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Organizando el caos

LONDRES – Es increíble, pero es así: en el partido entre Colombia y Corea del Norte, las jugadoras del equipo asiático se niegan a entrar a la cancha porque en el indicador electrónico aparece la bandera de Corea... del Sur. Un tema político bastante delicado, como mínimo. No importa, pensará usted, se arregla pronto, hay que cambiar la bandera y listo. Sí, listo, pero la organización de Londres 2012 tardó casi una hora en hacerlo. El partido pospuso su inicio. Los altoparlantes, reacios a aceptar el error, anunciaron un "problema entre bambalinas", como si la gente fuera estúpida.

La maniobra para cubrir la situación duró poquísimo y la noticia se diseminó pese las barrera deseadas. Después del partido, en la sala de prensa, una voluntaria hablaba por teléfono y se aliviaba por que sólo hubiera habido una actividad en la que participaran coreanos durante el día de ayer, porque -decía- todo estaba configurado de la misma manera para todas las disciplinas. Es decir, que el error podría haberse repetido diez veces en caso de haber ocurrido en medio de los Juegos post inauguración.

El día anterior, un locutor anunció el ingreso de la selección de fútbol de Inglaterra, en lugar de Gran Bretaña. Ups.

No es estrictamente nuevo. Hace un par de días el Comité Organizador debió pedir disculpas porque un cartel que decía "BIENVENIDOS" en árabe estaba mal impreso, por lo que se leía el equivalente a "SODINEVNEIB".

¿Cómo puede ser que esto suceda en el evento más importante del mundo deportivo? La pregunta es buena, pero le aseguro, lector, que suena ridícula a cualquiera que esté involucrado en el desarrollo de la competencia, ya sea prensa, atleta, entrenador o espectador.

El primer gran problema es la distancia y se presenta en tres formas de decepción:

1- Las sedes están en un territorio ridículamente extenso. Si no contamos Cardiff, Coventry, Glasgow y Manchester (probablemente no deberíamos hacerlo) igual nos quedan horas de traslado desde, por ejemplo, Wimbledon o el Lords Cricket Ground (donde competirá la arquería) o el Hyde Park (donde estará la equitación). Esto es problemático para un periodista, pero mucho peor es para los propios atletas, que tienen que planificar sus salidas con horas de anticipación para no llegar tarde desde la Villa Olímpica, donde la organización los aloja.

2 - Dentro del parque olímpico, cada uno de los estadios tiene una distancia imposible con respecto a los otros. Desde el estadio olímpico que se utilizará en atletismo hasta el de básquetbol hay una caminata de casi media hora. Lo mismo hasta el de hockey, o de allí al natatorio. La única medida posible para el desplazamiento es la televisión.

3- Cuando, por casualidad o milagro hay una cosa que está al lado de la otra, es imposible trazar una línea recta entre ellas. Los cráneos de la capital inglesa idearon una serie de vallas, pasillos, escaleras y vueltas intrincadas que multiplican por cinco cualquier movimiento normal. Usted puede estar mirando de frente, literalmente, la entrada de un estadio, y es posible que todavía deba andar 20 minutos antes de entrar a mirar el evento.

Hablamos de todo esto y todavía no dijimos una palabra del previsible caos de transporte público que azota a una ciudad decididamente mal preparada para recibir un excedente tan enorme de viajes puntuales. Es decir: todo funciona bien si hay un flujo moderado de movimiento, pero cuando todos quieren ir al mismo lugar, hay un colapso.

Sucedió esta semana con el ensayo de la inauguración, que vio una masa de gente desplazarse hasta la estación de subte de Stratford, con penosas consecuencias para los usuarios habituales. Las líneas del metro han sufrido paros, cortes, demoras, sobrecalentamientos y amenazas de huelga, todo en los últimos cuatro días.

El nivel de capacitación de los voluntarios y empleados de la familia olímpica también es alarmante. Por lo general, nadie conoce las sedes en las que trabaja. Permanentemente, se reciben instrucciones contradictorias o respuestas vagas ante el pedido de una indicación. Eso, sumado a lo laberíntico de los accesos, puede ser nefasto cuando comiencen a llegar masivamente los espectadores.

La limitación no es la cantidad. De hecho, sobra gente por todos lados. Durante la jornada de fútbol del jueves, en Hampden Park, llegué a contar ocho personas vestidas con el uniforme reglamentario sentadas sobre una mesa, moviendo sus pies en clara señal de aburrimiento porque no tenían nada que hacer. El tema es que esa gente no conoce las sedes, no sabe qué puede hacer o dejar de hacer la prensa y no entiende de computación si uno tiene un contratiempo.

El último problema parece ser la cantidad de personal militar contratado por la ciudad. No por cuestiones de inseguridad, sino de desorganización. La noticia que ocupaba las primeras planas en los diarios de ayer arrojaba un número elocuente: Gran Bretaña destina a los Juegos Olímpoicos el doble de soldados que a Afganistán.