes de febrero. Si lo consigo, será mi cuarto ocho mil en invierno.

Simone Moro es un atleta North Face. Su último libro, The Call of the Ice: Climbing 8,000 Meter Peaks in Winter (La Llamada del Hielo: Escalando Ocho Miles en Invierno), saldrá el próximo mes de noviembre.