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Andrea Dorantes, de México, la latinoamericana más joven en escalar el Everest

La alpinista narró su experiencia no solo en el monte Everest, además explicó la preparación que se requiere para afrontar la cima del mundo

Andrea Dorantes, con 26 años de edad, se convirtió en la latinoamericana más joven en escalar el Monte Everest, la montaña más alta sobre la superficie de la Tierra, y dejó un mensaje frío y contundente para todos nosotros: si nos proponemos algo, podemos romper todas las barreras que se nos pongan en frente y conseguirlo.

Su historia comienza cuando llegó a la cima del Pico de Orizaba. Con la mente muy cerca del cielo, pero el corazón lleno de adrenalina y pasión, decidió que iba a escalar hasta llegar al punto más alto de nuestro planeta.

Tuve la oportunidad de platicar en exclusiva con Andrea Dorantes, quien inspira al contar su gran hazaña y sin duda llena de orgullo a todos sus paisanos, familiares y amigos.

“A veces no dimensionamos todo lo que hay detrás para llegar al punto más alto de la Tierra. En mi caso fueron tres años de preparación desde que subí mi primera montaña, que fue el Pico de Orizaba. Yo dije: ‘si así se ve desde el punto más alto de México, no me quiero imaginar cómo se ve desde el punto más alto de la Tierra’. Y de ahí comencé mi proyecto de subir la montaña más alta de cada continente y ya llevo seis de siete y todas esas montañas me fueron preparando para este gran reto que fue subir hasta los 8,848 metros (del Everest)”, platicó la montañista durante nuestra charla.

Y sí, la oriunda de León, Guanajuato, es una guerrera llena de ambición por demostrar lo lejos que puede llevar a su cuerpo para alcanzar sus metas, sin importar cuántos miles de metros sean en ascenso o las bajas temperaturas a las que pueda enfrentarse. Y es que además de cumplir uno de sus más grandes sueños que fue escalar la montaña más alta del mundo, quiere escalar la montaña más alta de cada continente.

“Empecé con el Kilimanjaro que está en Tanzania, es la más alta de África. Esa la hice en septiembre del 2021. En enero del 2022 hice Aconcagua, que es la más alta de Sudamérica; después de ahí me fui al Denali, que es la más alta de Norteamérica y está en Alaska; después hice la más alta de Australia que se llama Mount Kosciuszko en agosto del 2022; después me fui a la Antártida, ahí hice dos expediciones: esquié al polo sur, con esquiar me refiero tipo cross country y la mayoría es plano y jalan un trineo, y subí Mount Vinson, que es la montaña más alta de ahí; y la sexta fue Everest. Pienso terminar el proyecto en julio o agosto de este año con Rusia: Elbrús”, nos contó durante la entrevista.

Dorantes sabía que no sería una travesía fácil, pero al principio de su recorrido todo parece maravilloso, pues nos contó que el camino inicia en Katmandú, la capital de Nepal, donde hay que tomar un vuelo a Lulka, un pueblito donde comienzas la caminata hacia el campamento base, la cual dura aproximadamente entre ocho y 10 días en los que vas parando en diversos pueblitos y puedes disfrutar de vistas espectaculares de los Himalayas.

Pero al llegar a la primera base y después de un gran desgaste físico como el que nos platicó, aún falta la parte más complicada, donde la mente y el cuerpo deben ser uno mismo y tener la misma fuerza para llegar a la cima.

“Ya que llegas al campamento base del Everest que está a 5,300 metros, para ponerlo en perspectiva es más arriba que la cumbre del Iztaccíhuatl; entonces, le tienes que dar tiempo al cuerpo de que asimile que va a vivir mínimo un mes a esa altura”.

“Los primeros días es de descanso, de hidratarte y comer bien, darle al cuerpo ese tiempo de aclimatación y después ya empiezas con las rotaciones. Las rotaciones sirven para que aclimates, y lo que haces es subir a los campamentos altos y dormir debajo de lo que subiste ese día. Yo hice una aclimatación en otra montaña que se llama Lobuche para evitar cruzar el glaciar del Khumbu tantas veces. La parte del glaciar del Khumbu es donde están las famosas escaleras del Everest y hay unos bloques de hielo de tamaños de edificios que se pueden colapsar en cualquier momento, entonces es una de las partes más peligrosas”, reveló Dorantes.

Además de lo complicado que es soportar las bajas temperaturas y el esfuerzo, en ocasiones sobrehumano que hay que hacer para la escalada, la leonesa nos contó que este año fue muy duro, ya que el clima parecía estar en contra de todo aquel que osaran retar al Everest, pues los fuertes vientos hacían que la sensación térmica fuera peor que estar a los -40 grados que se sienten en la cima, también provocó que la alpinista tuviera que caminar por más de 21 horas ininterrumpidas, tratando de guardar las energías suficientes para poder bajar a los campamentos. Porque no solo es subir, también hay que saber bajar.

“Muchas veces solo hablamos de la subida, pero yo siempre lo tuve muy consciente: ‘cuando llegue a la cumbre apenas voy a la mitad’. Durante todo el trayecto de subida iba midiendo mis niveles de energía porque no quería poner mi vida en riesgo a la hora de la bajada. El 80% de los accidentes suceden cuando la gente ya llegó a la cumbre y vienen de bajada. ¿Por qué sucede esto? Porque te relajas y pierdes concentración. Otro es que la gente muere de cansancio extremo, llevas el cuerpo al límite, colapsa y mueres; esto le pasó a dos integrantes de mi equipo”, nos contó.

Pero con la motivación de ver “qué tan lejos puedo llevar mi cuerpo, romper todas esas barreras que nos vamos poniendo y decir que si me propongo algo lo podemos lograr”, es como Andrea logró cumplir el sueño de muchos, pero el éxito de pocos, que es ver el mundo desde su punto más alto, muy cerca del cielo, donde se cumplen los sueños.

No me queda más que agradecerle por el relato de esta hazaña y felicitarla por haber hecho historia como la mujer mexicana más joven en llegar a la cumbre del Everest.