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Súper pelea 7: Pacquiao-Márquez IV

La cuarta pelea de Manny Pacquiao y Juan Manuel Márquez estuvo rodeada de drama Chris Farina/Top Rank

Es una gran época para el boxeo, con uno de los mejores años del deporte en épocas recientes apenas completando dos terceras partes, y un puñado de grandes funciones todavía por efectuarse antes de que el calendario de la vuelta de nuevo.

Con Floyd Mayweather Jr. defendiendo su corona libra-por-libra contra el mexicano predilecto "Canelo" Álvarez el 14 de septiembre, Juan Manuel Márquez en busca de una quinta corona contra el campeón welter Timothy Bradley Jr. el 12 de octubre y Manny Pacquiao preparándose para llevar boxeo de clase mundial a China contra Brandon Ríos el 23 de noviembre, nunca ha habido un mejor tiempo para celebrar la fastuosidad de las peleas de boxeo como el actual.

Entonces, en los próximos 10 días haremos la cuenta regresiva de las mejores peleas de box en la era de ESPN (remontándonos al 7 de septiembre de 1979, para aquellos que les interese le fecha exacta), seleccionadas por nuestro panel de expertos. Por supuesto, sabemos que pueden existir, ejem, desacuerdos acerca de un tópico tan subjetivo, así que nos gustaría saber qué opinan de nuestras elecciones, recibir las suyas y escuchar cualquier otro comentario que tengan relacionado con nuestro proyecto. Solamente envíen un tuit usando el hashtag #ESPNsuperfights y probablemente destaquemos su comentario.

Casi desde el inicio, Manny Pacquiao había sido el popular, el que tenía los aficionados que gritaban más fuerte, y que llenaba las arenas hasta las lámparas. Cuando Pacquiao, quien venía de pulverizar a Marco Antonio Barrera, peleó por primera vez ante Juan Manuel Márquez, yo estuve igual de impactado por la violencia de los derribos en el primer asalto, y de la erupción ensordecedora de entusiasmo que los acompañó (incluyendo, notablemente, algunos de los periodistas filipinos en el área de prensa, donde dichos apoyos no son alentados). Y donde fuera y cuando fuera que peleara en sus devastaciones posteriores de rivales y las diferentes categorías de peso -- Las Vegas en su mayoría, pero Dallas también, entre un par de escalas adicionales-- Pacquiao trajo consigo un grupo confiable de devotos que garantizaban un apoyo ensordecedor.

La primera vez que noté un cambio fue la tercera vez que él peleó contra Márquez. Los aficionados mexicanos, que se sintieron agraviados en dos ocasiones por decisiones que no habían favorecido a su paisano, superaron a los del filipino, quien por primera ocasión -- de lo que puedo recordar -- fue abucheado fuertemente mientras entraba al ring -- y aún más animadamente cuando se anunciaron las puntuaciones de los jueces al final de la pelea, y él se apuntó una victoria que Márquez pensó sería meritoriamente para él.

Para la cuarta pelea, fue mucho más marcado, el contingente mexicano fue en ascenso de nuevo, clamando justicia y venganza. A ellos no les importaba la forma en cómo Márquez, a los 39 años, había conseguido un físico totalmente nuevo, que parecía estar esculpido de granito; ellos sólo querían verlo victorioso. Cuando envió a la lona a Pacquiao en el segundo round, ellos lo impulsaron hacia la línea de meta, solo para que Pacquiao recuperara el control que había establecido en el primer asalto, al punto que, cuando la pelea se acercaba final del quinto asalto, Márquez lucía cansado y en camino a una derrota que, en esta ocasión, no podría apelar.

Y entonces ocurrió. Pacquiao, desde mi punto de vista, se movió hacia adentro para lanzar un golpe y luego desapareció. Él había impulsado su mentón hacia un derechazo que entraba, y al perder instantáneamente la conciencia, se derrumbó hacia la lona con el rostro por delante, como una piedra.

"No se va a levantar", dije instintivamente entre el tumulto, desconociendo que hacía eco a lo que sería la famosa frase de Roy Jones en la transmisión de HBO:

"Él no se va a levantar, Jim. Él no se va a levantar, Jim. Él no se va a levantar, Jim".

Es difícil, incluso actualmente, expresar de forma adecuada la intensidad y variedad de emociones que atravesaron la MGM Grand Garden Arena inmediatamente después de ese momento, una mezcla de júbilo, desesperación y sospecha, nada más poderoso que la imagen de Jinkee Pacquiao llorando de dolor mientras intentaba desesperadamente llegar hacia su esposo todavía derribado.

Para los aficionados de Pacquiao, fue mucho más que una derrota por nocaut sufrida por un boxeador adorado; fue un semidios que se volvió rápidamente y sorprendentemente en mortal. Por su fama y éxito, Pacquiao se había convertido en sinónimo y simbiótico con sus compatriotas, y la naturaleza de su derrota se rompió en su esencia. Para los aficionados de Márquez, hubo sentimientos distintos: justicia, revancha y una victoria dulce que ellos intentarían celebrar. Ruidosamente.