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Historia de un autógrafo

MÉXICO -- Siete años antes de que yo naciera mi madre ya era fan de Pelé. Ella vivía en Guadalajara y apoyaba a Brasil en el Mundial de México 70, porque el estadio Jalisco fue su sede unas semanas y de alguna manera el equipo verdeamarela era "el de casa" para los tapatíos. Mi madre recuerda que saliendo de exámenes en la secundaria, fue con sus amigas a buscar autógrafos de los jugadores de Brasil, entre ellos un tal Pelé, el más popular.

No lo consiguió, pero ella no deja de contar la anécdota y desde entonces su segundo equipo favorito para los Mundiales es Brasil (igual que para la mayoría de los mexicanos). 40 años después, cuando le dije que estaría en una entrevista que Pelé concedió a ESPN, sólo dijo una cosa: "pídele un autógrafo, en el 70 yo andaba detrás de él y no pude".

¿Qué jugador podría despertar la misma admiración en dos generaciones a 40 años de distancia? Sólo Pelé. Ya no juega y se ha negado a entrenar a un equipo de manera profesional, pero su nombre sigue siendo tan vigente en el 2010 como lo fue en 1970, y los aficionados lo seguimos admirando tal como lo hicieron nuestros padres, y tal vez para los aficionados más pequeños, sus abuelos.

Pelé es único y siempre se pone a sí mismo a la cabeza de cualquier lista de los mejores jugadores del mundo pasados y presentes. Concede que, quizá, Di Stéfano sea el segundo lugar y habría sido más popular si hubiese contado con la cobertura mediática de la que él ha gozado. Asegura que Messi es técnicamente el mejor jugador ahora y le da el visto bueno a España como la mejor selección del planeta, pero no le da el gane en Sudáfrica. Y sobre todo, sus recuerdos regresan siempre a Brasil en su plática.

¿Cómo se siente una al conocer a Pelé? Una se siente pequeñita. Una recuerda como lo veía de niña en la televisión hacer unas jugadas increíbles y como alguien ya adulto, mi madre, contaba la anécdota del autógrafo que no había podido ser. Una se da cuenta que mientras todos hemos crecido, nos hacemos viejos y tenemos hijos, Pelé se ve casi igual que hace 30 o 40 años. Una observa que está ante una oportunidad única en la vida y se eriza al piel al ver al Rey, al jugador más famoso del mundo, recordar a sus propios ídolos: Su padre, primero, también el mío (mi padre, no el de Pelé); Valdemar de Brito, su entrenador; Tomás Soares, Zizinho, a quien quería ganarle cuando ambos jugaban en la liga brasileña; Di Stéfano, su referencia...

No sé si alguna vez Pelé se haya sentido pequeñito cuando conoció a alguien que admirara, pero es capaz de hacer rendir a todo un auditorio a sus pies, como si fuéramos los balones con que jugaba. En cierto momento, Pelé se levantó de su asiento y actuó para nosotros alguna jugada polémica, mientras nosotros nos sentíamos privilegiados por ser testigos. Después, tras la entrevista con ESPN, Pelé no soltó la sonrisa mientras nos vio transformarnos a los reporteros, ya grandes, adultos, con hijos, en fans que lo seguimos viendo con los ojos de niños buscando la foto y el autógrafo. Pelé, sin duda, es grande y es único. Es el Rey.

Y ahora, 40 años después, mi madre tiene el autógrafo del Rey.