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Hindú-CUBA, una final a puro color

Los jugadores festejan arriba del tradicional elefante ProFocus / Izaguirre-Valle

BUENOS AIRES-- Miércoles 10 am y la franja de "entradas agostadas" ya figuraba en el inicio de la página de la empresa encargada de vender los tickets. Ni un alma ni un alfiler ingresaban en las calurosas y pesantes gradas de cemento del Club Atlético de San Isidro. El marco que se esperaba en la Catedral de Rugby era alucinante e imponente. Hindú y CUBA lucharon por una nueva final del URBA Top 14 Copa DIRECTV, presentada por QBE Seguros La Buenos Aires y el color en la tribuna y la pasión también dijeron presente.

El reloj marcaba las dos de la tarde y las calles aledañas a la cancha del CASI ya empezaban a teñirse de alegría, cantos, alaridos y pinturas. La hinchada de CUBA – al igual que su equipo – cumplió la rutina de los últimos partidos: salida desde Villa de Mayo, más de diez micros hasta Márquez y Avenida Santa Fe y reunión en la plaza del Hipódromo para cantar, delirar y saltar al ritmo de los bombos y las banderas. La fiesta ya había comenzado. Aún faltaban más de dos horas y unas 1500 personas con banderas y pintadas de azul y negro comenzaban a calentar una tarde a puro delirio. La hinchada de Hindú, mientras tanto, se hacía desear y los micros con los hinchas del Elefante no se aproximaban por las calles de San Isidro.

La temperatura subía poco a poco. Faltaba una hora para la acción y la cantidad de gente en la plaza del Hipódromo obligó a los policías de tránsito a cortar el túnel de Roque Saenz Peña y acceder al paso de la estampida cubana. Pirotecnia, celulares en mano y a marchar. La gente de Villa de Mayo se dirigió hacia la plaza de Varela para ingresar lentamente y vivir una final que deseaban repetir tras un título lleno de gloria en 2013.

Mientras tanto, las banderas y los globos de Hindú flameaban en la tribuna de cemento a la espera de la gran masa que despidió a los jugadores de la concentración de Don Torcuato. Pero había un espía. En un camión a una cuadra del estadio, el Elefante icónico de Hindú aguardaba con ansias de salir a la cancha y ser montado en medio de un potencial festejo. A diferencia de la última final, el paquidermo se ocultó hasta último momento. Ni una grúa, ni el asomo por la esquina de la cancha. El elefante, se guardó hasta el final.

La fiesta ya había comenzado. Una vez que la gente de CUBA se posicionó en la tribuna, aparecieron los micros de Hindú por Avenida del Libertador. Cuatro camiones repletos y hasta algún que otro demente colgado del techo, reflejaban la locura y emoción de un club que iba en busca de revancha. Banderas, papelitos de colores y bengalas de humo decoraban el ingreso de otras mil personas por el sector trasero del CASI.

La Catedral ya era una show. No ingresaba nadie más. Era hora de salir a la cancha pero antes de que Anselmi encabezara la fila, un carrito médico recorría el campo de juego con un "Papa Francisco" bendiciendo a la hinchada de Torcuato. La cábala se volvía a repetir. El Pontífice vestido con los colores de Hindú daba vueltas en el verde césped hasta que una lluvia de papelitos y humo invadió el campo de juego. Los jugadores salieron a la cancha en busca de una ilusión, un objetivo y el anhelo máximo: levantar la copa.

Papelitos y bengalas del lado de Hindú y serpentinas y humo por el lado cubano. No se veía nada. Era la hora de la verdad y la gente ponía el alma, la voz y la emoción en la espera un nuevo título. El grito aturdía. El único momento de silencio se sustituía por manos movedizas que vibraban a la espera de las patadas de Tito Díaz Bonilla. Luego, era puro canto, fervor, alarido y aliento a sus equipos que luchaban incansablemente. El primer tiempo se despedía y porristas con los colores azul y amarillo salían a la cancha en medio de acrobacias y bailes coordinados para comenzar a sentir una fiesta que se teñiría con los colores de Torcuato.

En el segundo tiempo la gente alentó sin cesar. Hindú se llevaba la gloria, el título y los festejos. Pero la banda "de los cuatro barrios" no se quedaba atrás y aplaudía y felicitaba a un grupo que puso nuevamente al club en el partido decisivo del Rugby de Buenos Aires.

El final llegó. Hindú logró un nuevo campeonato, el Elefante ingresó en medio de la gran cantidad de gente que invadía el campo de juego y los jugadores se abrazaban en un mar de lágrimas y emoción. El respeto se mantuvo, con los hinchas de CUBA agradeciendo la gran campaña y aplaudiendo el paso de Hindú en la vuelta olímpica. Como anécdota quedará la caída del animal con Liberato –con una férula por la lesión ligamentaria en su rodilla -, De La Fuente y Camacho arriba, pero la alegría y el desahogo se sobreponían sobre cualquier incidencia extra.

La fiesta dijo presente nuevamente en San Isidro. Hindú se llevó un nuevo título a Don Torcuato pero el gran destello lo dieron los más de 10 mil hinchas que brindaron el color y el respeto que una final se merece.