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Y la cuestión es...

Hasta hace unos meses, la posibilidad de que Marco Antonio Barrera y Manny Pacquiao volvieran a enfrentarse parecía definitivamente perdida.

Porque mientras el filipino se ha convertido en una de las figuras más taquilleras del boxeo estadounidense y, por ende, siempre encuentra algún rival de fuste dispuesto a desafiarlo, el mexicano transita con cierta palidez la recta final de ilustre su carrera.

Pero, además, hay que recordar que también hasta hace unos meses las promotoras de ambos mantenían una fuerte rivalidad -especialmente disparada por los derechos sobre, justamente, Pacquiao- que por aquel entonces daba la sensación sería irreconciliable.

Sin embargo, las diferencias -personales y legales- se terminaron y actualmente las cabezas de estas dos promotoras -Bob Arum, por Top Rank y Oscar de la Hoya, por Golden Boy Promotions- andan a los besos.

De hecho, compartirán la promoción de esta esperada revancha entre Barrera y Pacquiao, el próximo sábado en el hotel Mandalay Bay de Las Vegas.

En aquel primer duelo, en noviembre de 2003, en San Antonio, Texas, Pacquiao le propinó a Barrera la derrota más estridente de su vida, noqueándolo en 11 asaltos. Por eso algunos se preguntarán cuál es la importancia de un segundo choque entre ambos, siendo que el primero no dejó la menor duda.

Bueno, por un lado este argumento no deja de tener su sensatez. Pero también existen fundamentos para creer que este duelo merecía largamente un desquite.

Hay que recordar que para el primer combate Barrera no llegó en la plenitud de sus condiciones físicas ni mentales.

Primero, debió interrumpir abruptamente su concentración en las montañas de Big Bear, en California, debido a que los incendios forestales se acercaban peligrosamente al lugar, por lo cual todos los habitantes de la zona debieron ser evacuados.

Luego, a su adelantada llegada a Texas, una denuncia de Ricardo Maldonado, ex promotor de Barrera, que no quiso renovar su vínculo con él, desató una ola de sospechas sobre la salud del boxeador mexicano, ya que se sacó a la luz pública que tenía en su cabeza una placa de titanio.

Efectivamente, esto es cierto, aunque uno se pregunta por qué Maldonado no se preocupó antes por la salud de Barrera, teniendo en cuenta que fue su promotor durante gran parte de su carrera. Pero esa es otra historia.

Lo cierto es que faltando dos semanas para el combate con Pacquiao, el mexicano debió dar explicaciones a todo el mundo, además de tener que realizarse exámenes médicos de toda índole, que no estaban en sus planes, y que terminaron de sacarlo por completo de su concentración.

El resultado no pudo ser peor para él. Pacquiao, siempre en excelente forma física y mental, fue extremadamente superior ante un Barrera sin respuestas de ninguna clase y terminó dándole una paliza que no entraba en los cálculos de nadie.

VENGANZA NACIONAL
Ese fue el punto de partida para que Pacquiao comenzara a transformarse en lo que es hoy: el mejor libra por libra junto con Floyd Mayweather Jr.

Tras aquel espaldarazo, el filipino siguió edificando su carrera sobre la base de grandes actuaciones ante otros boxeadores mexicanos (entre ellos, Erik Morales, Juan Manuel Márquez, Oscar Larios, Jorge Solís), lo cual le da a esta revancha del sábado próximo cierto tinte de "venganza nacional", ya que Barrera tendrá la posibilidad de dejar por fin a salvo el orgullo mexicano, en caso de una victoria.

Ahora bien, tras algunas deslucidas actuaciones de Barrera en los últimos tiempos, uno se pregunta si realmente contará aún con las armas necesarias para imponerse.

No hay que ir demasiado lejos en el tiempo para encontrarse con un Barrera apagado y casi sin reflejos, que fue superado por Ricardo Rocky Juárez, en una pelea en la que para muchos los jueces fueron demasiado benevolentes con él.

En la revancha, Barrera sí fue el mejor de los dos. Pero aún aquel triunfo sin cuestionamientos dejó la sensación de que ya no era el mismo. Porque lejos de ser aquel guerrero que no sabía de pasos atrás, aquella noche el mexicano obtuvo la victoria en forma demasiado conservadora, como si interiormente hubiera sabido que su cuerpo ya no daba para batallas de toma y traiga.

Hace unos meses, sin embargo, Barrera protagonizó una tremenda pelea ante Juan Manuel Márquez, ante quien cayó por escaso margen y habiéndole inflingido a Dinamita una caída en el séptimo asalto, que no fue considerada por el árbitro Jay Nady.

Pero al margen de todo, Barrera siempre será capaz de resurgir de sus propias cenizas. Como lo hizo tras dos derrotas consecutivas ante Junior Jones, en noviembre de 1996 y abril de 1997. A partir de allí, Barrera recuperó el título supergallo de la OMB y de no haber sido porque los jueces lo despojaron de un legítimo triunfo en su primer encuentro ante Erik Morales se hubiera mantenido invicto hasta el mencionado primer encuentro con Pacquiao.

Barrera también supo sobrellevar aquel injusto revés ante Morales, en febrero de 2000 y contra todos los pronósticos le dio una lección de boxeo al por entonces temible Naseem Hamed, en abril de 2001.

La clave para Barrera es, ante todo, la motivación. Y vaya si le sobra para este segundo duelo con Pacquiao.

"Me siento muy bien y listo para lo que Pacquiao traiga a la mesa. Esta es una motivación diferente. Me siento muy confiado porque realicé un excelente trabajo de preparación. Tomé Guadalajara como mi centro de trabajo para estar cerca de mi familia, y esa es otra motivación extra. Esta pelea va para todos los fanáticos, pero en especial para todos los mexicanos", comentó Barrera la semana pasada.

Evidentemente, su orgullo está intacto. Y el dolor de tener todavía clavada la espina de la derrota ante Pacquiao en 2004 sólo puede ser sanado a través de la venganza.

Del otro lado, claro, estará el hombre capaz de las más grandes hazañas. El que no sabe de favoritismos, ni de apuestas en su contra. El de los movimientos veloces como el rayo y los golpes contundentes como una maza.

Por eso, el combate denominado "Voluntad de Ganar" tendrá final abierto, lo cual ocurre pocas veces en estos tiempos.