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La matanza de Munich

La escalofriante imagen de un terrorista de Septiembre Negro en el balcón de la Villa Olímpica Getty Images

Los Juegos de Munich, en 1972, fueron la consagración de Mark Spitz, colosal nadador que acaparó siete medallas de oro. Se trata de un hito memorable de aquella competencia, como la final de básquet entre la Unión Soviética y Estados Unidos, que terminó en escándalo. O el debut de las mascotas. Sin embargo, aunque las autoridades olímpicas intentaron evitar que el olor de la sangre y la pólvora contaminara la burbuja deportiva, la masacre de once atletas israelíes a manos de un comando palestino quedó como la referencia más poderosa de la cita en Alemania.

A punto tal que, al cumplirse 40 años, antes que evocaciones a los héroes deportivos (siempre los hay, aun en el medio del frenesí asesino), Israel solicitó que las pruebas de Londres 2012 se inauguren con un minuto de silencio en homenaje a los deportistas que cayeron bajo las balas de la organización terrorista Septiembre Negro.

Los Juegos -el regreso a Alemania (ahora dividida), luego del festín nazi de Berlín 1936-, comenzaron el 26 de agosto. La regularidad de la competencia que ganó la Unión Soviética (Estados Unidos la escoltó en el medallero) se acabó de golpe en la madrugada del 5 de septiembre, cuando un grupo de encapuchados se infiltró en la villa olímpica para tomar de rehenes a los atletas israelíes.

Algunos lograron escapar, dos murieron cuando intentaron resistir, y finalmente nueve fueron capturados por el comando.

Septiembre Negro, cuya primera acción fue el asesinato del primer ministro de Jordania, Wasfi Al Tall, en noviembre de 1971, exigía la liberación de 234 palestinos prisioneros en Israel, país que se negó a negociar con los secuestradores.

Alemania, que pretendía que los Juegos continuaran sin mayor daño para su imagen, se avino a una conversación que encubría una emboscada.

Cuando los terroristas y sus rehenes llegaron al aeropuerto del que teóricamente despegarían hacia Egipto, fueron interceptados por francotiradores. Allí murieron, al explotar una granada palestina, otros cuatro atletas y el total de víctimas llegó a once: Joseph Romano, Moshé Weinberg, David Berger, Ze'ev Friedman, Joseph Gottfreund, Eliezer Halfin, Andre Spitzer, Amitzur Shapira, Kehat Shorr, Mark Slavin y Yakov Springer. Tres de los secuestradores sobrevivieron y quedaron detenidos.

Ese mismo día, la delegación de Israel se retiró de los Juegos Olímpicos. No obstante, mientras el mundo se sacudía con las noticias de Munich, luego de sólo 34 horas de interrupción, el circo olímpico continuó con la agenda prevista.

Avery Brundage, presidente del COI, filántropo y coleccionista de arte, sostuvo que los terroristas no afectarían la realización de las competencias y, en la ceremonia en tributo a los muertos recientes a la que asistieron 80 mil personas y 3 mil atletas, elogió al movimiento olímpico pero no hizo mención a los asesinatos.

El show continuó, efectivamente. Al igual que la tormenta sangrienta en que se había convertido el conflicto entre israelíes y árabes. Diez días después de los hechos de Munich, comenzó a desplegarse la revancha. A diferencia de los duelos deportivos, este segundo turno fue apenas un eslabón de una matanza de nunca acabar.

Israel diseñó un complejo operativo para ejecutar a los hombres que planificaron y organizaron el asesinato de los atletas. "Munich", la película de Steven Spielberg, es un descripción muy precisa y conmovedora de esta trama. Y sobre todo, del carácter adictivo de la venganza.