<
>

La palabra R

MIAMI -- Andy Roddick la llamó "la pregunta R" y se hartó de responderla. No más comentarios sobre el Retiro. En Shanghai había tenido suficiente con un periodista local que consultó, con bonhomía pero sin tacto, si se iba a retirar: la respuesta de Roddick fue recomendarle a él que se retirara, y acto seguido se levantó de la silla.

"No estaba para el retiro hace dos semanas y no estoy para ganar un Masters ahora, démosle el crédito que merece", acierta A-Rod en el pedido. Acaba de vencer a Roger Federer, el mejor en partidos de tres sets en los últimos cinco meses, ganador de seis de sus últimos ocho torneos disputados, y dueño de una paternidad -casi un abuelazgo- sobre Roddick, que ascendía a 21 victorias en 23 partidos. Casualidad o no, la última vez que el estadounidense había podido vencer al suizo había sido en Miami, hace tres años.

"Para estos partidos sigo jugando", dice Roddick. Conocedor que por ahora no tiene la continuidad que le permita pelear por títulos grandes o mejores posiciones de ranking, la coyuntura sólo permite aspirar a esta clase de partidos: un rival clásico del otro lado y clima efervescente en las tribunas, que se retroalimenta con lo que ocurre en la arena.

Hubo algo de premonición. Hace dos días, sentado en la nueva sala de conferencias del Crandon Park, en la misma construcción de la cancha central, el ex Nº 1 afirmaba sentir "que algo bueno está por venir". No se refería a este torneo específicamente; simplemente, comentaba que, después de Indian Wells, se había podido recuperar en lo físico y conseguía un buen impacto de bola. "Me entrené con él la semana pasada y lo noté mejor", aprueba Juan Mónaco, su rival en octavos.

Los últimos meses resultaron un período nefasto en lo que a su profesión se refiere. Las lesiones mantuvieron a Roddick más tiempo en el consultorio que en las canchas. "No es casualidad que de pronto, en el último año y medio o dos, me lesiono más. Es frustrante, porque puedes hacer todo lo correcto y eso no importa", decía tras abandonar su partido frente a Lleyton Hewitt en Australia.

A los 29 años, caía fuera de los mejores 25 del ranking, al tiempo que comenzaba con una nueva ocupación: los sábados, con su amigo Bobby Bones, en un programa de radio en el que se comentaba sobre deportes. Allí pudo entrevistar a Kobe Bryant, John Montana y, admite, "me pondría nervioso si tuviera que hacerlo a Michael Jordan". Por ahora es sólo una participación de sábado, pero podría ser un trabajo a tiempo completo cuando se retire.

Por ahora, nada de la palabra R: Roddick continúa como jugador activo, intentando jugar sin dolores y mejorar su actual ranking 34. Ante Federer, afirma, "fue una partida de ajedrez. Me quedé atrás en la devolución, cosa que no siempre hago, y eso quizá lo sorprendió. Como es Roger, encontró la solución en el segundo set y ya en el tercero, me dije que tenía que empezar a pegarle de nuevo". El servicio fue clave, como lo ha sido en su carrera: en contexto de grados de confianza desiguales, llegar al tie-break ya era ganar terreno.

Mejor en los puntos clave de aquel desempate, con Roger algo apagado, el primer set lo liberó de tensiones, le hizo saber que podía y dio nuevas esperanzas. Con el quiebre conseguido rápidamente en el tercer set, recuperó sensaciones, sus reveses paralelos hacían daño sobre el final y terminó el encuentro con su sello: tres saques ganadores.

"Mi servicio se sintió normal por primera vez en seis semanas", opinó Andy. "Es asombroso cómo cuando saco bien, la devolución viene suave y yo parezco un héroe porque le pego fuerte a la siguiente pelota, y no me la estoy sacando de la punta de los pies. No sé si es tan simple como eso".

Hecha realidad su primera victoria sobre un top 3 desde Cincinnati 2010, cuando derrotó en cuartos de final a Novak Djokovic, Roddick miró al cielo, en señal de agradecimiento. En rigor, el gesto estaba dirigido a su agente y amigo Ken Meyerson, quien falleció en octubre. "El era de Miami y su esposa estaba hoy aquí. Me sentí medio loco porque creo que estaba teniendo diálogos largos con él en los últimos 30 minutos del partido. Mirar hacia el cielo fue una forma de hacerle saber que lo había escuchado y que estaba igualmente loco esta noche".

"Perdí contra un ex Nº 1, no contra el 30 del mundo", deslizó Federer, quien había compartido con Roddick un partido en el Madison Square Garden, previo a Indian Wells. Allí, la victoria fue del local, algo relativo por tratarse de un encuentro exhibición.

"Ya me pasó esto de oponer exhibición a realidad. Una vez le gané a Roger en Kooyong 2007 y le gané seis games en Australia. La victoria en el Madison no tiene repercusión aquí". En Nueva York, Roddick compartió un día entero con Federer y ese tiempo le sirvió para apreciarlo todavía más: "Quedé asombrado por la forma en que accede a cada foto, cada autógrafo. Me toca a mí en una escala menor, pero no es lo que él hace. Comienzas a comprender por qué la gente es tan fanática de él, cómo el público de cualquier parte del mundo lo apoya. En Estados Unidos, probablemente, eso me habría molestado no hace mucho tiempo, pero ahora lo entiendo completamente. No creí que me impresionaría más, pero sí lo hice con la forma en que se manejó esas horas en Nueva York".

El respeto quedó allí afuera. En la cancha, no hay amigos. No hubo problemas en hacer un salto de básquetbol para "enterrar" el smash, o festejar con ganas el quiebre clave del tercer set.

"No hay guión en el deporte, y eso es lo que lo hace el mejor entretenimiento del mundo". Algo de eso hubo en esta inolvidable noche de lunes, en la que la palabra R ahora era Recuperación.