<
>

En un clima especial

Sharapova y su coach, en la cuenta regresiva ESPNdeportes.com

LONDRES -- Roger Federer se fastidia un poco y regala un chillido que parece en español: "Ay, ay, ay", se le escucha al suizo por lo bajo mientras niega con la cabeza. Parece un poco distraído por la cantidad inusual de periodistas y curiosos que andan dando vueltas por Wimbledon, esta sede olímpica tan lejana al parque donde la mayor parte de los Juegos tomará lugar. Su rival de turno es Stanislas Wawrinka, compatriota y compañero de dobles.

No son los únicos que eligieron entrenarse en la soleada mañana del oeste londinense. A una cancha de distancia aparece Maria Sharapova. En un estadio aledaño, pelotean Novak Djokovic y Andy Murray. También pasa caminando Agnieszka Radwanska, y a lo lejos pelotea Lleyton Hewitt sin siquiera despertar la atención de los medios.

Y cuando uno piensa -dada la ausencia anunciada de Rafael Nadal- que no pueden aparecer más estrellas, se escucha a lo lejos un alarido inconfundible: ahí está Victoria Azarenka.

La cercanía impacta. Y hasta los militares que deberían custodiar el predio se acercan a sacarse alguna foto, a pedir autógrafos o a presenciar los peloteos apenas a un alambrado de distancia de los ídolos.

Ahí están, ni más ni menos, los actuales y recientes número uno del mundo desplegando su talento en césped para ponerse a punto de cara al torneo olímpico. Cada uno de ellos muestra una cara distinta en la práctica, que parece hablar bastante de su personalidad y de su forma de entender el tenis.

Murray, por ejemplo, después de tirarle un globo alto a Djokovic que se va claramente largo y ancho por el fondo, les pregunta a unos militares que presencian el partido: "¿Fue buena, no?". "Claramente buena", repiten ellos, irremediablemente británicos y localistas. Djokovic se ríe de a ratos. En cancha, a ninguno le causa mucha gracia perder puntos. Juegan en serio: a ganar.

A Federer, en un día sin muchas luces, se le nota el mal humor. Le dice algo por lo bajo a sus entrenadores, que se sorprenden con la propuesta. Probablemente les pide un ejercicio en particular . "¡¿Ya?!", preguntan. "Sí, ya", dice Roger y de inmediato la orden es trasladada a Wawrinka. Inmediatamente, arrancan un nuevo peloteo. El número uno manda.

Sharapova, en cambio, aparece silenciosa, concentrada y muchas veces cabizbaja cuando escucha las órdenes de su propio coach. Azarenka duplica el modelo, aunque por supuesto grita. La oriunda de Belarús tiene puesta una camiseta negra, con un dibujo de una pelota de tenis gritando, y un estridente short amarillo fosforescente.

Llama la atención, porque por primera vez se permite a los tenistas utilizar la indumentaria que deseen en Wimbledon. Azarenka saca provecho al igual que Hewitt, que viste con la casaca clásica de Australia, en ese amarillo y verde tan característico del país.

Los colores son toda una cuestión en este club, que aparece repleto de banners morados de Londres 2012. A los jugadores les cuesta separar el torneo de su tradicional significado. Muchos hablan de que al entrenar aquí sienten que van a disputar el Grand Slam por segunda vez en el año.

El que pone un poco de cordura es Murray, quien, consultado acerca de si ganar la medalla de oro contaría como un título en el All England, se ríe un poco antes de dar la respuesta más lógica: "Yo pensaría que no".